"Nuestro maravilloso chico se ha ido, estamos tan orgullosos de ti, Charlie". Con estas palabras, Connie Yates, la madre del pequeño Charlie Gard, confirmó la muerte de su hijo, próximo a cumplir un año. Los médicos le habían retirado la asistencia respiratoria  en las últimas horas, tras el cese de la batalla legal librada por sus padres para evitar que lo desconectaran.

El caso de Charlie conmovió a la opinión pública británica y mundial, y hasta el papa Francisco se interesó por su caso. El niño nació con una rara enfermedad mitocondrial congénita, sin cura, y la pugna por estirar su vida conectado a un respirador se estiró hasta comienzos de esta semana, cuando los padres desistieron de seguir apelando a la Justicia. Ayer, un juez había dispuesto que Charlie fuese llevado a un centro de cuidados paliativos.

Los padres trataron, en ese punto, que Charlie pasara sus últimas horas en casa, con ellos, tras comprobarse que su deterioro era irreversible. No fue posible por los cuidados extremos que precisaba el niño.

En el debate judicial, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se había pronunciado hace un mes a favor de la postura de la justicia británica, que daba luz verde a una muerte digna para el hijo de los Gard. Para entonces, el matrimonio buscaba llevar a su hijo a los Estados Unidos para probar un tratamiento alternativo. Finalmente, el desenlace se dio un día después de desconectar al pequeño.