Ni Bertolt Brecht ni Herbert Marcuse ni Max Horkheimer: fue siempre el cineasta estadounidense George A. Romero el más agudo de los críticos marxistas de la realidad. Sin Romero no existirían ni The Walking Dead ni la trilogía nac & pop Plaga Zombie, que justo está por cumplir 20 años de su lanzamiento. Ojo, tampoco parte de la destacada obra de El mató a un policía motorizado: ¿o de qué creen que habla Mi próximo movimiento? ¡Ahora estoy arriba de mi casa con un rifle! El tributo también viene a cuento del disco Día de los muertos (esa tapa, esos zombies) y, por extensión, riega a todo el universo georgeromeriano.

Sin Romero, los zombies serían una cosa mensa, sosa y menor vinculada únicamente con el mundo del vudú haitiano. Por él los hay hasta en la sopa: Resident Evil y House of the Dead en fichines, Zombie Walk en ñoñada tunning, Surf Nazis Must Die en el muestrario de bizarreadas, exploitations simpáticas en el cine de Lucio Fulci y la posibilidad de infecciones vía Gran Hermano en Dead Set.

Con Romero, los zombies ganaron carácter, ánimo y elasticidad. “¡Vienen zombies!”, gritaba Walas, cantante de Massacre, en pleno apogeo de la gripe aviar. Y un poquito deslizaba la posibilidad de “ser un zombie”, de convertirse en un tipo que pierde el uniforme, que no entiende a la novia, al que ni el walkman le arranca.

No obstante, fue George A. Romero, con The Night of the Living Dead, Dawn of the Dead, Day of the Dead, Land of the Dead, Diary of the Dead, Survival of the Dead y Monerías diabólicas (bueno, no, mentira, con esa no) el que creó un gesto pop de todo este asunto: ahora los zombies pueden hablar simbólicamente de la crisis del capitalismo, los shoppings, el consumismo y la vida sistemática sumergida al romántico compás de las notificaciones de Instagram.

“La fantasía es un medio para las metáforas”, supo decir en su momento. A los 77 años murió George A. Romero, el creador de los zombies modernos. Y sería una insolencia imperdonable de su parte que justo él no vuelva a la vida convertido en una de sus putrefactas creaciones.