Un caso testigo es el de Mirtha Sisnero, en Salta: fue la primera mujer que peleó, desde el 2008, por lograr ser colectivera en el transporte público de esa capital provincial, concesionado por el municipio a siete empresas, donde el personal femenino estaba excluido al frente del volante. Su demanda llegó a la Corte Suprema, que le dio la razón y confirmó que efectivamente la discriminaban laboralmente por ser mujer, pero a pesar del fallo supremo y que su batalla le abrió la puerta a otras choferes, ella sigue sin conseguir un empleo como conductora de colectivo. A Mirtha también la sancionaron –impidiéndole trabajar– y la aleccionaron por patear el tablero para reclamar trabajo en un coto masculino.