El candidato presidencial del Frente para la Victoria (FPV) fue acusado de liderar una “campaña del miedo”. La militancia macrista inundó las redes sociales con memes que parodiaban las advertencias de Daniel Scioli. “Mi hija Antonia me preguntó si era verdad que los huevos kinder no iban a tener más sorpresa”, ironizó el candidato de la Alianza Cambiemos mientras negaba que fuera a devaluar, ajustar o suprimir los subsidios. En esa línea, Mauricio Macri sostenía “no tenemos previsto tarifazos. No vamos a echar a nadie de su trabajo”. El transcurso del tiempo corroboró varios pronósticos del candidato del FPV. 

En la actualidad, el macrismo utiliza profusamente el recurso del “miedo” (a terminar cómo Venezuela, a que las inversiones no arriben por un triunfo electoral de Cristina Kirchner) como estrategia comunicativa. Inocular temor al cuerpo social es una vieja técnica de control ciudadano. La ensayista norteamericana Naomi Klein plantea que las elites económicas aprovechan los estados de conmoción para suprimir conquistas sociales. El famoso dibujante español El Roto resume esa idea con una viñeta donde un hombre vestido con traje y corbata sentencia “tuvimos que asustar a la población para tranquilizar a los mercados”.

En ese sentido, la restauración neoconservadora macrista encontró un escollo en la “herencia recibida”. La historia argentina es pródiga en transiciones traumáticas derivadas de crisis políticas y/o económicas (que suelen ir de la mano). Nada de eso ocurrió en 2015. La economía creció 2,4 por ciento, el nivel de endeudamiento externo era bajísimo, la tasa de desempleo muy reducida, el poder adquisitivo de salarios y jubilaciones se encontraba en el nivel más elevado desde la salida de la convertibilidad y existía una amplia red de inclusión social. 

Es cierto que no faltaban tensiones en el terreno económico. La reaparición de la “restricción externa” introdujo límites, a partir de 2012, al desarrollo productivo. Sin embargo, esas dificultades estaban lejos de configurar un escenario de crisis. Eso no impidió que el gobierno nacional avanzara en una “revancha clasista”. La fuerte transferencia de ingresos del trabajo al capital, operada desde el 10 de diciembre de 2015, desmintió la idea de que el cambio iniciado en 2003 era “irreversible”.

Sin perjuicio de eso, la resistencia de los ajustados obligó –en algunos casos– a revisar las medidas adoptadas (retoque de la fórmula de jubilaciones, recortes a pensiones, aumentos tarifarios). Esa “morosidad” en el ritmo del ajuste pone nerviosos a la ortodoxia económica. Por ejemplo, el economista Miguel Boggiano escribió en su twitter: “deseo que venga una crisis peor que 2001 para que Argentina achique el Estado, los impuestos y los sindicatos. Por las buenas nunca se dará”. 

Nada nuevo bajo el sol. Milton Friedman decía en Capitalism and Freedom que “solo una crisis –real o percibida– da lugar a un cambio verdadero. Cuando esta crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente. Creo que esa ha de ser nuestra función básica: desarrollar alternativas a las políticas existentes, para mantenerlas vivas y activas hasta que lo políticamente imposible se vuelve políticamente inevitable”.

“El miedo sólo sirve para perderlo todo”, enseñaba Manuel Belgrano en el lejano siglo XIX. Un repaso de la historia reciente demuestra que la sentencia conserva plena vigencia.

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@diegorubinzal