Herbaria 8 puntos

Argentina/Alemania/EE.UU., 2022

Dirección, guión y cámara: Leandro Listorti

Montaje: Felipe Guerrero y Leandro Listorti

Sonido: Roberta Ainstein

Duración: 80 minutos

Estreno en el Cine Gaumont y sábados a las 18 en Malba.

“Desde 1750, alrededor de 500 especies de plantas han desaparecido del planeta, más del doble que la suma de aves, mamíferos y anfibios extintos”. Una placa que recuerda a los intertítulos del cine silente revela al comienzo de Herbaria, documental del argentino Leandro Listorti, una catástrofe natural que pasó inadvertida frente a otras, merecedoras de una mayor difusión. Cerca del final de la película, otra placa informa que “desde su nacimiento a finales del siglo XIX, se estima que entre el 80% y el 90% del cine mudo ha desaparecido alrededor del mundo”, mientras que “solo un 50% del cine sonoro en fílmico sobrevive hasta nuestros días”.

La relación que surge entre ambos hechos es el eje sobre el que Listorti construye el relato de su tercer largometraje. Ahí establece innumerables puntos de contacto entre la labor que realiza la botánica a la hora de clasificar y conservar las especies vegetales, y la de quienes se dedican a la preservación y restauración de archivos cinematográficos. Una tarea que el propio director conoce de primera mano, porque se ocupa de ello en el Museo del Cine Pablo Ducrós Hicken, institución emblemática dentro del área en la Argentina. Listorti observa el trabajo de los botánicos para construir a partir de ahí una reflexión sobre su propio oficio en el terreno de la conservación cinematográfica.

Herbaria está construida a partir de retazos fílmicos extraídos de distintos archivos. Buena parte de ellos muestran la forma en que el cine ha sido usado por las ciencias naturales como una herramienta más para registrar e ilustrar la existencia de diferentes especies. Pero Listorti intercala otros, inesperados, deteriorados tesoros de cine, llenos de manchas y rayones, que le dan a sus imágenes un aire sobrenatural. La prueba física de mundos desaparecidos que apenas consiguen sobrevivir gracias a la labor salvadora de quienes trabajan en su conservación.

Pero, ¿qué se debe conservar? La respuesta desde la botánica indica, con sensatez, que es difícil establecer escalas de valores en el área de la conservación. Cada especie es única y, como tal, su lugar es tan relevante como el del resto dentro del mapa completo de la diversidad biológica. Con inteligencia, Listorti desvía ese flujo discursivo hacia su propio molino. El concepto es útil para dar por hecho que, desde el punto de vista de la conservación de archivos cinematográficos, un viejo rollo de película donde se ve a un grupo de pelotaris jugando al frontón en un club de Burzaco, filmado de forma amateur a principios del siglo XX, tiene en los hechos el mismo mérito para salvarse de la extinción que cualquier largometraje de ficción producido por la industria del cine comercial.

Listorti lo afirma sin necesidad de palabras, usando la sintaxis del montaje con precisión. Porque si bien el comienzo de la argumentación citada en el párrafo anterior coincide con las imágenes de un jardín, justo en el momento en que la bióloga pronuncia la palabra “biodiversidad” el director decide empalmar una serie de planos fijos, tomados dentro de un archivo y un laboratorio cinematográfico, con su moviola y las estanterías cargadas de rollos anónimos que forman largos corredores. El santuario de otra biodiversidad que clama su derecho a ser salvada: la cinematográfica.

Con elementos simples, Listorti consigue hacer de Herbaria una película compleja y enigmática. No solo por el carácter fantasmal de los archivos usados, sino por el modo en que otros elementos, como el diseño sonoro o la construcción de los planos que el director rodó para la película en el ámbito de los archivos, terminan de completar una atmósfera cargada de misterio. Como había mostrado en sus películas anteriores, Los jóvenes muertos (2010) o La película infinita (2018), el cineasta confirma una extraordinaria sensibilidad para rescatar la belleza de lo cotidiano. Desde el armónico caos de un jardín en medio de la ciudad, hasta la simétrica geometría de un conjunto de latas de películas apiladas en un estante.