“La canción es ese lugar donde nada nos puede hacer mal”, lanza el cantautor Julián Oroz. Con esa premisa, en plena cuarentena escribió las canciones de su último disco, Hay un lugar (2021), un trabajo que conecta con la ternura, la melancolía y la intimidad, pero que también le da lugar al baile. “En ese momento lo único que quería era volver a esos lugares donde había sido feliz. Lugares del pasado, lugares internos, lugares hechos de emociones. Recordé que podía viajar con mi mente y mi corazón”, cuenta el músico. “Así descubrí que había muchos lugares dentro mío. Que había personas y canciones que eran lugares”.

Si bien el eje central es la canción, el disco transita por una paleta sonora que va desde una cumbia ("La luna alumbra”) hasta un aire de son cubano ("El sabor de las peras"). “La canción es la que me marca el camino. No pienso mucho en los géneros musicales. Trato de seguir lo que la canción me va diciendo”, dice sobre la libertad de abordar cualquier género que precise la canción. “Para mí lo más importante es descubrir de qué estoy hablando. No siempre lo descubro, pero lo intento. En cuanto al armado de las canciones y su posterior grabación tiene mucho que ver el productor Charly Valerio, que es en quien más confío para saber leer para donde van las canciones en cada momento. Generalmente vamos en penumbras y la canción es el faro”, explica Oroz, quien acaba de publicar el single "Soy de géminis". “La astrología para mí es un lenguaje y como todo lenguaje sirve para comunicarnos, para tratar de entendernos”, dice.

A mediados de año, el músico lanzó el cortometraje La ruta de Aurora, una aventura que consistió en viajar al pueblo donde había crecido su abuela, a la que también le dedicó una canción. “Todo empezó en una charla con mis amigues y compañera. Yo miraba el mapa del celular buscando lugares de la provincia de Buenos Aires y vi que el pueblo donde mi abuela Aurora había nacido figuraba con dos nombres: La Niña, como lo conocía yo, y La Aurora, como se llamaba ella”, cuenta. “Así que decidí viajar a conocer el lugar donde ella había sido niña. Recolecté información con mi familia para ver si encontraba alguna huella del paso de Aurora, porque se había ido del pueblo cuando era joven. Solo quedaban unas pocas fotos y algunos versos escritos en cursiva”.

“Llegar a La Niña fue increíble –sigue-. Me emocionó conocer ese lugar del cual tantas historias había escuchado y conectarme con la infancia de mi abuela. Ver los lugares donde había jugado, esos juegos que me enseñó de chico. Al final cerramos la experiencia cantando ahí mismo la canción que le escribí hace ya unos años, ‘Aurora’. Durante el viaje tuve presente esa ternura que caracterizaba a mi abuela. El amor de ella era un amor tierno. Porque era un amor cálido. Y la ternura es un poco eso: cuidar, hacer sentir a alguien que no está solo. Es dar lo mejor, y no por inocencia, sino por la clara conciencia de que querer a alguien es lo más trascendental a lo que se puede aspirar”.

-Lo tuyo parece ser una "estética de la emoción". ¿La emoción es lo que te mueve a escribir canciones más allá de una historia concreta o tópico en particular?

-Sin dudas creo que la emoción es lo que me mueve. Cuando compongo tiene que pasarme algo por dentro. Para mí, la emoción no vive en la letra ni en la melodía sino en el medio. Es en ese punto justo entre el pensamiento que intento transmitir con la letra y lo que la melodía revela de mí. La verdad es que no lo entiendo. Escribir canciones siempre me resultó un juego serio. Hay reglas que contienen pero espacio suficiente para entregarse. Un vuelo controlado. De un punto A a un punto B. Lo que me gusta de ésa definición es que estética y emoción me parecían a priori dos palabras que no iban juntas. Que no pegan. Pero después de pensarlo bien me pareció un concepto muy claro. Una estética que está al servicio de la emoción. La canción, y por ende su emoción, es lo que me guía.