Cantar en la oscuridad

1982

Que nadie me acuse de alegría, dice el gambito de apertura. Aunque nadie en su sano juicio hubiera amonestado el disco de psicobolche o rockero, el título no se andaba con vueltas. ¿Qué otra cosa estaba haciendo Meyer, en la cima hegemónica de la dictadura uruguaya, sino cantar en medio de la oscuridad? Piano y batería. Sintes, collage y una elegía. Darnauchans como Virgilio. Los versos de la familia Maggi. El alien romántico que, enviado a las profundidades del lecho abisal, usa su voz como un sonar. ¿Qué busca? Una salida.

Fuera de lugar

1988

La figurita imposible de un álbum hecho de figuritas difíciles. Mientras Jaime Roos adquiría estatura de estadio y Mateo se metía en La máquina del tiempo, Meyer publicaba esta suerte de suite de avant-pop rioplatense. Utilizada casi como una instalación, la guitarra ultra-rockera de Jorge Galemire dialoga con los arpegios arremolinados del piano en un plano imposible. ¿Qué estamos escuchando? El audio rudimentario es vindicado como anticipo del low-fi, pero qué bien le vendría una re-edición con todas las letras. La esperamos.

Darnauchans

1995

“Eduardo compartió conmigo decenas de canciones inéditas”, recuerda Meyer. “Con ese material hice un recital en el Teatro Circular (Canciones inauditas) y parte de este disco”. La ecuación, a la distancia, parece imposible: como si Laurie Anderson tocara las canciones de un trovador provenzal que, fortuitamente, creció en el departamento oriental de Tacuarembó. “Tuve el privilegio de conocerlo y la mejor respuesta no es adjetivar sino recomendar con pasión que escuchen sus discos. Experiencia única, sublime por inexplicable”.

Feliz apocalipsis

2006

Esta suerte de antología reúne los trabajos para Liliana Porter, las canciones de la película Alma mater y todas esas colaboraciones con gente como Enrique Fierro (“Quiero ver una vaca”), Mariana Méndez (“Electrodomésticos”), Fidel Sclavo (“Agatha”), Ken Solomon (“Una línea roja”) y Fernando lvarez Cozzi (“Hamlet”). “En su momento, distribuí un montón ese disco”, dice Dani Umpi. “Me acuerdo que se lo grabé a Coiffeur, por ejemplo. Siempre hubo como una especie de tráfico de la música de Silvia Meyer en el que yo también participé”.