La vacuna para prevenir el VIH deberá esperar unos años más: el auspicioso proyecto Mosaico que reunía voluntades y capacidades científicas, entre ellas las de Argentina, fue cancelado. A la fecha, los ensayos se realizaban en naciones de tres continentes y en casi 4 mil voluntarios. Según los referentes del trabajo, aunque la vacuna a prueba “era segura, no brindaba protección”. La decisión fue tomada por un comité independiente de monitoreo que analizó la eficacia y no quedó conforme con los resultados.

La decepción corre en paralelo a las expectativas que había generado: se trataba de uno de los candidatos que más confianza había despertado, porque era el único que en los últimos 10 años había alcanzado esta fase de desarrollo. ¿Por qué fracasó? ¿Cuánto habrá que esperar para contar con una herramienta similar? Anthony Fauci, uno de los principales científicos del mundo y asesor del gobierno de Estados Unidos durante la pandemia, señaló que aunque la situación es “decepcionante”, el planeta no debe dejar de intentar la búsqueda de una solución para este virus.

Vacuna contra el VIH: ¿por qué cancelaron el proyecto Mosaico?

Además de Brasil, España, Estados Unidos, Italia, México, Perú y Polonia, las pruebas se llevaban a cabo en Argentina. Desde aquí, la Fundación Huésped se ubicaba como uno de los centros de referencia durante el procedimiento. “Pasó lo que pasó: después de que los voluntarios recibieron la cuarta dosis de la vacuna (eran seis en total), se realizó un análisis interino a cargo de un grupo de expertos independientes. 

Evaluaron la situación y llegaron a dos conclusiones. La primera es que no había más efectos adversos en la vacuna que en la rama placebo, con lo cual era segura; pero que, lamentablemente, la incidencia de nuevos casos de VIH en la rama placebo y en la que recibió la vacuna no fueron estadísticamente significativos”, dice Pedro Cahn, director científico de Huésped. Y luego continúa: “Así es como determinaron la futilidad, es decir, que no había razón por la cual continuar con el estudio. Recomendaron la suspensión, cosa que se hizo de inmediato”. 

La plataforma vacunal había sido diseñada por Janssen (que forma parte de Johnson y Johnson) en colaboración con el gobierno de Estados Unidos, y se encontraba en la última fase de ensayos clínicos, por lo que desde hacía tiempo significaba una enorme esperanza para la comunidad científica y, sobre todo, para los pacientes que alrededor del planeta estaban a la espera de una nueva herramienta para combatir el VIH. 

Al respecto, Cahn destaca: “Por supuesto que la noticia es frustrante pero eso no nos tiene que llevar a conclusiones erróneas. Tenemos que seguir buscando una vacuna porque, junto con el agua potable, son las herramientas que han salvado la mayor cantidad de vidas. Mientras tanto, tenemos herramientas que hay que utilizar mucho más: educación sexual integral, promoción del uso del preservativo y el acceso mejorado de testeo para el tratamiento inmediato tras la detección”.

¿Era esperable?

“Es algo que se veía venir. Hace un tiempo hubo otro ensayo muy parecido denominado 'Imbokodo'. Se probó una vacuna similar en mujeres africanas, que incluía un anillo vaginal y se tuvo que parar porque si bien era segura no ofrecía eficacia”, observa Gabriela Turk, investigadora del Conicet en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y Sida (INBIRS).

Los ensayos con esta tecnología de Janssen se habían iniciado en 2019. De acuerdo al perfil epidemiológico, principalmente, se habían reclutado mujeres transgénero y hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres, que tenían entre 18 y 60 años. Se denominaba “Mosaico” porque combinaba varias proteínas del virus de VIH (retazos de experiencias anteriores fallidas) y se las agregaba a un vector, un adenovirus, que en teoría podía haber funcionado para despertar la respuesta del organismo. 

Durante el proceso, los participantes fueron inoculados con seis inyecciones a lo largo de un año. La fórmula, según se preveía, sería efectiva para proteger a las personas frente a la enorme diversidad viral que el VIH presenta. No obstante, nada de esto ocurrió.

En paralelo, desde 2021, Moderna —la farmacéutica de EEUU que también desarrolló la vacuna contra covid-19— informó el inicio de la fase 1 de los ensayos clínicos con una plataforma vacunal de ARN mensajero. En este caso, el propósito es evaluar seguridad e inmunogenicidad en 56 personas con VIH negativo, de entre 18 y 56 años.

Uno de los principales problemas de salud pública

Según la OMS, a finales de 2019 había 38 millones de personas con el VIH, por lo que aún constituye uno de los principales problemas para la salud pública mundial y ha ocasionado 40 millones de fallecimientos. Una pandemia global que desde hace cuatro décadas no halla una solución definitiva. En los últimos años, sin embargo, esta situación se ha modificado por el acceso a mejores estrategias de prevención, diagnóstico y tratamiento eficaces; que provocaron que las personas con el virus puedan llevar una vida larga y saludable.

La dificultad para desarrollar una vacuna contra el VIH radica, en parte, en las características de infección del propio virus: a diferencia de otros, este infecta a las células inmunes del organismo e impide que luchen. Asimismo, el otro obstáculo es que el VIH muta con gran velocidad: aunque en plena pandemia, las nuevas variantes del Sars CoV-2 atemorizaban a propios y extraños, lo cierto es que el coronavirus es un patógeno relativamente estable si se lo compara con el VIH.

“El virus de VIH que circula en EEUU no es el mismo que el de Argentina ni el de cualquier otro país, todos son distintos. Por eso había mucho foco puesto en sus resultados y por eso también la decepción”, describe Turk. En la misma línea, Jorge Geffner, bioquímico e investigador del Conicet en el INBIRS, subraya: “Este se suma a otros tantos ensayos de vacunas realizados previamente en relación a VIH, un virus de abordaje difícil. Muta mucho más, tanto que en el mismo paciente infectado genera subvariantes. Cuando se inmuniza, el virus cambia tanto que termina por evadir su acción protectora”, detalla.

Hacia el final Turk se muestra optimista. Después de todo: la ciencia —como toda empresa humana— está hecha más de fracasos que de éxitos. “Siempre se aprenden cosas. En 2011 se suspendió un estudio en Tailandia que dejó un montón de enseñanzas, porque se generó mucha evidencia virológica e inmunológica que nos ayuda a entenderlo mucho mejor hoy. Con este pasará algo parecido, no tengo dudas”.

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