Una mañana, después de haber dado su primer show como guitarrista de Frank Zappa, Steve Vai se encontró con el jefe durante el desayuno en el hotel. “¿Y? ¿Cómo estuve?”, preguntó. Zappa le dijo que lo consideraba un gran músico, pero que sus notas habían sonado “como un sándwich de jamón”. Vai no entendía cómo. Tenía la Strato, tenía el Marshall. “El sonido no está en los equipos, está en tu cabeza”, remató Zappa. La consigna le resultó lejana y esotérica, hasta tiempo después.

“Con los años, cambié mi actitud con respecto a las giras”, le cuenta Vai a Página/12 desde su estudio en Los Angeles, mientras prepara un nuevo desembarco en Buenos Aires para tocar este martes a las 21 en el Luna Park (Av. Madero 420). “Con Zappa, cuando recién empezaba, era muy complicado porque no sabía cómo cuidarme a mí mismo. Teníamos que volar todos los días, hacíamos dos shows por noche con sus pruebas de sonido, y la música era muy difícil, tenía que practicar muchísimo. Y pensaba: ‘Nunca más voy a salir de gira, esto es para los pájaros’. Pero después supe que eso iba a ser mi vida, por lo que me concentré en las cosas que sí me encantaban de girar”.

-¿Por ejemplo?

-Ahora todo es bueno. Me gustan los vuelos largos porque puedo escuchar música y leer. Disfruto de estar con la banda y el equipo, de los momentos previos al show, de la caminata hasta el escenario. Pero mi parte favorita es la de conectar con el público a través de mis notas. Encontrar melodías hermosas y proyectarlas psicológicamente directo hacia los corazones y mentes de la gente. Los shows son menos “Rock and roll, a volvernos locos”, y más hipnóticos. Me gusta hipnotizar con la performance. Encontrar el espacio mental para comunicarse con la audiencia, eso nunca envejece.

-¿Cómo te preparás para conseguir ese efecto?

-Primero, hacemos pruebas de sonido largas, me gusta zapar y grabarlas. Como una hora antes del recital, caliento por unos veinte minutos, y después me empiezo a preparar. Me afeito, ordeno la ropa, y me encanta, es como una meditación. Incluso ponerme la ropa es una especie de honor. Nos abrazamos, alguien da una arenga, y justo antes de salir a escena me tomo unos momentos para crear un escenario mental en el que puedo tocar a cada persona del público, y ser el mejor entretenedor posible. Es un momento muy poderoso de visualización. A la situación de escenario la llamo “zona ultra”, donde se vive como un trance y te volvés híper presente para todos.

No es la primera vez que uno de los guitarristas más destacados del mundo dice verse a sí mismo como un “entertainer”. Es también una especie de ilusionista, uno de esos tipos que pueden hacer ver posible lo casi imposible, parte de una generación que en los ochenta encabezó una revolución sobre el concepto mismo de la guitarra eléctrica. En su caso, con el disco Passion and Warfare como máximo exponente.

Difícil esquivar ese pensamiento cuando se lo ve empuñar “La Hidra”, guitarra que estrenó para su ahora anteúltimo trabajo solista de estudio, Inviolate, que lo trae de gira por Latinoamérica. Un diseño inaudito que presenta tres mástiles, dos clavijeros y cuerdas de violín, entre tantas otras particularidades, en cuyo diseño trabajó por más de cinco años en conjunto con Ibanez.

El protagonista aclara: “Hubo tiempo en el que no reconocí eso en mí mismo. Cuando era joven quería tocar las notas correctas, tener un buen sonido y conectar bien con la banda. Una vez que empecé a sentirme más cómodo en mi propia piel, me di cuenta de que soy un entretenedor, un proveedor de servicios. Si vas a un concierto, buscás ver algo estimulante. Algunos quieren escapar de la vida normal, del trabajo, la política, lo que sea que esté fuera de la sala. Sólo querés sentirte bien. Mi meta es ofrecer algo que sea interesante, comprometedor, fascinante, aparentemente imposible, edificante y alegre”.

Mientras la gira Inviolate seguía su curso, el músico norteamericano de 62 años -va a cumplir 63 este martes- sacó otra placa en 2023. Una rareza ya desde el título: Vai/Gash. Un material que esperó tres décadas para ver la luz, y que no se parece demasiado al recorrido solista de Vai. Son ocho canciones directas de hard rock, de estrofas y estribillos marcados, unas salpicadas de solos de guitarra y mucho pulso ochentero.

-¿Quién fue “Gash”, el cantante?

-Johnny “Gash” Sombrotto fue un amigo mío de la costa este. Un motoquero duro de Long Island, un neoyorquino italiano. Una persona fenomenal, divertida, carismática, impredecible, loca. Al principio de los ’90 se mudó a California y empezamos a andar en moto juntos, que era lo que amábamos. En su momento decidí grabar un puñado de canciones que capturaran la sensación de libertad y empoderamiento que da andar en moto: estás con la naturaleza, generalmente con amigos, con esa máquina tan poderosa debajo tuyo, y podés ir donde quieras. Me encanta el rock de los ’70 y los ’80, supe que tenía que ser música ajustada y derecha, quería que las canciones fuesen melódicas, muy arriba y con letras simples. Así que en una semana grabé esto muy rápido.

-¿Cómo entró él en el disco?

-Cuando me tocó hacer las voces, ni siquiera sabía que “Gash” pudiera cantar. Él tampoco lo sabía, no era un cantante. Traté de cantar yo, y fue un desastre, no tengo una voz de rock and roll. Pero había reconocido algo en la voz de John. Le pedí que viniera al estudio y, cuando empezó a cantar, no podía creer lo que salía de su boca. Sonaba tan auténtico, carismático, al límite de lo cómico. Todas esas cosas eran parte de su personalidad. Él no sabía cómo era ser una estrella de rock, pero lo era.

-¿Por qué no lo sacaste en ese momento?

-Necesitaba terminar de crear el disco Sex & Religion. Pero “Gash” murió en un accidente de moto, quedé destruido y lo guardé por más de treinta años. Lo escuchaba cada tanto, y me gustaba. Era simple, algo muy distinto a las cosas de rock que había hecho y a mi música solista. Me recordaba esa sensación de empoderamiento, y también a John. El año pasado decidí sacarlo. Pensaba en arreglarlo, quizá crear algunas canciones instrumentales, pero después resolví agarrar las cintas tal como las había dejado y mandarlas a mezclar. Quedé muy sorprendido por la respuesta, incluso lo pasaron en la radio acá en Estados Unidos. Eso fue impactante, nunca había oído mi música en la radio. Es un pequeño gran disco.