Federico "Morenita" Marín no aparece por ningún lado. Presentado en su momento por Patricia Bullrich y el fiscal antidrogas, Diego Iglesias, como el mayor narco de la Argentina, ya lleva 12 días prófugo. Algunos dicen que se escapó porque los narcos, a los que les debe plata, lo quieren matar. Otros afirman que está escondido de la mano de la DEA (Drug Enforcement Administration), la agencia antidrogas norteamericana, que le apadrinó la insólita prisión domiciliaria de la que gozaba. Y no faltan los que se inclinan por la lógica, huye de la justicia argentina que lo está buscando, pero que también fue cómplice de darle el beneficio de la domiciliaria. O sea, que mientras en Rosario balearon el supermercado de los Roccuzzo, el aparato judicial le desplegó una alfombra roja para que se escapara con la excusa que tenía que ir a atenderse de las hemorroides. El hombre se sacó la tobillera electrónica y se evaporó.

Itatí-Rosario

Las balas de la ciudad santafesina desataron una increíble cantidad de acusaciones entre los dirigentes políticos. “Hay que usar todas las fuerzas para recuperar Rosario del dominio narco. Incluso las Fuerzas Armadas”, dijo Patricia Bullrich. No mencionó nada de nada sobre los cuatro años en los que fue ministra de Seguridad.

Pero Bullrich hizo un show cuando, en 2018, fue detenido Morenita Marín. Fueron varias horas en las que el narco se resistió y al final, ya rodeado, aceptó entregarse. La ministra lo calificó como “el narco más buscado del país”. De hecho, había una recompensa equivalente a cinco millones de pesos de la actualidad.

Morenita traía droga de Paraguay y proveía, entre otros lugares, a Rosario, en sociedad con la banda conocida como Los Monos. O sea, tiene un parentesco delictivo con lo que ocurre en la ciudad santafesina. Y también proveía a la Villa Zabaleta, en la que igualmente hubo una chiquita muerta el mes pasado.

Pero lejos de tratarlo como lo que era, el jefe de una organización, empezaron a hacer el negocio del arrepentido. Marín declaró contra un juez y dos secretarios, tras un acuerdo con Iglesias, del que no existe registro alguno. No se sabe qué le prometieron y mucho menos se conocen las pruebas que aportó. De hecho, en el juicio contra el juez Carlos Soto Dávila y los secretarios, Pablo Molina y Federico Grau, el arrepentido no apareció ni declaró, por lo cual deberían haberle revocado el arreglo.

Del negocio de los arrepentidos se conocen una enorme cantidad de casos. En el expediente conocido como Cuadernos, nunca se filmaron las tratativas con el chofer Oscar Centeno, que muy evidentemente mintió: dijo que había quemado los cuadernos y después resurgieron de las cenizas. Alejandro Vandenbroele, arrepentido en el caso Ciccone, recibió un hotel a cambio. A otro arrepentido famoso, Leonardo Fariña, le dieron un departamento en una lujosa torre de la avenida Juan B. Justo, donde transcurrió su vida alegre por varios años. Tampoco se conoció nunca la filmación del arreglo. Pero sí se supo que la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) le mandaba los textos que tenía que repetir en la justicia sobre la construcción de rutas, materia de la que no sabía nada, pero el macrismo necesitaba incriminar a Cristina Kirchner. En el juicio por lavado de dinero, Fariña se negó a contestar preguntas justamente por eso, no conocía el tema, y en algunos casos aceptó contestar, pero se fue por las ramas, no dio respuestas concretas.

Dado que no hay registro del acuerdo con Morenita, no se sabe si incluía la prisión domiciliaria y, tal vez, la fuga, con el argumento de que los narcos, sus socios, lo quieren matar.

¿Dónde está Morenita?

Las versiones son múltiples. En Itatí, el corresponsal de C5N en la zona, Marcelo Burchisky, reveló que Morenita es una especie de Pablo Escobar en la ciudad correntina. Pagaba 5.000 a 10.000 pesos a chicos muy jóvenes por breves acarreos de marihuana, carga y descarga de lanchas, les compraba zapatillas y se hacía cargo de médicos y abogados cuando tenían algún problema. De manera que hay chances de que haya gente protegiéndolo allí, en Itatí.

Pero también está la versión de que jefes narcos ya habían averiguado dónde estaba viviendo con su esposa y sus cinco hijos, en el marco del Programa de Testigos Protegidos. A Morenita le habían cambiado el nombre y le consiguieron una vivienda aparentemente en una pequeña ciudad bonaerense. Según parece, Marín le debe una enorme cantidad de dinero a los narcos paraguayos y ellos son los que lo están buscando.

La otra historia que circula se condice con la asombrosa prisión domiciliaria que le concedieron, con la aprobación del fiscal antidrogas, titular de la Procuraduría de Narcocriminalidad, Diego Iglesias, el hombre que -según coinciden en Tribunales- es el vocero de la DEA en Argentina. La Agencia ha sido denunciada en todo el mundo por manejos oscuros e infiltraciones en las que no se sabe quién está del lado de los narcos y quién del lado de la justicia. El rumor es que Morenita está escondido de la mano de la DEA, supuestamente para que no cuente cómo fue el acuerdo para que declare contra el juez y los dos secretarios de Itatí. Se trata de un juzgado siempre apetecido por Washington, en el límite con Paraguay, sobre el Paraná, y no tan lejos de la Triple Frontera, en la que Estados Unidos siempre aspiró a tener una base de marines.

Un dato llamativo es que Morenita intentó llevarse a su esposa e hijos. Después de la fuga, al mediodía del miércoles 22, habría intentado regresar para buscar a los suyos. El hombre siempre fue familiero, pero parece que esta vez no lo logró.

La alfombra roja

Como reveló Página/12 el domingo pasado, Morenita Marín obtuvo un increíble dictamen del fiscal vinculado a la DEA, Diego Iglesias, para que salga de prisión y se le conceda prisión domiciliaria.

En ese momento, ya había sido condenado a 12 años de prisión en una causa, ocho años en otra y tenía todavía varios expedientes abiertos. O sea que las condenas se iban a ir engrosando.

Además, Morenita había estado prófugo en Paraguay, en Tucumán y finalmente en las causas que se le siguieron en la tierra en la que tuvo el centro de sus operaciones, Corrientes. Cuando lo detuvieron, resistió a balazos, como antes ya había chocado a patrulleros para emprender la huida.

En las escuchas que constan en la causa, Marín habla de que tenía una ametralladora israelí Uzi, en otra comunicación se lo escucha comprándole a un tal Julio 200 proyectiles 9 milímetros y 1500 de M8, que ,según explica, es más chico que el fusil FAL. En otra llamada habla de “la metra y los fierros” que están en una valija.

A ese sujeto, le abrieron las puertas de la cárcel y lo mandaron a una vivienda en la que no había señal de internet. De manera que le dieron una tobillera, vinculada a un teléfono de línea, y que sólo marcaba el momento en que abandonaba el domicilio. En los lugares que tienen señal de internet, las tobilleras tienen GPS, o sea que no sólo se sabe que salió sino adónde fue.

Con esas facilidades, el lunes 20 de febrero sonó la alarma y Morenita dijo que iba al hospital a hacerse ver de hemorroides. Horas más tarde volvió. El miércoles 22 ocurrió lo mismo, pero ya no volvió y en el hospital respondieron que nunca había concurrido.

Mientras todos se agarran la cabeza -tardíamente- por lo ocurrido en Rosario, Morenita no aparece. Y en la ciudad santafecina varios fiscales afirman, justamente, que uno de los problemas claves está en la justicia.