Estados Unidos y Alemania dieron el paso que faltaba para que la guerra en Ucrania cambiara tal vez de rumbo. Ambos países entregarán a Ucrania los tanques alemanes Leopard II y los estadounidenses M1 Abrams en una decisión que responde a una prolongada demanda de las autoridades de Kiev, pero a la cual los aliados --dividos ante esa opción-- habían rechazado.
Esta decisión marca dos tendencias. La primera: al implicar a Estados Unidos en el suministro de armas pesadas, Alemania renuncia a liderar el eje europeo en esta guerra que se inició en febrero de 2022. La segunda: los tanques alemanes podrían ser decisivos en el futuro, dada su probada eficacia. Para Moscú esto es un “espejismo”. Los analistas políticos también ven en estas decisiones un paso más político que práctico. Sumados unos a otros, los tanques que llegarán a Ucrania están lejos de los 300 necesarios para que Kiev pueda armarse con material determinante.
Al cabo de múltiples presiones aliadas y dentro de su propio país, el canciller alemán Olaf Scholz autorizó la entrega de los Leopard II del ejército alemán y de los mismos tanques que tienen los ejércitos de los países aliados (Dinamarca, Países Bajos, España, Finlandia, Polonia). Berlín acordó, por ahora, entregar 14 tanques. El cambio de Alemania es radical: Berlín, hace un año, sólo se había comprometido a suministrar 5000 cascos a Ucrania. Luego aceptó conceder material más pesado para un total de 3.000 millones de dólares. Olaf Scholz dio vuelta su posición luego de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunciara en un comunicado el suministro de 31 tanques Abrams.
El pasado 15 de enero, Gran Bretaña fue el primer país occidental que accedió a proveer a Ucrania “armas pesadas”: 14 tanques Challenger 2. Según Biden, la provisión de los tanques alemanes a Ucrania no representa “una amenaza de que haya una ofensiva contra Rusia”. La afirmación está lejos de ser cierta. Una de las razones por las cuales los aliados de Ucrania nunca estuvieron de acuerdo con la provisión de tanques Leopard II y Abrams fue porque, debido a su alcance y eficacia, se temió que acarrearan una escalada mayor del conflicto. En más de una ocasión, el canciller alemán reiteró que se trata de “evitar una guerra entre Rusia y la OTAN”. Sin embargo, la postura occidental de presentarse como “aliado” no beligerante, pierde cada día substancia.
Con Washington a la cabeza, los países que respaldan a Ucrania se comprometieron a dar 108 mil millones de dólares en ayuda militar, financiera o humanitaria. EE.UU. aporta 47,9 mil millones, Europa 29,7 mil millones y el resto otros 28 países. Una vez conocida la dotación de los tanques, Kiev habló de “una jornada histórica” y el Secretario General de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, dijo que la decisión del Ejecutivo alemán “representa un cambio que podría contribuir a la victoria de Ucrania”. Los tanques Abrams recién llegarán a Ucrania en septiembre y los Leopard II este mes de marzo. Estas decisiones y sus consecuencias son, por ahora, más retóricas que reales. Los tanques son muy pocos como para decidir la suerte de un conflicto de esta naturaleza. El mensaje político es, sin embargo, muy sólido.
Moscú ya se había burlado de la posibilidad de que Ucrania contara con estas armas y habló de “ilusión” occidental. Con la decisión ya conocida, Sergueï Netchaev, embajador de Rusia en Berlín, dijo que esto “aumenta el nivel de confrontación del conflicto”. Por su parte, el Kremlin, a través de su portavoz Dmitri Peskov, declaró que “los tanques occidentales se quemarán como los demás”. Olaf Scholz consiguió liberarse de la misión que la administración estadounidense le quería imponer: ser el líder europeo de la guerra contra Rusia derivada de la invasión a Ucrania. Al haber tanques alemanes y norteamericanos, Scholz incluyó a Washington en esta nueva etapa que comienza, sin por ello asumir el papel de jefe de los aliados europeos. Ello prueba, una vez más, que la Unión Europa no quiere dar un paso militar sin estar asistida por EE.UU. La tan evocada “Europa de la defensa” es un cuento para coloquios y conferencias. El politólogo alemán Markus Linden comenta al respecto que “no caben muchas dudas de que EE.UU. hubiera querido que los europeos se ocuparan de su destino. Sin embargo, creo que el canciller alemán no confía en la capacidad europea para sacar adelante el tema de la defensa común”.
Si Ucrania combinara en sus fuerzas tanques alemanes, británicos, estadounidenses y tal vez los franceses Leclerc, el mantenimiento y funcionamiento de cada modelo difiere. Esa es una de las razones por las cuales las autoridades de Ucrania optan por el modelo alemán, el más avanzado y expandido entre los ejércitos europeos con más de 2.400 unidades.
Para la mayoría de los expertos, estas armas pesadas podrían brindarle a Kiev una ventaja considerable en regiones del este, donde Rusia vuelve poco a poco a recuperar el control, luego de fuertes derrotas. El Instituto Internacional para los Estudios Estratégicos considera que si “Ucrania recibiera unos cien tanques, las consecuencias en los campos de batalla serían significativas”. Entre los atributos más valorados de los Leopard II figuran: una velocidad máxima de 70 km/h, autonomía de 450 kms, protección contra minas y misiles, y puede combatir mientras se desplaza. Se estima que el Leopard II “es capaz de atravesar las líneas enemigas y ganar mucho terreno”. Sus proyectiles alcanzan 5 kms y cuando recibe disparos, diluye la energía hacia el exterior protegiendo a la tripulación. Se necesitan entre cuatro y seis semanas de entrenamiento para manejarlo.
Enero ha sido el mes central en el compromiso de Occidente con la guerra en Ucrania: las armas pesadas estratégicas empezaron a entrar en escena. Francia modificó la posición occidental luego de que el Presidente francés, Emmanuel Macron, prometiera el envío de tanques ligeros AMX-10 RC. Luego lo hizo Gran Bretaña con los tanques Challenger 2, más tarde Alemania con los vehículos de combate Marder, le siguió EE.UU. con los blindados Bradley y nuevamente Alemania y EE.UU. con los Leopard y los Abrams M1.
El ingeniero y experto en armamento militar Marc Chassillan explicó al diario Le Monde la diferencia entre estos tanques y el T 72 ruso: ”los occidentales fueron elaborados entre fines de la década del 70 y la década del 90 en la Guerra Fría con el objetivo de destruir tanques rusos. Estos tanques van más rápido y disparan más lejos”. Pero estos atributos pierden fuerza frente a los pocos tanques entregados: Ucrania necesita 300 y Occidente ofrece 59. Las armas que fueron llegando aumentaron en potencia, pero no en cantidad. Occidente está inmerso en la trampa que el mismo creó. No puede entregar demasiadas armas para no desencadenar un conflicto incontrolable. Al mismo tiempo, los europeos se quedarían sin armas para defenderse. EE.UU no ganó ninguna de sus últimas dos guerras --Afganistán e Irak-- mientras que Occidente en su conjunto perdió la guerra en Siria cuando Rusia salió a respaldar con su aviación a Bachar Al Assad.