Cuando comenzó su carrera, con apenas 11 años de edad, pronto lo catalogaron como “El niño prodigio del folklore”. El padrinazgo de León Gieco y su afectuosa relación con grandes artistas del género como Mercedes Sosa y Víctor Heredia alimentaron y fortalecieron tal denominación. Sin embargo, el paso del tiempo y el crecimiento personal y profesional, tras 21 años de carrera ininterrumpidos, hicieron que Abel Pintos fuera construyendo su propio estilo musical, despegándose poco a poco de aquellas etiquetas iniciales, para llegar a convertirse en un artista con sello propio. “Si bien siempre tuve en claro que mi raíz dentro de la música es el folklore, nunca le puse límites a mi creatividad y respeté el pulso original de cada canción conforme a cómo nace. Por ejemplo, si una canción nace en mí con un pulso de canción folklórica, genial, pero si nace con un pulso de pop, también genial. No le pongo límites estéticos a mi música porque me ocupo más de lo que quiero decir que de cómo lo voy a decir”,  explica Abel en diálogo con PáginaI12.
Sin dudas, 11, su reciente disco de estudio –que presentará en once funciones, a partir de hoy y hasta el 9 de diciembre, en el teatro Opera (Corrientes 869)– es el mayor exponente de esta metamorfosis musical por la que atravesó el músico bahiense. El mismo lo reconoce de ese modo y asegura: “Unico, mi primer disco en vivo, que llegó tras 20 años de carrera, vino a cerrar una etapa. Con 11, vivo como un ‘empezar de nuevo’ desde la concepción musical, dado que es el primero que será editado en otros países  y que me dio la posibilidad de trabajar con nuevos productores que no me conocían y que no estaban contaminados con nada de lo que había hecho antes. Sentí que si iba a cantar para gente que nunca me había escuchado y a la vez, seguir afianzando los lazos con quienes me siguen, esa objetividad era necesaria”.
Este trabajo discográfico, el número once de su carrera, fue grabado entre Londres y Madrid, bajo la producción de Leiva, cantautor español, y el reconocido productor sueco Martin Terefe, que trabajaron con el cantautor y su hermano Ariel para darle vida a los once temas que lo componen. Un álbum con un estilo que navega entre las baladas y el pop, con “Como te extraño” y “Oncemil”, y  la novedosa fuerza instrumental de canciones como “Pájaro Cantor” y “El Adivino”. Logra un equilibrio interesante entre un nuevo concepto musical y la impronta Abelística de siempre. “Es un álbum en el que se notan las características que el paso del tiempo y el cúmulo de experiencias han marcado en mi carácter dentro de la música, y a su vez es el resultado de un experimento musical, de esa búsqueda constante por seguir descubriéndome y reinterpretándome como autor, compositor e intérprete”, afirma Pintos.
–¿Por qué 11, y once canciones? Más allá de ser el disco número once de su carrera, ¿tiene alguna significación especial ese número para usted?
–Utilicé el 11 como un símbolo y conlleva muchos significados: partimos de que el disco está compuesto por once canciones, que es algo que se dio naturalmente porque dije todo lo que tenía que decir en esas once canciones y no necesité sumar ninguna más; nací un 11 de mayo, y me subí por primera vez a un escenario a los once años en un acto del colegio. Todo eso influyó en la elección del nombre. Sin embargo, el verdadero significado o el más importante, a mi parecer, es que las letras, en ordenes generales, hablan de cómo están  las relaciones entre los seres humanos hoy; esto es, de qué manera uno se relaciona con los demás conforme a cómo se relaciona con uno mismo. El valor que tiene el reconocer y respetar la unidad propia y la del otro, para desde ese lugar fortalecer las relaciones. Con esto lo que quiero decir es que hay fortalecer las individualidades para entre dos unidades poder lograr una nueva unidad. Así como por ejemplo, dos números 1 forman una nueva unidad que es el 11. Es algo puramente simbólico. 
–Este disco es el mayor exponente de un nuevo estilo en su carrera, o el quiebre definitivo con la tradición folklórica que marcó sus inicios. ¿Qué motivó este cambio?
–La verdad es que desde 2004 ya no me dedico a hacer folklore tradicionalista. Con Sentidos, el disco en el que empecé a escribir mis canciones, dejé de hacer el folklore tradicional que venía haciendo en los discos anteriores como intérprete. No es algo nuevo, este proceso y esta libertad creativa llevan muchos años. Además, me atrevo a decir que en 11 sólo en apariencias estéticas no hay nada de folklore, porque  cuando compuse “Cómo te extraño” –el corte de difusión del álbum– había, por momentos, subdivisiones de un género folklórico que es la cueca. 
–¿Le molesta que le pregunten o de cierta manera se le cuestione este desapego de la raíz folklórica?
–No, para nada, porque sé que no lo hice. En mis conciertos siempre canto algo de folklore pero por gusto propio, no por cumplir con nadie ni con nada. También sigo participando de la grilla de los festivales porque canto mi versión del folklore y porque soy autor y compositor de canciones folklóricas. Son apreciaciones personales que no me molestan en lo absoluto, las respeto. Y si el año que viene se me da por hacer un disco folklórico lo hago sin pensar,  porque lo que me mueve es el deseo. Siempre hago lo que siento y  necesito en cada momento. 
