Mañana a las 19, en el Salón de Actos de la Facultad de Humanidades y Artes (Entre Ríos 758) donde fue docente hasta su reciente jubilación, Roberto Retamoso presenta un nuevo libro de poemas. Se referirán a la obra y a su tema los poetas Jorge Isaías y Rafael Ielpi. Titulado El Diecisiete y prologado por Horacio González, el poemario se publicó por Paso de los Libres, editorial especializada en temas políticos de la historia nacional reciente.

El Diecisiete no es otro que el de Octubre de 1945. Retamoso relata en presente intenso (no existe ese tiempo gramatical del verbo, pero debería) aquella jornada mítica, fundante del movimiento nacional Justicialista al que prefiere nombrar como "cultura nacional y popular". No hay que pedirle objetividad a un libro así, que como toda buena canción de amor depara en cambio belleza y pasión a raudales. Pasión lúcida, nutrida por los marcos teóricos y prácticos que maneja su autor: lingüística, psicoanálisis, política, historia y memoria.

Retamoso atesora entre sus recuerdos infantiles los manuales de lectura de la escuela primaria que lo "adoctrinaban" (la palabra es suya) con frases como "Perón te cuida. Evita te ama". Comenzó su militancia en 1966. Cuando volvió Perón, recuerda haber estado en Ezeiza para recibirlo. ¿Por qué no escribió sobre Ezeiza y sí sobre el 17 de octubre? Porque su intención era "escribir algo sobre el origen, con lo mítico, lo legendario. Fue un hecho real y a partir de esa historia se fue armando un enorme mito. Es la fecha de nacimiento del peronismo como movimiento. Perón ya estaba en el gobierno. Molestaba que beneficiara a los trabajadores, a los sindicatos. Lo meten preso pero la gente sale a la calle y lo rescata. Ese día murió un chico, Darwin Passaponti. Fue el primer mártir del peronismo. Lo matan de un tiro desde las oficinas del diario Crítica".

El libro abre con un poema que Retamoso escribió el año pasado y que dio origen a toda la serie. Su tema es la anécdota de "las patas en la fuente" narrada desde distintos puntos de vista: los prejuicios de sus primeros cronistas y las conjeturas e ideas que les opone el poeta. Y cierra conmoviendo con una cita de Eva Perón en la hoguera, de Leónidas Lamborghini, un "para él" donde resuenan dos liturgias del pronombre: una de ellas mítica y la otra, reciente. El panel central de este tríptico, siguiendo la tradición del retablo, tiene su figura de crucificado en Darwin, a quien Retamoso imagina como el hijo de un anarquista y el cumplidor de un mandato paterno.

El lenguaje de estos poemas es "bastante simple, no busca ser vanguardista ni caer en el populismo lingüístico", anticipa Retamoso, quien con modestia le otorga al libro un "valor testimonial". Aunque tiene además gran valor literario, sobre todo en las secciones 1 y 3.

La precisión histórica de aquella escena nocturna cuando "el conductor" asomado al balcón de la Casa Rosada nombra por primera vez como tales a los "trabajadores" reunidos en Plaza de Mayo, tiene también la precisión estética de los sonidos de un nombre: "esa vocal velar", "la oclusión inicial", "la nasalidad del último sonido". ¿Qué hace la multitud al repetir ese nombre? "Ruego o imprecación", "clamor y ovación" son una misma performance masiva, que constituye por ese acto singular su sujeto histórico, hasta entonces "desecho o detritus de la historia" y ahora enfrentando "las formas canónicas de la representación" en pos de "su forma verdadera". Y la encuentran porque su nuevo líder los reconoce, los inscribe en lo simbólico. Es la escena imaginaria del espejo, pero multiplicada.