“No me siento mujer, no quiero ser varón, no quiero transicionar y pensé que el nombre tiene ese poder de decir quién sos”, dice la poeta Gabby De Cicco, que eligió nombrarse así allá por 1984, cuando “firmaba con ese nombre en unos cuadernos Rivadavia que eran unos diarios míos. Ya estaba en la facultad, y me inquietaban ciertas búsquedas. La decisión de firmar con ese nombre es fuerte hace dos años, porque siento la fluidez de género y la disidencia”.
Y cuando era necesario aclaraba “con ‘y’ al final”. Esa “y”, griega, pero tan anglosajona también marcaba un territorio del que se apropiaría: la música y algunos autores en esa lengua. La búsqueda de un nombre y un lugar dónde nombrarse son características de la obra de Gabby. Una tierra aún por nombrarse que viene galopando desde su anterior libro Queerland, y se interna más con éste, su último poemario editado por Baltasara Editora: La tierra de los mil caballos.
“Estamos afuera de la sociedad/ en los oscuros patios de la bastardía/ con la revolución danzando/ en nuestras lenguas”. La lengua de la bastardía, de la revolución, la lengua con la que amamos y con la que danzamos, la lengua con mil caballos al galope. “Dios ha muerto/ Pero el punk no.” Sus poemas están marcados por la música, por las letras de las canciones dónde el aire beatnik se entremezcla con los olores del campo: “pastan los caballos / mientras suena la acústica / resuena en doble riff”. La tierra de los mil caballos une tres puntos cardinales muy precisos: la New York más queer (la de Ginsberg, de la Mapplethorpe), la Rosario de Aldo Oliva y esa tierra desbocada donde se busca un nombre. “Todas mis lecturas me ayudaron a romper mi propia lengua” dice De Cicco. “Y es este libro también dónde más se nota la influencia que tiene en mí la música. Para mí las letras de las canciones son casi como un libro. A mí me encantó cuando empezaron a salir los CDs que venían con un librito”
Entre este libro y Queerland (2011) pasaron cinco años y con el anterior trece. ¿Por qué esos cortes en la publicación de tus poemas?
–Los cortes se dan porque en el 98 empiezo a estar más activa en el feminismo, y empalmó con la creación de RIMA. En ese momento se publica Diarios de estos días y yo me vuelco a un activismo más de barricada (recorriendo por hospitales por cuestiones de aborto, asistencia a víctimas, etc). Fueron años en que escribí pero fue un período de ostracismo autoimpuesto, porque en esos momentos sentía que para la gente del activismo que yo fuera poeta no importaba, era algo secundario y para la gente de la poesía mi activismo tampoco era importante. Fue un momento de crisis. Pero si Adrianne Rich pudo, creo que yo también.
Tanto este libro como el anterior intentan escribir, narrar un territorio…
–Es un autofundarse constante. Queerland ya desde el título es una fundación y en La tierra de los mil caballos está en el nombre de quién lo firma. Hay una necesidad. Si pudiera definir al libro, lo definiría como una tierra desértica con rayos cayendo, una zona tormentosa.
En un poema la tormenta aparece sobre tus creencias: “Alguna vez creí en la poesía/ era pura ilusión.” Y más adelante “el poder de cambiar las cosas/ Yo creí en eso/ Creo en eso/ yo era ese creer”. Una idea tormentosa para una activista feminista como vos.
–Ese poema es como un mirar para adelante y para atrás. Tiene que ver con la militancia, con el periodismo y con ese límite de la poesía, que parece que en un momento lo podés decir todo y en otro parece que no. Es un límite. Y ya los habitantes del límite, Rimbaud, Artaud, Pizarnik nos enseñaron que pasar ese límite tiene un costo. En otro momento del poema digo: “he estado mucho tiempo aquí/ y ahora no quiero morir/ alguna vez quise/ Dos veces en particular lo quise”. Ahí hablo de mis intentos de suicidio.
En ese poema los dos primeros versos comienzan con “todes”. ¿Es esa una lucha también, la de instalar en un libro, en la literatura, ese uso del lenguaje?
–Utilizo todo lo que está a mi alcance. En otros poemas uso el todos, en otro el “todas” y a veces la “x”: “Hoy convoco a todxs mis muertxs”. Quizás hay un lugar de inflexión en mi lenguaje y es lo que me interesa traer a mi poesía. Algunos me hablan del problema de la “x” para leerla en voz alta, pero no se lee mucho en voz alta. Si produce malestar o duda, bienvenido sea.
La tierra de los mil caballos se presenta el sábado 3 de diciembre a las 19.30 en Jauss Espacio de Arte, Sáenz Díaz 38. Rafaela, Santa Fe.