Desde Roma

Enrico Calamai, excónsul en Argentina durante la dictadura militar, es considerado un héroe porque gracias a sus esfuerzos fueron salvados de secuestros y torturas más de 300 personas enviadas fuera del país. Algunos lo llaman por eso “el Schindler de Buenos Aires”, en alusión al empresario alemán Oskar Schindler que usando el pretexto de que los necesitaba como obreros en su fábrica de objetos metálicos de Cracovia (Polonia), salvó la vida a más de 1.000 judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

Calamai, después de estudiar Economía en la universidad se dedicó a la carrera diplomática prestando servicio en distintos países. A Argentina llegó como vice cónsul en 1972. Un año después, luego del golpe de Pinochet en Chile, fue enviado a Santiago y allí logró trasladar a Italia a 412 perseguidos que se habían refugiado en la embajada Italiana. En 1976, año del golpe de Videla, estaba nuevamente en Buenos Aires y allí con la ayuda de un sindicalista y de un periodista, ambos italianos, logró salvar a argentinos e italo-argentinos.

Calamai fue condecorado con la Orden del Libertador General San Martín en 2004, en la embajada argentina de Roma. Ha escrito varios libros, entre ellos Niente asilo político (ningún asilo político) donde cuenta su experiencia en América del Sur. En los últimos años ha dedicado su tiempo a los inmigrantes, pidiendo “justicia para los nuevos desaparecidos”. El 22 de abril expondrá en un seminario sobre migrantes titulado “Migranticidio, un crimen contra la humanidad”.

Calamai estuvo presente en la iluminación del Faro de Roma, el pasado 24 de marzo, en recuerdo de los desaparecidos argentinos y las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. “Esto de encender una luz con los colores de la bandera en el momento en que la oscuridad cae sobre la ciudad, es bello, tiene un significado, es una señal de esperanza”, dijo Calamai en una entrevista con PáginaI12 en la que también hizo una comparación entre lo que fue la dictadura militar argentina y la actual actitud de Europa respecto a los migrantes. “Yo siento que la estrategia de eliminación de los militares argentinos, que consistía en la relación entre una actividad eliminatoria y una opinión publica que creía saber todo, pero que en realidad estaba adoctrinada, hoy se repite. En esa época estaba la televisión, hoy están las redes sociales. Y lo que no venía representado a nivel mediático, no existía. No había cadáveres visibles, por lo cual, según la gente, no había violencia. Esto permitió a la dictadura argentina eliminar a 30.000 personas ante la indiferencia de la opinión pública”, comentó. 

“También hoy -añadió- hay un cono de sombra en el que el poder puede proceder a la eliminación indiscriminada de personas. Esto es lo que sucede en Italia, en el mar, con los migrantes. Esto tiende a hacer desaparecer la obra criminógena del poder europeo y de la OTAN. Hoy los inmigrantes son los nuevos desaparecidos”.

El recuerdo-dolor de la Argentina

Calamai, que no se atribuye a sí mismo todo lo que hizo por los que escapaban del régimen militar, dice tener todavía algunos recuerdos muy dolorosos de Argentina que nunca se cerraron. Para él algo muy difícil fue “la dificultad extrema de poner juntas dos realidades opuestas, que no podían existir contemporáneamente pero que en realidad existían. Es decir, la realidad que me era presentada por aquellos que venían a pedir ayuda al consulado, y la realidad que veía saliendo del consulado marcada por una aparente normalidad absoluta de todos los días. Esto fue un verdadero dolor psíquico, una fractura que fue difícil superar, que me ha quedado como una herida que nunca se ha cerrado. Yo sabía que los que me pedían ayuda tenían razón sobre lo que me decían. Pero el entorno todo lo negaba”, subrayó.

Y recordó un evento concreto que lo conmocionó una vez que estaba dentro del consulado, que estaba ubicado en Plaza de la Libertad en Buenos Aires, cerca del teatro Colón. “Yo estaba dentro del consulado y sentí disparos afuera. Salí a la calle y vi un auto que partía velozmente. No había nada pero había manchas de sangre por la calle y la vereda sobre las cuales la gente caminaba tranquilamente”, contó, enfatizando además que “no tiene sentido recordar lo que ocurrió mil años atrás si no lo utilizamos para leer la realidad actual”.

Y sobre la herencia dejada a los argentinos por la dictadura, Calamai habló del “terror” que era parte “fundamental del régimen político neoliberal impuesto al pueblo argentino”. Cuando cayó la dictadura argentina en 1983 y se empezaron a saber sus crímenes a través de distintas investigaciones de institutos internacionales, “la reacción de la gente fue más bien de negación de lo que decían los informes, donde se veía clara la estrategia final y eliminacionista de los militares argentinos -explicó-. Era demasiado doloroso para que fuera aceptado, era demasiado el daño a la propia imagen de un pueblo que aceptó y sufrió crímenes contra la humanidad de aquellas dimensiones. Es que había quedado dentro del pueblo argentino el miedo, el terror de que se si uno hablaba de lo que había sucedido, los militares podían volver. Fue una respuesta negacionista por miedo. El terror fue una parte fundamental del regimen político neoliberal impuesto a la Argentina. Los militares se fueron pero dejaron el terror impreso en el pueblo argentino”.

Los “nuevos desaparecidos”

Sobre el tema de los inmigrantes que mueren en el mar o en tierra tratando de llegar a Europa y que él llama “los nuevos desaparecidos”, Calamai explicó que el mundo de hoy “es un mundo explotado, un mundo en el que reaparece el colonialismo” porque la globalización, de la que tanto se habían hablado maravillas, en realidad “no es otra cosa que un colonialismo a nivel mundial, que ha creado bienestar en los occidentales pero miseria, crisis climáticas, corrupción y guerras en el resto del mundo. El mundo de hoy está siendo destrozado por una de sus partes que es Occidente. Los flujos migratorios no son otra cosa que la otra cara de la globalización”.

“Si un pueblo se empobrece drásticamente, la gente debe irse del país -explicó-. El problema es que los occidentales los explotamos pero no los queremos cuando llegan a nuestros países. Los hacemos morir. Sabemos que es más fácil hacerlos morir que aceptarlos entre nosotros”.

Pero explicó además que “en el mundo neoliberal los nuevos llegados, si son pobres, son un costo que no se quiere afrontar. Y así están poniendo en función mecanismos eliminacionistas para hacer que los flujos migratorios no logren llegar al mundo occidental. Es lo que sucede en Africa con Libia, en Turquía, en Grecia, en la ruta balcánica, en Italia, en Marruecos”. Según Calamai, se los quiere hacer morir de manera que la opinión pública no los perciba, no se dé cuenta, usando el mismo mecanismo que usaron los militares argentinos con los desaparecidos.

“Las Naciones Unidas y Europa deberían aceptar el flujo migratorio que ellos mismos han provocado. Vienen a nosotros porque nosotros los hemos hecho escapar de sus países”, concluyó.

En efecto, el número de naves con migrantes que se hunden en el Mediterráneo han aumentado notablemente en los últimos meses. Se conoce que al menos seis naves con migrantes se hundieron en distintos puntos del Mediterráneo este año. Hasta el 10 de febrero eran 225 los muertos en 2023, en marzo se habla de otros 200. Según datos de organismos como la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), en los últimos 10 años hubo unos 26,000 muertos en el Mediterráneo.