El Mundial de Qatar expuso como nunca antes el perfil de un hincha de nuevo tipo. Podría llamarse el hincha internacionalista. Uno que derrumba fronteras, que supera cualquier dificultad cultural o política, que se une con otros por la misma pasión aunque no hable la misma lengua. El caso más emblemático fue cómo alentó a la Argentina el pueblo de Bangladesh (en bengalí, país de Bengala). Una nación de casi 170 millones de habitantes, ubicada a 17 mil kilómetros del Río de la Plata y donde el deporte más popular es el criquet. No es el único ejemplo, pero sí el más ostensible de apoyo a la selección nacional. En la India, Nepal, Italia, Cuba, Perú y hasta en la tierra del clásico rival, Brasil, hubo miles de fanáticos de la Scaloneta y de Lionel Messi en especial.

Este hecho saliente que dejó la Copa del Mundo apuntala la tesis de que el fútbol une. La convirtió en slogan la propia FIFA antes de que la pelota rodara en Qatar. “El fútbol une a las personas como ninguna otra cosa” declaró su presidente Gianni Infantino. A esa campaña adhirieron distintos jugadores o exjugadores. Desde Neymar, el partidario más famoso del ultraderechista Jair Bolsonaro a Didier Drogba, el exdelantero de Costa Marfil que gracias al juego más popular del planeta consiguió detener una guerra civil en su propio país: “Queremos divertirnos, larguen sus fusiles”, pidió desde el vestuario, minutos después de lograda la clasificación al Mundial de Alemania 2006.

El dilema a descifrar es qué organización o qué personajes están legitimados para pedir esa unidad que promueve el fútbol. Y con qué fines. ¿Es la FIFA del escándalo de los sobornos en 2015? ¿La que coorganizó con Mussolini y Videla en 1934 y 1978 dos Copas Mundiales que legitimaron dictaduras camino al Holocausto y al peor genocidio de América Latina en el siglo XX? ¿Quiénes son más creíbles? ¿Infantino y su Comité Ejecutivo junto a la Fundación que preside Mauricio Macri o los millones que de modo espontáneo salieron a festejar el título mundial de Messi y sus compañeros por las calles de Argentina y Bangladesh?

La pasión unió a esos dos pueblos desde abajo. A las coloridas demostraciones de apoyo al seleccionado de Messi y Scaloni, desde acá se reaccionó con la creación de un grupo de fans en Facebook del equipo nacional de cricket bangladesí. Fue un vínculo espontáneo y recíproco. No necesitó de la bajada de línea de dirigentes desprestigiados que organizaron una Copa Mundial en un emirato que no respetó los derechos laborales para construir sus majestuosos estadios y maquilló su política restrictiva hacia las mujeres y minorías sexuales en vísperas del torneo.

El hincha internacionalista, el que se unió por la magia del juego, el que se dejó llevar por la pasión ajena, lejana, resiste cualquier escrutinio al que quiera sometérselo. Salió a exteriorizarse de manera abierta y sincera, se autorreguló como pudo en la marea humana que desbordó autopistas, calles y plazas de Buenos Aires o desfiló en miles de motos de baja cilindrada y hasta sobre pequeños elefantes en Daca, la capital más densamente poblada del planeta donde ya no alcanzan los cementerios para enterrar a sus muertos.

Esa unidad en la diversidad estimuló probables nuevos acuerdos entre estados, como pasa ahora con la Argentina y Bangladesh, que no tenían embajadas pese a lazos históricos que se remontan a comienzos de la década del ‘70. La última dictadura cerró la sede diplomática en Daca por decreto N° 3.755 del 15 de diciembre de 1977, meses antes del Mundial ’78. Hoy, 45 años después, ya se habla de reabrirla.

La nación de abrumadora mayoría musulmana está marcada por la cruenta colonización británica. La causa de Malvinas se hermana con ese pasado. La Argentina apoyó la independencia de Bangladesh de Pakistán en 1971 tras una guerra de exterminio de este país con apoyo de Estados Unidos e Inglaterra. En aquel momento gobernaba desde la Casa Rosada otro dictador, Alejandro Agustín Lanusse. Aunque fue Perón el que dio un paso más y abrió la embajada en Daca (antiguamente Dhaka) el 30 de octubre de 1973, el día que Maradona cumplía trece años. Son mojones de la relación bilateral que explican en parte la pasión que despierta la selección nacional en Bangladesh. Una pasión que se renueva cada cuatro años con la Copa Mundial, pero que sus habitantes también viven cuando se juega el clásico de la capital entre los clubes Abahani y Mohammedan.

“Una larga tradición de locura por la Copa del Mundo en Bangladesh”, se titula la nota publicada el 21 de diciembre en un diario digital local donde el periodista Shishir Hoque explica que “la Liga de Dhaka se hizo más popular que nunca después de la independencia. Los dos clubes principales, Abahani y Mohammedan, cautivaron a los fanáticos del fútbol en todo el país. Cuando estos dos equipos se enfrentaron en el Derby de Dhaka, se creó un gran revuelo en todas partes”.

Bangladesh no es el único país en esa región del sur asiático -pobre y golpeada por la naturaleza-, donde sus hinchas se extasiaron con la selección nacional. En la India, el grupo de Facebook Argentina Fans Kerala supera los 290 mil miembros. Su página parece un santuario repleto de estampitas con imágenes de los jugadores y de los festejos por el título mundial. Kerala es el estado más progresista de esa nación, que está a un paso de superar a China como la más poblada del mundo (se estima que eso ocurrirá en 2023). Con tantos fanáticos por ahí, Argentina va camino a ser local en varios puntos del planeta. Nace un nuevo tipo de hincha, el internacionalista. Se basa en la admiración que despierta Messi, el reciente título en Qatar y se inspira en una cultura cosmopolita a la que el fútbol le abrió la puerta.

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