–Las canciones que componen este disco fueron compuestas en su mayoría por usted con colaboración de su hermano Ariel. ¿Cómo es el momento de la composición? ¿Cómo se desarrolla ese proceso?
–No hay un momento específico. Compongo las canciones como en una suerte de impulso, es como un brote. Empiezo a pensar una letra y una melodía al mismo tiempo, la canto una y otra vez, y ahí sale la canción. Es algo que sucede en cualquier lugar, no tengo un ritual armado alrededor de eso. Escribí canciones en momentos muy curiosos: en la intimidad de mi hogar, corriendo en un parque y en el medio de un concierto. Es algo que simplemente sucede. Luego, cuando reviso la estructura de la letra o de la música, tal vez encuentro cosas que no me cierran o no me convencen del todo y entra en participación un coautor.
–¿Cuál es su canción favorita de este álbum o con cuál se identifica?
–Es difícil elegir una, porque cada canción es una parte fundamental del concepto del disco. Pero si me pide que escoja una, elijo “Pájaro cantor” porque me parece que es la que grafica muy bien este cambio o transformación musical de la que venimos hablando. Tiene arreglos de metales, que nunca antes había utilizado, y un estilo de lírica que también es nuevo para mí. Si bien es un género de canción que no había abordado, cuando la escuchás decís “esta canción es re Abel”. Es un buen ejemplo, porque 11 tiene muchas cosas nuevas, pero a la vez, mis características más reconocibles se reconocen. 
–Por primera vez en su carrera trabajó con dos productores extranjeros. ¿Qué fue lo que lo llevó a trabajar con ellos y cómo vivió esa experiencia?
–La idea de grabar con productores de afuera era lograr cierta objetividad. Llevarles mi música a personas que no estuvieran influidas por lo que hice en los últimos 20 años. A Leiva siempre lo admiré como cantante, autor y compositor. Lo conocí, nos hicimos muy buenos amigos y de forma muy natural terminamos trabajando juntos. A Martin lo conocía como productor de muchos discos que escucho, y me gustaba, particularmente, el lugar desde el que él abordaba la música. Entonces, con el apoyo de Sony, viajé a Londres a conocerlo, tuvimos una linda conexión y se convirtió en el productor de cinco canciones de este disco que fueron grabadas en sus estudios. Las seis restantes fueron producidas por Leiva, que además se animó a acompañarme en un dueto e interpretamos “Alguien”, una muy bonita canción.
–En el objetivo de conquistar a un público nuevo, de traspasar las fronteras y llegar a otros países con su música, ¿tomó alguna referencia o influencia “internacional”?
–La verdad que no. No fui con ideas o referencias fijadas de antemano. Dejé que estos productores escucharan la musicalidad de mis canciones y me expresaran y mostraran qué les pasaba a ellos por dentro. No usamos referencias concretas. Pero lo que sí sucedió, que se dio por casualidad o causalidad, es que llegué a este álbum escuchando mucho a David Bowie y descubriendo a Bob Dylan. Y me encuentro con un Leiva muy cercano a Dylan y con un Martin Terefe que entiende muy bien el extraño mundo de Bowie. No fueron referencias directas, pero estuvieron ahí por algún motivo. 
A sólo cuatro días de haber salido a la venta, 11 se convirtió en Disco de Oro y luego de unas semanas alcanzó el Disco de Platino. Una muestra más, de otras tantas, que da cuenta del gran momento artístico que vive Abel Pintos, y que lo consagra como uno de los artistas más convocantes del país. Un fenómeno que, sin duda,  trasciende lo musical. “El público me acompaña en algo que sabe que es muy importante para mí. Que compren mis discos es un gesto que valoro muchísimo y que tiene un gran significado para mí porque no solo recibo un galardón, con todo el orgullo que eso implica, sino que además es una manera que tiene el público de demostrarme que entienden y viven la música tal como lo hago yo. Gustan del formato, pero a la vez entienden el significado: hacen el esfuerzo de comprar un disco porque comprenden el esfuerzo que se hizo para crearlo. Es una devolución de buenos gestos muy circular y muy bonita”, reconoce el músico nacido en Bahía Blanca.
–¿En algún momento imaginó que alcanzaría tal nivel de éxito y popularidad?
–Siempre digo que soñé muchas de las cosas que vivo, pero también vivo muchas cosas que ni siquiera me hubiese atrevido a soñar. Al mismo tiempo, las cosas que soñé y que viví fueron en un marco o con características impensadas, como si la vida les hubiese agregado un plus. Y eso refuerza mis ganas de seguir soñando y sobre todo mi fe,  porque me hace saber que más allá de lo que la mente de uno pueda ir, el universo, Dios o lo que cada uno crea, es todavía más grande y tiene mucho más para darnos. 
–Luego de 21 años de carrera, con tantos éxitos y reconocimientos obtenidos. ¿Le queda algún sueño por cumplir, algo pendiente por realizar?
–Sí, muchas cosas. Mi mente crea constantemente, todo el tiempo estoy pensando en cosas nuevas. Tengo muchos proyectos. Lo que más deseo es que Dios me dé la salud, la energía y el amor que necesito para seguir haciendo esto todo el tiempo que me quede por vivir porque es realmente lo que quiero hacer. La decisión que tomé a los once años, la repito hoy a los 32 con la misma seguridad… Quiero dedicarme a la música por el resto de mi vida.

Entrevista: Florencia Coronel.