El ingreso del país al Fondo Monetario Internacional, en 1956, selló el inicio de un ciclo perverso de endeudamiento que condiciona las políticas en torno de la economía doméstica e impone condicionalidades imposibles de saldar. El peso de la deuda total llega hoy al 85 por ciento del PIB, pero solo el 20 corresponde a organismos multilaterales. En su número de mayo, que estará este domingo en los kioscos opcional con Página/12, Caras y Caretas intenta desentrañar cómo llegó la Argentina a deber 397.788.000.000 de dólares.

En su columna de opinión, María Seoane ata cabos con lucidez: “Mientras soportábamos otro incendio financiero producto del vigésimo acuerdo stand by del FMI de 2018 –tomado por Mauricio Macri, y desplegado en otra corrida cambiaria, otro saqueo de los ingresos populares en los idus de marzo de 2023 con la trepada del dólar motorizada por tres de sus ex ministros y su operador Juan Rodríguez Braun, presidente de Max Capital, sociedad de Bolsa que difundió falsos rumores de devaluación, cierre de bancos y renuncia del ministro de Economía, Sergio Massa, y que desencadenó la disparada del dólar ilegal– recordé que mi generación –allá por 1957 el FMI recién parido daba el primer crédito stand by a la dictadura de 1955– nunca pudo acostumbrarse a los efectos de las recetas de EE.UU., el imperio ascendente pos-1945. Este lenguaje, pensé también, parecería ser una lengua demodé de la lucha antiimperialista que abandonamos por las malas: la más definitiva tragedia con el asesinato y la desaparición masiva de mi generación a partir de 1976 cuando, ahí sí, el FMI asistió a la cúpula criminal del Estado terrorista, con la bendición de que si tenían que matar lo hicieran rápido y por tiempo limitado. Lo suficiente para que se estabilizara el plan Videla-Martínez de Hoz del modelo neoliberal que hoy, cuarenta años después, vocifera un iracundo llamado Milei, o el Hulk de la dolarización”.

Felipe Pigna, en su editorial, recuerda los pormenores del Empréstito Baring: “El 19 de agosto de 1822, por iniciativa del ministro Rivadavia, la Junta de Representantes de Buenos Aires facultó al gobierno provincial a negociar ‘dentro o fuera del país’ un empréstito de ‘tres a cuatro millones de pesos’, para: a) construir un puerto en Buenos Aires; b) fundar tres ciudades sobre la costa que sirvieran de puertos al exterior; c) levantar algunos pueblos sobre la nueva frontera de indios, y d) proveer de aguas corrientes a la capital provincial. Otra ley, del 28 de noviembre del mismo año, disponía que el empréstito ‘no podrá circular sino en los mercados extranjeros’, que sería por cinco millones de pesos (un millón de libras) y que la base mínima de su colocación sería al tipo de 70 por ciento, o sea que por cada lámina de 100, al gobierno de Buenos Aires le quedarían efectivamente 70 libras. La ley quedó aprobada y se fijó como garantía la hipoteca sobre la tierra pública de la provincia. Para 1904, cuando se terminó de pagar el crédito, la Argentina había abonado a la casa Baring Brothers la suma de 23.734.766 pesos fuertes. Todo un ejemplo para los endeudadores del futuro”. La historiadora Araceli Bellotta también aporta una nota sobre el tema, donde brinda más detalles sobre lo que puede considerarse la primera gran estafa al pueblo argentino.

Desde la nota de tapa, Noemí Brenta cuenta la relación de la Argentina con los organismos internacionales de crédito y su evolución en la historia, para explicar la deuda externa. “La deuda externa pública volvió al centro de la escena nacional. Sumaba 144.679,7 millones de dólares a fin de diciembre de 2022, último dato publicado por la Secretaría de Finanzas. Si bien esta deuda es menor que la de fin de 2019, porque el gobierno recompuso el financiamiento en pesos, la obligación de atenderla con dólares, cuando estos escasean, y las restricciones impuestas por las condicionalidades del FMI, traban la marcha de la economía y cuestionan la sustentabilidad de estos compromisos. A diferencia de otros períodos de sobreendeudamiento, cuando prevalecían los acreedores privados, más de la mitad de la deuda externa pública se halla en cabeza de unas pocas instituciones internacionales estrechamente vinculadas entre sí, la mayoría con sede en Washington, y sujetas a la influencia del gobierno federal.”

Horacio Rovelli escribe sobre el plan sistemático de endeudamiento y dependencia que instauró la dictadura cívico-militar. Alejandro Olmos Gaona reseña el juicio de la deuda externa. Carlos Boyadjian hace una radiografía de la deuda pública argentina. Y Néstor Forero da cuenta del estado de situación con los llamados fondos buitre.

Laura Testa explica los distintos tipos de créditos y condicionalidades. Y Bruno Nápoli trabaja sobre la relación entre endeudamiento, ajuste y represión.

Mario Rapoport hace un contrapunto entre las políticas de desendeudamiento de Néstor Kirchner y de reendeudamiento de Mauricio Macri. Y Demián Verduga analiza los términos del acuerdo con el FMI durante la gestión de Alberto Fernández, y escribe sobre la negativa de algunos diputados oficialistas de votar en el Congreso a favor de ese entendimiento.

Jorge Mancinelli analiza estrategias para renegociar la deuda. Néstor Restivo traza un panorama de los países que más deben en el mundo. Y Ricardo Ragendorfer cuenta la historia de Jorge Baca Campodónico, ex ministro de Economía de Fujimori y miembro del FMI, perseguido por la Justicia por múltiples denuncias de estafas económicas.

El número se completa con entrevistas con Martín Schorr (por Adrián Melo), Alfredo Zaiat (por Damián Fresolone) y Fernanda Vallejos (por Oscar Muñoz).

Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.