Starship, el cohete diseñado por SpaceX del magnate Elon Musk, explotó a los cuatro minutos de haber despegado. Se trataba de un vuelo de prueba para comenzar a explorar la factibilidad de futuros viajes a la Luna y a Marte. Va en consonancia con las aspiraciones del multimillonario que desde hace algunos años se fijó como objetivo convertirse en un serio competidor en la carrera de los traslados cósmicos. Esta colosal obra de ingeniería aeroespacial había despegado a las 8.33 (10.33 hora de Argentina) desde Starbase, un polígono industrial que la compañía tiene en Texas. Aunque estaba programado que el propulsor se separara de la cápsula, esa parte del procedimiento no sucedió y el cohete se prendió fuego. El lunes se había cancelado el primer intento de lanzamiento por problemas técnicos segundos antes del despegue.

Al advertir lo ocurrido, aunque la reacción popular y los medios señalaron el fracaso de la misión, Musk utilizó Twitter --la red social de la que también es propietario-- para lanzar un mensaje: “Aprendimos mucho para el próximo lanzamiento de prueba en unos meses”. John Insprucker, ingeniero espacial y referente de SpaceX, fue en la misma línea que el multimillonario. “Esta fue una prueba de desarrollo. Este fue el primer vuelo de prueba de Starship”. Y continuó: “El objetivo era recopilar los datos y, como dijimos, limpiar la plataforma y estar listos para comenzar de nuevo”. De hecho, en la Starbase se escucharon aplausos de consuelo por el trabajo realizado. Aplausos que reconfortan pero no son suficientes, más si se tiene en cuenta que el costo estimado de toda la operación ronda los 10 mil millones de dólares.

El vuelo generaba muchas expectativas porque se trataba del cohete de mayor envergadura jamás lanzado: nada menos que 120 metros de largo (supera al Saturno V del programa Apolo, de 111 metros), 7.500 toneladas de empuje y 33 motores de encendido simultáneo. En el proceso, además, se reveló que seis de los 33 motores se apagaron luego del despegue y que, tras la explosión, sus partes cayeron sobre el Golfo de México. A pesar del espectáculo, desde la firma que lidera Musk no lo consideraron como "un fracaso” porque, precisamente, se trataba de un vuelo de prueba.

“Si hay algo que no califica ni describe a esta prueba es un fracaso. De hecho, desde mi perspectiva fue todo lo contrario. Se trata de un gran éxito, estamos en presencia del cohete más grande y poderoso de la historia. Controlar toda esa potencia es muy pero muy complejo en una primera prueba”, señala a este diario el astrónomo y divulgador Diego Bagú. Después continúa: “Pensaba que podía explotar en el lanzamiento, pero no solo no explotó sino que encendió la mayoría de los motores. Ascendió de manera vertical y logró superar una zona denominada ‘máxima presión aerodinámica’ que se vincula con el momento en que el cohete sufre más estrés. Todos estos desafíos los superó con éxito”. 

Así, desde Space X, aseguran que utilizarán esta experiencia para recopilar la mayor cantidad de datos y mejorar los prototipos de cara al futuro.

¿Qué falló?

En concreto, según revelaron los técnicos de la compañía, el fallo estuvo en el procedimiento de separación de etapas. Por un lado, se halla el cohete denominado “Super Heavy”, que nunca se había probado anteriormente y cuya función era impulsar a la segunda etapa la nave Starship, con el objetivo de ponerla en órbita. A diferencia de otras de su tipo, esta nave no emplea “mecanismos activos” para desprenderse, sino que solo gira sobre sí misma, se abren las mordazas de unión y solo resta esperar que la fuerza centrífuga presione hasta lograr a separación.

El problema estuvo en que el cohete propiamente dicho en la parte inferior no se separó de la nave. Como ese paso no se dio de manera correcta, se perdió el control. Fue una primera prueba y se pasaron muchas más etapas exitosas de las que a priori se creía que se iban a superar”, insiste Bagú con un mensaje optimista a pesar del problema. Al no lograr el objetivo de separación, es muy probable que desde tierra se haya activado la función de autodestrucción. Al dinamitarse en esos momentos precisos y no en otros, el equipo de expertos de la empresa evitó que la caída del cohete a la Tierra pudiera ocasionar males mayores.

¿En duda los próximos viajes a la Luna?

Semanas atrás la NASA presentó a los cuatro astronautas que, después de medio siglo, retomarían los viajes a la Luna en 2024 y 2025. La noticia fue comunicada con algarabía porque, entre otras cosas, mostraba la intención de Estados Unidos de retomar su rol protagónico en la carrera espacial que había liderado durante buena parte de la Guerra Fría. En este marco, los referentes de la agencia espacial norteamericana observaban muy de cerca lo que sucedía con el vuelo de este jueves porque el Programa Artemis III, encargado de conseguir que los humanos vuelvan a pisar el satélite natural en 2025, dependerán de Starship para concretar un alunizaje exitoso.

No obstante, para Space X nada parece representar un problema, en la medida en que tienen la billetera de Musk a plena disposición. Como back up, la empresa fabricó siete propulsores principales de cohete y 24 unidades de la parte superior. Aunque algunas son de prueba, otras podrían perfeccionarse para volar. Mientras tanto, continúa a todo vapor la construcción de nuevas máquinas. De hecho, en paralelo, se están construyendo nuevas torres de lanzamiento en Florida, que se sumarán a las de Texas, para satisfacer la frecuencia que Musk planifica. Buscará lanzar a razón de un cohete por semana. 

Tal vez, el mundo esté siendo testigo de las primeras evidencias de un auténtico imperialismo espacial. Solo faltaba que un filántropo amante de la ciencia y con mucha plata diera el visto bueno.

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