El año pasado, en la Argentina se vendieron en promedio seis kilos de yerba por persona. Es un volumen alto si se lo compara con la industria del café, por ejemplo, que destina al mercado interno en promedio un kilo por habitante al año. Incluso más alto si se lo compara con el té, que promedia una venta de 85 saquitos al año por persona, algo así como 170 gr de las distintas variedades que se producen en el país. 

Otras cifras que ayudan a dimensionar la importancia de la actividad yerbatera: el 87 por ciento del total producido se destina al mercado interno, mientras que solo el 13 por ciento se exporta. Durante 2022, el consumo interno y las exportaciones superaron las 316.000 toneladas, según informó el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM).

En la provincia de Misiones, donde se desarrolla el 90 por ciento de la producción nacional de yerba mate, hay cerca de 200 mil hectáreas destinadas a este cultivo. Algo así como la superficie que ocuparía la Ciudad de Buenos Aires, multiplicada por diez.

Se pueden encontrar más de 200 marcas de yerba producidas en alrededor de 140 centros de molienda. Pero la ilusión de diversidad se desdibuja cuando se tiene en cuenta que solo once grupos económicos concentran el 79 por ciento del mercado, según la ONG Defensa de Usuarios y Consumidores. Ante esa desproporción, las cooperativas que reúnen a pequeños productores buscan alternativas.

Cooperativas

“Producimos cerca de 10 mil kilos por mes; eso es poco, pero tenemos la ventaja que vivimos en una zona donde es posible sustentarse, buscamos la ganancia más allá de la renta económica”, explica Tati Echagüe, integrante de la Cooperativa Agropecuaria Forestal de Industrialización y Comercialización Ltda. de Aristóbulo del Valle (CAFICLA), Misiones. Allí hacen la yerba Orembaé.

CAFLICA forma parte del Consocio Esperanza Yerbatera, una articulación que les permite fortalecerse a nivel provincial. Pero también buscan llegar a todo el país: “Trabajamos con la comercializadora solidaria Alta Red y con los almacenes de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT), porque buscamos que más gente tenga la posibilidad de conocernos y comprarnos, de otra forma sería imposible competir con otras marcas. La logística es fundamental, ya que sin esas redes los costos nos resultarían imposibles para llegar a las grandes ciudades”, agrega Tati, la única mujer que ocupa un lugar de responsabilidad en su cooperativa. “Aunque en la recolección de la hoja trabajamos todos, en la parte societaria es una actividad tradicionalmente destinada a los varones de la familia”, explica.

En Colonia Guaraní, a unos 50 kilómetros de Aristóbulo del Valle, se encuentra la cooperativa familiar que produce la marca Yerbal Viejo. “Vemos cómo nos está afectando el cambio climático, las sequías, los incendios, por eso creemos que debemos avanzar en otras formas de producción, como la producción agroecológica”, explica Iván Sand, ingeniero agrónomo, uno de los herederos de la tradición cooperativista de los primeros colonos entre los que se destacó su familia. 

“Conformamos un grupo que se llama Oberá Agroecológico, y no usamos agrotóxicos ni herbicidas, sino ovejas dentro de los yerbales para controlar las malezas, que de ese modo se convierten en 'buenezas', porque son alimentos para las ovejas; con el estiércol elaboramos nuestros propios biofertilizantes”, explica. Junto al grupo de pequeños productores de Oberá, Iván está trabajando en la plantación de árboles dentro de los yerbales, con el fin de “no generar monocultivo sino incrementar la biodiversidad y cuidar el suelo”.

A pocos kilómetros de Colonia Guaraní, en Campo Ramón, tiene su sede la Cooperativa El Colono, creadora de la yerba Grapia Milenaria. Después de mucho esfuerzo lograron poner en pie una planta industrial propia en la que secan, muelen y estacionan la yerba mate. 

“Hoy en día logramos dar a conocer la marca en el país; no fue fácil, costó muchos años de viaje, de presencia en el Mercado Central”, cuenta Carlos Beichteler, presidente de la cooperativa. “Estamos para aportar los conocimientos heredados de nuestros padres, entre ellos las prácticas amigables con el medio ambiente”, afirma. Grapia Milenaria, cuyo nombre hace honor a un árbol de madera que convive con los yerbales, se presenta como una yerba “libre de agrotóxicos, sin componentes químicos, secada y estacionada de forma natural”.

Además de la concentración del mercado y los factores climáticos, las cooperativas de pequeños productores enfrentan dificultades asociadas a la crisis económica. “El aumento de los combustibles incrementa los costos de fletes y logística”, apunta Iván.

La inflación es un gran problema, porque los productores tienen que esperar hasta un año para cobrar, y eso es muy difícil con esta situación”, agrega Carlos. “Siempre está la necesidad de que el Estado nos acompañe desde un lugar más presente, completa Tati. “Nos preocupa que, a diferencia de otros sectores como el lácteo o el vitivinícola, las pequeñas cooperativas productoras de yerba mate, que además es un producto de la canasta básica de alimentos, no podamos tener el apoyo necesario”, concluye.

* Integrante de la Coordinación Nacional de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT)