Disco de oro                  5 puntos

Spinning Gold, Estados Unidos, 2023

Dirección y guión: Thimoty Scott Bogart.

Duración: 137 minutos.

Intérpretes: Jeremy Jordan, Michelle Monaghan, Lyndsy Fonseca, Jason Isaacs, Tayla Parx, Wiz Khalifa, Jason Derulo, Casey Likes, Jay Pharoah.

Estreno: en salas únicamente

Así como la fiebre y la pérdida del olfato son heraldos del coronavirus, también puede decirse que el estreno de una película como Disco de oro resulta sintomático. La misma aborda la figura de Neil Bogart, productor y empresario artífice de Casablanca Records, sello independiente emblemático que en la década de 1970 “inventó” a Donna Summer y con ella a la música disco. Y que también fue responsable del lanzamiento a la fama de Kiss, uno de los grandes mitos del rock, de los queribles Village People, o la nave nodriza que cobijó a Parliament y Funkadelic, los lúdicos y desmesurados proyectos del gran George Clinton.

Los retratos “rockeros” existen hace rato en el cine y alcanza con recordar que The Doors, de Oliver Stone, con Val Kilmer como réplica de Jim Morrison, cumplió tres décadas hace unos años. Pero desde Rapsodia Bohemia, la ópera biopic de 2018 sobre Freddie Mercury, la industria audiovisual encontró una veta que viene explotando de forma sostenida. Aunque las figuras del rock no lleguen al nivel de los superhéroes, el último gran parripollo del cine, estos retratos rockeros demostraron ser más que autosustentables. En 2019 Netflix produjo The Dirt, sobre los escandalosos Mötley Crüe y Elton John hizo lo propio con la estupenda y autocelebratoria Rocketman. En 2022 fue el turno del Elvis de Baz Luhrman. Incluso El amor después del amor, serie sobre Fito Páez que viene reventando las métricas de la N roja es ejemplo de lo redituable (y por qué no disfrutable) que puede ser este subgénero. Ese es el zeitgeist sobre el que se monta Disco de oro.

Es cierto que se trata de una producción de factura torpe, cinematográficamente rústica, pero aún así se percibe en ella un gran amor por la historia que cuenta y eso ayuda a que el relato avance sin que el espectador se termine de alejar. Es por eso que es más fácil notar las debilidades de la película durante el comienzo de la proyección, cuando el espectador todavía está frío. Porque una vez que los personajes y sus historias comienzan a desarrollarse, aun con los trazos gruesos del caso, es más fácil que la curiosidad por conocer el lado B de estas grandes estrellas comience a ganarle la pulseada a la consciencia crítica.

El gancho de Disco de oro es el mismo que mantuvo a tanta gente pendiente de cada capítulo de El amor después del amor. Por eso la definición que calificó a la serie sobre Fito como un ejercicio de nostalgia también vale para esta película, en la que el protagonista le da cobijo a los artistas que las grandes compañías rechazan y no deja de apostar por ellos hasta volverlos exitosos. También es cierto que se trata de un panegírico acrítico en el que hasta los defectos del protagonista tienen un lado positivo que, siempre, le permiten caer parado como un gato. Una incondicionalidad que se explica en el hecho de que el director y guionista y varios de los productores son los hijos, la viuda y los amigos del propio Neil Bogart.