La prueba Beta    7 puntos

The Beta Test; EE.UU./ Reino Unido, 2021.

Dirección y guion: Jim Cummings y PJ McCabe.

Duración: 93 minutos.

Intérpretes: Jim Cummings, Virginia Newcomb, PJ McCabe, Kevin Changaris, Olivia Grace Applegate y Jessie Barr.

Estreno en HBO Max


¿Hay lugar para la ferocidad y el salvajismo en la comedia contemporánea cuando la corrección política es una norma no escrita del género y el fantasma de la cancelación sobrevuela cada intento de cruzar los límites? ¿Es posible, en tiempos de personajes fácilmente digeribles, apostar por un protagonista por momentos detestable, por otros revulsivo, siempre soberbio y al límite de la explosión? Desde que debutó en la realización de largometrajes en 2018 con Thunder Road, el actor, director y guionista Jim Cummings está gritándole a los cuatro vientos que claro, que obvio que hay lugar y es posible, que solo es cuestión de animarse y no darle mucha bola al qué dirán. Con esas directrices concibió, junto al codirector, coguionista y coprotagonista PJ McCabe, La prueba Beta, una comedia con tintes de thriller tecnócrata que comienza como una de Brian de Palma, coquetea con Stanley Kubrick y viaja hasta las profundidades de la mente astillada de un agente de Hollywood que asoma como una versión aggiornada del Patrick Bateman de Psicópata americano. Eso sí, nada de intentar meter gatitos en cajeros automáticos o matar indigentes

Si Bateman hacia lo que hacía por creerse imbatible, lo de Jordan se encuadra en un intento desesperado por romper una monotonía estresante. Pero el arranque señala otros caminos narrativos que, a medida que avance el metraje, se revelarán como secundarios. Con la frialdad maquinal de una película del director de Los intocables, la secuencia inicial tiene a una chica sueca que, alterada, llama a la policía por una trifulca familiar en su domicilio, la misma que, supone, sobrevendrá a la confesión de una infidelidad a su pareja. Lo que no imaginaba era que ese hombre, en lugar de enojarse o insultarla, le clavaría unas puñaladas y la tiraría por el balcón. Esa chica había recibido un misterioso sobre violeta con una invitación a un encuentro sexual “sin inhibiciones” con un desconocido en la lujosa habitación de un hotel. Mismo sobre que recibió Jordan un mes antes de su casamiento con Caroline (Virginia Newcomb), un evento que le interesa menos que las cotizaciones en la bolsa de Tokio.

Su mirada clavada en cuanta mujer bonita se le cruce es el primer indicio de que, quizás, Jordan tenga un monstruo interior que difícilmente se calme ante el compromiso. Pero esa monstruosidad no es exclusiva. Cummings describe la industria audiovisual como una bestia que se alimenta de egos y engaños, de búsquedas de atención a como dé lugar. Esa monstruosidad corporativa le permite a La prueba Beta abrazar la comedia –incómoda, negrísima– mientras pinta un mundo mediado por las relaciones técnicas. El problema es que el futuro de esa industria no parece no parece incluir a los agentes, detonando un tedio absoluto ante el caretaje que impone su oficio. Es así que asistió al hotel para una velada sexual inolvidable con una señorita a la que ni siquiera vio, pues en el picaporte había un antifaz que cubrió sus ojos hasta el fin del encuentro, una secuencia que recuerda a Ojos bien cerrados.

El encuentro es el principio de una obsesión de doble entrada (quién era la chica y qué mente estuvo detrás de la generación de ese encuentro) que crece a medida que su vida entra en una espiral donde lo real y lo imaginado se vuelve un todo indisociable, empujándolo, por ejemplo, a iniciar una “investigación” personal. Que para eso se haga pasar por policía no es casual, en tanto de eso trabajaba su Jim Arnaud en la mucho más amable Thunder Road. La autoridad y responsabilidad como las olas que carcomen los cimientos de la cordura. Cummings expresa su desmoronamiento con un abanico gestual digno de un Jim Carrey oscurísimo y vitriólico, cruel y cínico, que le imprime al film un aire desaforado, de puesta en abismo de un modelo de vida que cruje ante sus pies.