El relato deportivo tiene una gran tradición en Argentina y ha acompañado (y acompaña) a distintas generaciones. Ver un partido por televisión sin relato, más allá de que la imagen no se pierda y se pueda ver dónde está la pelota, suena a una canción instrumental. En la radio, directamente eso sería imposible porque la voz es la brújula del oyente. Nadie se imagina el gol del siglo de Diego Maradona a los ingleses sin el relato de Víctor Hugo Morales. Una emoción es alimentada por la otra. Y los goles se han consagrado al recuerdo colectivo no solo por la destreza creativa, sino también por las voces que lo han narrado.

Pablo Giralt, relator que recogió el legado de toda una época en la que las palabras eran la materia prima del periodismo, defiende con entereza esa carrera de narradores contemporáneos que mezclan objetividad con emoción, y al igual que algunos otros nombres de su gremio, en el último Mundial, en el que se mostró victoriosa la Selección de Lionel Scaloni, supo ser el pulso de un país sin soltarle la mano en los momentos más dramáticos y apostó por mantener la fe alta en un equipo que finalmente, después de 36 años, volvió a alzar la copa del mundo.

“El mundial fue un sueño. Si todos nos hubiésemos imaginado que la película terminaba así, quizás se podría haber disfrutado más. La foto final con Leo levantando la copa, uno de los momentos más felices de mi vida, y tantas cosas que pasaron en el mientras tanto, valió la pena”, dice Giralt a Líbero del otro lado del zoom, desde una de las oficinas de TNT Sports, la señal en la que conduce el programa Pelota Parada de lunes a viernes y en la que relata los partidos de cada fecha de la Liga Profesional.

Giralt pasó su infancia en Venado Tuerto, una ciudad alojada al sudoeste de la Provincia de Santa Fe. Antes de que su nombre se popularice en el ámbito deportivo, transitó un largo camino en el que atravesó pasantías de todo tipo y realizó trabajos vinculados al periodismo en su lugar de pertenencia. Cuando se agotaron las posibilidades locales, decidió desembarcar en Buenos Aires, en la búsqueda de nuevos rumbos para desarrollar su profesión, y en 1999 tuvo la oportunidad de un casting en Torneos, quedó y de ahí en más no paró más.

-¿Cuándo descubriste tu pasión por el relato?

-Siempre la tuve desarrollada. No me tropecé con esta pasión. Escuchaba radio y sobre todo a distintos relatores, Siempre me gustó relatar. Mientras mis compañeros jugaban al fútbol me gustaba relatarlo y también hacía lo propio con las figuritas: armaba mi partido imaginario. Es una vocación que tuve siempre. Nunca quise ser jugador de fútbol. Siempre quise ser relator o periodista.

-¿Qué es lo que más destacas de esta profesión?

-Siempre digo que soy un vendedor de un producto llamado partido de fútbol. Jamás se me va a escuchar decir: estoy aburrido o esto es un bodrio. Lo que estoy tratando de hacer todo el tiempo es que la gente se sienta atraída por lo que está mirando. En los Mundiales es más fácil porque se siente atraída de por sí, pero en el fútbol domestico tenés partidos mejores o peores, como en el fútbol en general, y uno tiene que tratar de que la gente consuma lo que hace. Siempre me sucedió eso. Transmití B Nacional, fútbol europeo y el objetivo siempre fue el mismo. Lo que busco es generar un atractivo por el tono, en el dramatismo o contar una historia para que la gente se sienta atraída sin importar los colores de la camiseta.

-¿Cómo fue el camino hasta llegar a donde estás hoy?

-Durante toda mi carrera he pasado por muchos lugares. No caí siendo relator de fútbol. Hice pasantías, fui productor. He vivido un montón de experiencias. Pasé bastante tiempo sin laburo. Respeto mucho este trabajo, lo quiero mucho. Ese cuidado forma parte de haberlo añorado tanto. Es una profesión muy sacrificada, muy difícil. Primero para encontrar laburo y después, cuando lo encontrás, tenés una vida social completamente diferente a la del resto del planeta, entonces eso hace que te encuentres con cosas en las que si verdaderamente no tenés la vocación, sea casi inviable hacerlo. Tarde o temprano te termina cansando. Ese es el gran desafío.

-En tu forma de hacer periodismo se caracteriza la sobriedad pero también hay que convivir con el entretenimiento, forma parte del producto, ¿cómo combinas eso?

-Tengo muy en claro lo que es el entretenimiento porque me toca hacerlo en otras cadenas. Pero creo que se puede hacer televisión, entretener y ser ameno, sin caer en la agresión, en la discusión desmedida o en otros estilos. Eso no quita que no estén bien desarrollados por otros protagonistas, pero para mí sería abordar lo mismo. Me he dado cuenta de que la sobriedad termina garpando. El camino es más largo, más lento, pero termina dando su rédito. Si sos sobrio en lo que haces te ganás el respeto y el prestigio. A veces, y sobre todo esta profesión, se busca por la fama, pero lo más lindo de todo es buscarla por el prestigio. La fama la conseguís en dos minutos y también se va en ese tiempo. El prestigio lo conseguís y es muy difícil que se vaya. Es una marca indeleble que te queda para toda la vida. A algunos les gustaré más a otros menos, pero tengo mi forma, mi estilo, y creo que la sobriedad me ha llevado hasta donde llegué. Soy así con mis lágrimas, mis rabietas y emociones, pero soy auténtico. Y eso es algo que no me voy a reprochar nunca.

-¿Qué relatores te influenciaron?

-Hay muchos. Tuvimos una etapa de relato con Víctor Hugo que fue muy buena y creativa. Tenía la facilidad de pintar un cuadro con dos palabras. Después se fue pegando mucho el relato radial al televisivo, los tonos son los mismos. Pero en radio tenemos un montón de estilos: Muñoz o Radio Rivadavia y su Oral deportiva. Hubo grandes maestros que dejaron su legado y nos ayudaron a los que teníamos esas ganas de ser relatores, a querer un poco más esta vocación de relatar fútbol. En televisión, Mauro (Viale) me parecía un fenómeno. Era sobrio y divertido a la vez. No le erraba a los jugadores. Le prestaba atención a esas cosas.

El mundial de Qatar fue el quinto para Giralt, pero no en todos los que le tocó asistir tuvo el mismo estilo para relatar. El de 2014 en Brasil fue bisagra porque ahí se dio cuenta que su línea profesional chocaba con su sentimiento argentino y tuvo que meter mano para construir una performance definitiva, la que irradió el vigor, la esperanza y la emoción de la última Copa del Mundo. La que lo llevó a transmitir con el corazón en la mano el penal consagratorio de Gonzalo Montiel ante Francia y decir: “Somos campeones del mundo, somos campeones del mundo, la puta madre. 36 años tuvimos que esperar para que el fútbol nos devuelva esta alegría tan grande. Gracias Messi. Gracias Leo. El fútbol te devolvió todo lo que le diste. Sos una leyenda. Naciste para lucharla. Desde Rosario te jugaste la vida, te fuiste a España con tu viejo. Dejaste todo”.

“A partir del 2014, elegí relatar así. Tengo cuatro años para relatar con objetividad, imparcialidad, sobriedad o la menor subjetividad posible. El Mundial déjamelo relatar como yo quiero. Como no voy a querer ser campeón del mundo o que Messi salga campeón del mundo. Tomé esa decisión y no me arrepiento en lo más mínimo. Creo que la gente me entendió y sabe que no se trata de una falta de respeto a los rivales. Lo hago porque estoy emocionado, porque nos va bien y lo vivo como la gente del otro lado”, concluye.