El francés Vincent Lindon tiene más ochenta películas rodadas a lo largo de treinta y cinco años, se puso bajo el mando de los realizadores franceses más importantes de las últimas décadas (desde Claire Denis hasta Benoît Jacquot, pasando por Stéphane Brizé) y es uno de los actores más famosos de su país. Pero recién hace siete años y medio le llegó su primer premio importante: ni más ni menos que el premio al mejor actor en el Festival de Cannes de 2015, conseguido por su trabajo en El precio de un hombre, que en su momento vino a presentar a la Argentina. Lindon volvió a pisar la Costa Azul varias veces. La última, siete meses atrás, para presidir el jurado que terminó otorgándole la Palma de Oro a Triangle of Sadness, del danés Ruben Östlund. Y volvió, también, a Buenos Aires, en este caso para brindar una Masterclass sobre actuación moderada por el realizador Santiago Mitre (El estudiante, La cordillera, Argentina, 1985). La cita será este martes a las 18 en el Cine Gaumont, en el marco de la Semana del Festival de Cannes que arrancó ayer y continuará hasta el domingo 4.

“No preparé absolutamente nada”, se sincera ante el requisito de Página/12 de algún adelanto sobre los tópicos que abordará ante la platea del cine ubicado en Rivadavia 1635, a metros del Congreso, y remata: “Iré como si fuera un stand up para dar la charla con lo que vaya surgiendo en el momento”. Lo cierto es que Lindon tiene la espalda suficiente para tirarse de cabeza a la pileta de la improvisación. Con una filmografía pródiga en personajes de una ética y dignidad inquebrantables, sus últimas películas demuestran su capacidad camaleónica para adaptarse a los requisitos de cada proyecto: fue un torturado bombero adicto a los esteroides en Titane, dirigida por Julia Ducournau y ganadora de la Palma de Oro en 2021, así como también ese sufriente marido cuya vida da un giro de 180 grados luego de que su mujer se reencuentre en la calle con su ex en la última película de Claire Denis, Avec amour et acharnement.

-Ducournau tiene menos de 40 años y un par de largometrajes y Denis, 76 años y una filmografía con una treintena de títulos, entre cortos y largos. ¿Cambia su manera de aproximarse a los personajes según con quién esté trabajando?

-No cambia mi manera de trabajar porque sigo siendo el mismo. Sí veo de qué manera adaptarme a lo que el director o directora pretenda de mí. Claire Denis, por ejemplo, buscó cosas en mí que Ducournau no, por lo que ahí contesto de otra manera. Es como con mis hijos: no me manejo igual con mi hijo que con mi hija porque piden cosas distintas, más allá de que sea el mismo hombre.

Vicente presidente

Lindon en Cannes en mayo pasado (AFP)

Pero es muy probable que uno de los roles que más atención mundial haya atraído durante su carrera no haya sido en una película, pues Lindon fue elegido para presidir el jurado de la Competencia Oficial del último Festival de Cannes, secundado por las actrices, directores y guionistas Rebecca Hall y Jasmine Trinca, las actrices Deepika Padukone y Noomi Rapace y los realizadores, guionistas y productores Asghar Farhadi, Ladj Ly, Jeff Nichols y Joachim Trier. “Traté de ver las películas sin leer críticas ni nada. Iba solo mi corazón y la cabeza, como cualquier espectador”, cuenta.

-En la conferencia de jurados habló de ver las películas como un niño: sin prejuicios de ningún tipo. ¿Lo logró?

-Sí, traté de que no importara qué hizo el director antes porque era una competencia en la que teníamos que juzgar una película. Más allá de pudiera haber hecho cosas fantásticas antes, si la película en cuestión no nos interpelaba, no nos hacía viajar, no tenía chances. Por el contrario, si alguien ya había ganado una Palma de Oro y se la merecía otra vez, no había razón para no dársela. A Usain Bolt nadie le dijo "salí porque vos ya ganaste". Es una competencia.

-¿Disfrutó viendo películas de esa manera, sin prejuicios ni contexto?

-Fue difícil porque soy cinéfilo y he visto un montón de películas. Pero sigo siendo un verdadero espectador. Por ejemplo, cuando veo un thriller o un policial con un protagonista famoso que a los 10 minutos ya está en peligro, tiemblo, me da miedo por él y quiero gritarle "cuidado", aunque sepa que no va a morirse porque todo va a girar alrededor de él.

-¿Le resultó difícil no prestar una atención particular a las actuaciones?

-La verdad que no, porque traté de evaluar el conjunto. Obviamente presté atención a las actuaciones para evaluar a quiénes darles los premios interpretativos, pero miramos las películas como un todo, como un conjunto de cuestiones interrelacionadas entre sí.

-El jurado debió evaluar más de 20 películas. ¿Cómo fue la dinámica de trabajo?

-Propuse varias reuniones periódicas para hablar con las películas frescas en la cabeza. Creo que tuvimos cinco o seis encuentros cada tres o cuatro películas, y en ellos cada uno iba dando una opinión sobre lo que habíamos visto. Al final de cada reunión no decidíamos nada, pero la idea era llegar al final con un panorama más preciso de cuáles podían ser las candidatas. Lo que no sabía, y me va a servir para cuando esté compitiendo, es que si hay una sola persona entre las nueve que detesta una película, no se puede hacer nada, de la misma manera que tampoco se puede ir en contra si alguien está totalmente enamorado de una de las competidoras.

-¿Notó que los oficios de cada jurado condicionaban sus miradas sobre las películas?

-No, no creo. Hablábamos muy poco sobre los aspectos particulares de cada película porque hacíamos abordajes más filosóficos sobre la construcción general y el impacto que tenían en nosotros. Tengo una teoría, y es que los buenos directores y directoras de alguna manera son también buenos actores y podrían actuar tranquilamente, y al revés también: los grandes actores y actrices podrían dirigir grandes películas porque es casi la misma profesión. O, por lo menos, están volviéndose profesiones cada vez más cercanas. Una actriz o actor, cuando ya tiene cierta experiencia, sabe muy bien cómo hacer una película.

-Cuando vino a la Argentina a fines de 2015, seis meses después del premio, dijo que su vida seguía igual. ¿Hoy sigue igual o con los años produjo algún cambio?

-En mí no cambió nada, pero a mi alrededor sí. Sigo viviendo de la misma manera porque para mí es lo mismo haber ganado un premio o haber sido presidente del jurado que no. Me encantó ganar y estar en ese jurado, fue un placer enorme y apasionante, pero no pienso todas las mañanas en los efectos que produjo o puede producir.