Temblor. Eso es con lo que Michael J. Fox, el popular protagonista de Volver al futuro, debe convivir desde hace más de 30 años. No se trata de pánico escénico sino de Parkinson, enfermedad que, como se sabe, es progresiva, degenerativa e incurable. Temblar en escena no es exactamente lo mejor para un actor. Durante un tiempo Fox lo mantuvo en secreto, hasta que no pudo más y lo blanqueó, actuando en los últimos años de forma esporádica. Algo que a esta altura de evolución de la enfermedad difícilmente pueda sostener durante mucho tiempo más. Basada en varios libros que escribió y producida por él mismo, Still es algo así como el legado que el actor de Lazos de familia ha querido dejar. Guionada por el propio Fox, podría pensarse que la película es algo así como “la versión oficial”. Aunque lo fuera, es lo suficientemente atractiva como para disimularlo.

Impresiona ver a este muchacho definitivamente simpático sacudido por espasmos incontrolables, que parecerían choques eléctricos. Más impresiona verlo caminar, algo que no puede hacer si no es en compañía de un asistente, y que hace a los saltos y tropezones (algo que le ha producido varios accidentes, incluido uno en el que estuvieron a punto de amputarle un dedo). Still, un título que juega con dos acepciones de la palabra (“quieto”, que es como Fox ya no puede estar, y “todavía”, adverbio de la resiliencia), tiene como eje una entrevista al actor, que habla de frente a cámara. La película dirigida por Davis Guggenheim (entre cuyos trabajos se halla La verdad incómoda, el documental ¿de autopromoción” de Al Gore) narra a grandes saltos lo más significativo de la carrera del actor, así como grabaciones en directo de su presente.

Aunque se inicia con la infancia (reconstruida con actores) del protagonista, Still no responde exactamente al género conocido como biopic, que sigue la vida de un famoso como quien sigue una línea de puntos. Ayudado por un estilo visual y un montaje tan dinámicos como Fox solía mostrarse en cámara (lo cual es mucho decir), Guggenheim rompe esa línea, ofreciendo registros variados (grabaciones de video, 35 mm, digital), y, sobre todo (es posiblemente lo más llamativo del documental) asombrosas coincidencias entre las series protagonizadas por Fox y los hechos de su vida real. Tan asombrosas, que si no se supiera que se trata de grabaciones reales, se pensaría que son producto de un virtuoso trabajo de fotomontaje.

El protagonista no pide caridad sino empatía. Exhibe un optimismo a toda prueba (recuerda al mostrado en sendos documentales por el crítico de cine Roger Ebert y Val Kilmer, que también sufrieron o sufren de enfermedades incurables). Fox reconoce su alcoholismo y su adicción a las pastillas de dopamina, que le ayudan a capear un poco el temporal del Parkinson. Así como –como corresponde a todo actor- su disociación de identidad entre el yo y la máscara. Aunque tenga la expresión facial paralizada, algo propio de una determinada fase de la enfermedad, Fox sabe que aún puede ser simpático, y lo usa. Al fin y al cabo se está mostrando en cámara, que es lo que hizo toda su vida. El documental es sin duda, y como le gusta al público estadounidense, “inspirador”, por la fe y la valentía con que Fox encara su situación. Pero por una vez, y aunque esta corriente de films suela dar obras babeantes de compasión, inspirador no suena a mala palabra. 

STILL - 7 PUNTOS

EE.UU., 2023

Dirección: Davis Guggenheim

Guion: Michael J. Fox

Estreno en Apple TV+