Mar de sangre                 4 puntos

Shark Bait, Reino Unido, 2022

Dirección: James Nunn

Guión: Nick Saltrese

Duración: 87 minutos

Intérpretes: Holly Earl, Jack Trueman, Catherine Hannay, Malaki Pullar-Latchman, Thomas Flynn.

Estreno: en salas únicamente.

A casi 50 años del estreno de Tiburón, resulta difícil saber si corresponde sentir gratitud por su director, Steven Spielberg, por haber creado una de las más grandes películas de aventuras y terror de todos los tiempos. O si, por el contrario, merece ser sometido al escarnio por ser responsable de abrirle el camino a centenares de hienas cinematográficas, que desde entonces se dedican a saquear la carroña de su éxito. Lejos de encontrarse en peligro de extinción, como algunas especies de tiburones, las películas sobre escualos asesinos más bien son una plaga. Pero como parece que exhibirlas sigue generando dividendos razonables, nadie se decide a exterminarlas. Entre tanto exceso a veces aparece alguna que vale la pena, como Mar abierto (Chris Kentis, 2003), Miedo profundo (Jaume Collet-Serra, 2016) o delirios disfrutables como Megalodón (Jon Turtletaub, 2018). Una rara minoría a la que no pertenece Mar de sangre, séptimo trabajo del prolífico cuan ignoto James Nunn.

Como la mayoría de las de su tipo, Mar de sangre tiene como punto de partida uno de los lugares comunes más reconocibles del género. Un grupo de jóvenes disfruta de unos días de vacaciones alocadas en una playa paradisíaca, comportándose como si no hubiera un mañana. La metáfora se volverá literal en menos de lo que pestañea un tiburón blanco. Ese mismo escenario es el que Spielberg planteó al comienzo de su película de 1975, aunque solo lo utilizaba como disparador para ir mucho más allá. En cambio, Mar de sangre llega hasta ahí nomás: después de la juerga nocturna los cinco pibes, tres chicos y dos chicas, se roban dos jetsky durante el amanecer y montados en ellos se van a dar vueltas a mar abierto. Como se trata de chicos alcoholizados e irresponsables, la película los usará para darle a los espectadores jóvenes una lección moral. “Pórtense bien, chicos, no sea cosa que un asesino serial enmascarado o un pez homicida los sorprenda cuando ya sea tarde para entrar en razones”, parece ser la moraleja, una lectura clásica del cine de terror.

Y no mucho más. Habrá lugar para los consabidos jump scares, esas escenas pensadas para tener al público dando saltitos en sus butacas, a las que se les debe reconocer el mérito de estar coreografiadas con precisión, a pesar de ser de manual. Menos éxito tendrá Mar de sangre al introducir situaciones dramáticas que no alcanzan a generar interés ni a incrementar los niveles de tensión. Tampoco ayuda un elenco con recursos expresivos limitados, que se corporizan en interpretaciones pasadas de rosca, y habrá momentos de acción inverosímiles hasta el ridículo (nota: lo inverosímil no siempre lo es). En cuanto al bicho malvado, de evidente naturaleza digital, aparecerá poco y de forma fragmentada, en un intento por conseguir que el fuera de campo haga su magia, como si el simple hecho de ocultar o mostrar poco activara el suspenso de forma automática.