Canción sobre canción es un tema de Fito Páez, un disco de Liliana Herrero, y ahora un documental sobre la composición de ese disco, pero más aún se trata del registro de una conversación a propósito de esa grabación, de la obra de Fito y los modos de acercarse a ella. Lo digo así, como un relato en espiral, porque precisamente es en ese volver a pasar sobre un mismo punto, en la insistencia en rondar en torno de algo, en mostrar que se piensa haciendo música y se piensa conversando, donde el film abre un tesoro.

En el corazón de esa lógica espiralada o en el fondo del palimpsesto, bajo cada pliegue, hay una conversación amorosa. Es la que sostienen Liliana Herrero y Horacio González, en el living de la casa común, con chistes, distancias y gestos de ternura, dándole el tono, absolutamente íntimo, a una reflexión honda sobre el papel de las composiciones de Fito en la cultura argentina. Es un documento sobre esa intimidad, sobre una conversación que se está produciendo frente a las cámaras de filmación, que es conciente de ese registro, pero que a la vez no se sustrae de un transcurrir inocente frente a ellas, esa suerte de inocencia que permite el retruécano rápido -todavía me río de alguno que no voy a adelantar por aquí-, la emoción compartida -los ojos que brillan y la mano secando las lágrimas para seguir, el abrazo que contiene-, el dar vueltas y vueltas hasta encontrar qué decir. Esa charla se grabó el 12 de diciembre de 2018 y, se me hace, que podría haber transcurrido en cualquiera de los días que ellxs compartieron, atravesados por una reflexión común, plena de exigencias políticas y culturales.

Imagen: Josefina Chevalier.

Liliana es la taumaturga de un pasaje: va de la escena de grabación con un grupo de músicos extraordinarios al sillón donde conversa con Horacio. Su canto enlaza una y otra situación. Cada canción, así, tiene dos interpretaciones. Una versión cantada y otra conversada. La conversación transcurre sobre la primera -construye una suerte de anterioridad que no sería tal, porque seguramente esa charla preexiste y continúa antes y después del momento en que una canción se plasma- y Liliana va desgranando las razones de algunas decisiones poéticas y musicales. Nada es inocente, ninguna decisión está eximida de seguir con el problema. Ese es otro tipo de intimidad fundamental del filme: nos muestra un laboratorio, un modo de hacer, la praxis de esa composición singular que es la interpretación.

Las canciones de Fito son pensadas como poemas, puestas en juego entre ambos con admirado amor. Los unió una amistad profunda, una cercanía que fue física en la Rosario de fines de los años 80, y permanente en la consideración mutua de las obras: discos, películas, libros. De dar cuenta de esa relación se trata, también, el filme. Horacio juega con los modos de describir a Fito, lo hace como si estuviera navegando en un no saber. Él, justamente, que fue el mago de las grandes y precisas expresiones, el que deslumbraba con una lengua que parecía que siempre estaba a su disposición, aquí duda, tambalea, busca con las manos tocar en el aire una interpretación justa de la importancia de Páez. Los gestos de esa mano, el pedido a Liliana de un tiempo más para seguir pensando, la conmoción final, son elementos de un archivo único de la cultura argentina. También una rareza: Horacio desgrana pequeños episodios de su biografía, los menciona, los indica, muestra desde qué lugar está dialogando con esa otra obra. Explicar es explicarse.

Imagen: Josefina Chevalier.

¿Cómo se habla de un músico que nos alegra la vida, que nos hace bailar, que cada vez que aparece vuelve con una notación inesperada, con una reversión de sí mismo que sorprende? ¿Cómo considerar a aquel donde llegan, como ríos nunca secos, las obras de Charly o de Spinetta? ¿Qué es Fito, hoy, después del mayúsculo éxito de los recitales que culminaron en dos Vélez y de la interpretación que procurará la gran industria del entretenimiento, Netflix? Quizás la industria cultural no pueda dar cuenta del conjunto de complejidades de una vida. Ojalá que no, para que no tengamos que rendir nuestras enteros quehaceres a su maquinaria. Porque vivimos tras los escenarios/ tratando de entender un poco, algo de esa singularidad que es Fito estará en ese rincón, en ese sillón de un living de Boedo, en dos amigos que interpretan lo que hizo, en un disco precioso de Liliana, en una conversación que es parte del aire, intemporal y eterna.

* El próximo 23 de abril se estrena en el Bafici el documental Canción sobre canción, dirigido por Fernando Arca.