En su Resolución 70/212 de 2015, la Asamblea General de las Naciones Unidas invita a toda la comunidad internacional a promover la participación plena y en condiciones de igualdad de las mujeres y las niñas en el campo científico, la educación y el empleo, sin barreras jurídicas, económicas, sociales y culturales y fomentar la carrera y los logros científicos de las mujeres para el desarrollo sostenible. Sin embargo, a quienes trabajamos por transformar la realidad para mejorar la calidad de vida de las grandes mayorías nos moviliza trascender lo declamativo para realizar acciones concretas en pos de la justicia genérica como condición esencial de la justicia social.

En tiempos en que el planeta se ha tornado constitutivamente desigual y que esa inequidad pone en jaque los derechos humanos, la soberanía de los pueblos, la salud de la ciudadanía y el desarrollo de las comunidades, la respuesta es un Estado profundamente comprometido con la justa distribución de los recursos y, claramente, de las oportunidades. En este sentido, el concepto de justicia social merece una reflexión particular: sin justicia de género que garantice el acceso y el desarrollo igualitario de todas y todos a los diversos ámbitos de la vida laboral y profesional, no podemos pensar en justicia social.

Por eso, hoy quisiera detenerme en una dimensión específica: la lucha por una Argentina socialmente justa es, indudablemente, el horizonte de quienes formamos parte del campo nacional y popular, pero debemos hacer hincapié en aspectos que aún siguen, en parte, invisibilizados, como es el caso del acceso injusto y desigual de la mujer al mundo de la ciencia y la tecnología.

En un momento de inflexión en el que el endeudamiento con el FMI y, sobre todo, las decisiones que tomemos en torno a ello dictaminan, en gran medida, el rumbo de nuestra Nación, debemos llevar adelante políticas que se traducen luego en el ejercicio de una soberanía más firme. Para desarrollarnos de manera sostenible, necesitamos apostar al conocimiento y la ciencia, pero ¿podemos apostar a una ciencia desigual y reproductora de estereotipos? ¿Podemos avanzar cuando los cupos para los cargos científicos son ocupados mayoritariamente por hombres? ¿Cómo referirnos al desarrollo cuando aún en el siglo XXI las carreras de las investigadoras están acotadas y su remuneración es más baja que la de los hombres? ¿Cómo crecer si se restringe el acceso de quienes son agentes de cambio, equidad y vanguardia?

La ciencia y la igualdad de género son condiciones necesarias del desarrollo y la soberanía de la Nación. Pensar en la ciencia es aludir al pensamiento crítico, a la duda y la pregunta, a la diversidad y la pluralidad de voces. Entonces, ¿cómo no cuestionar estas desigualdades si buscamos un país justo, libre y soberano? Restringir algunos talentos es, sin duda, impedirlo.

En este sentido, es central un ingreso mucho más amplio de las mujeres al mundo de la investigación, sin disciplinas, saberes ni instituciones estereotipadas que abren puertas a algunos,pero las cierran a otras. El rol protagónico de la mujer y la educación de las niñas en el mundo de la ciencia aportan talento y brillantez, pero también una perspectiva más justa, creativa y diversa, es decir, su participación nos fortalece a todas y todos como Nación.

Pienso en las heroínas de la ciencia, que debieron luchar contra instituciones arcaicas para que la mujer tuviera acceso a la educación científica y, entre todas ellas, evoco la memoria de la gran Cecilia Grierson, con una historia anclada en nuestro municipio de Esteban Echeverría, que se convirtió en la primera médica de la Argentina y de toda Latinoamérica y nos honró con su inteligencia y singularidad a pesar de todos los obstáculos medievales que debió sortear.

En homenaje a ella y a todas las mujeres que han hecho ciencia por la soberanía y el desarrollo nacional, retomo una síntesis virtuosa que, a mi entender, debe ocupar la centralidad de nuestra agenda. Planificar en pos del desarrollo sostenible de la Nación implica, necesariamente, trabajar por una sociedad justa, pero esa justicia social solo puede ser un horizonte alcanzable si hay justicia de género y esto implica, entre otros aspectos, justicia en la ciencia.

Una ciencia que otorga oportunidades a todas y todos, que es equitativa e inclusiva, es una ciencia que emancipa, que independiza, que desendeuda. Por eso, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, apostemos a una ciencia de todas y todos, en la que las niñas tengan allanado el camino hacia el conocimiento sin restricciones. Pensar en una ciencia igualitaria implica, por supuesto, soberanía.

* Intendente de Esteban Echeverría