“Me interesaba compartir el valor de que estar perdido es interesante, es bueno y es necesario”, reflexiona Eduardo Williams sobre El auge del humano, su primer largometraje, que tendrá proyecciones durante agosto en la sala de la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes (Av. Figueroa Alcorta 2280) y luego circulará por los espacios INCAA del país. “Cuando empecé a mostrar la película, algunos me hablaban de que tematizaba la pérdida de tiempo, pero para mí eso que puede verse como tiempo perdido es el tiempo que vale la pena”, define.

Como muchos otros jóvenes argentinos, Williams (que tiene 30) pasó por una etapa de desconcierto sobre su vida apenas salió del secundario. ¿Qué haría con ella? ¿Era entrar a laburar y listo? “Mucha gente está forzada a la subsistencia y no tiene tiempo para estar perdido y ver qué hace con ese vacío, a dónde lo lleva, a relacionarse con el mundo, la vida y todo eso.” Reconoce que tuvo la fortuna de que su familia lo bancó hasta encontrar su camino, que resultó ser nómade: nunca pasa mucho tiempo en el mismo país, aunque siempre habita el cine. “Peor están los que no pueden estudiar o tienen que seguir algo que no les gusta a la espera de que les dé plata.”

El auténtico shock, sin embargo, llegó cuando descubrió que los jóvenes de otros países viven exactamente lo mismo, sea en Vietnam, en Europa o en América latina. Justamente, El auge del humano gira en torno a esa instancia de indefinición con la vida en distintos grupos de jóvenes: en Buenos Aires, en Filipinas y en Mozambique. Su relación con el trabajo, con el tiempo de ocio, con la sexualidad paga online y las ganas de cambiar la propia historia son constantes que se superponen. Son tres historias que bien podrían ser otros tantos cortometrajes –de hecho, Williams viene del mundo de los cortos– pero se articulan como crisol narrativo en una búsqueda identitaria.

En ese mismo sentido va la sexualidad hiperespacial que reflejan dos de las historias. Sí, los pibes se transmiten en grupo a través de la web. Sí, cobran por mostrar el culo, la pija y por acceder –más o menos– a los pedidos dolarizados que llegan del otro lado de la pantalla. Pero para Williams la cosa es más compleja. “Tiene relación con la búsqueda de dinero, pero no es sólo eso”, advierte el director.

De hecho, recuerda haber conocido esos sitios online hace una década conocer y haberse encontrado con un montón de perfiles distintos entre los participantes: curiosos, experimentales, profesionales, jodones, de todo. “En la película parece una suerte de miniescapatoria y también una manera de explorar su sexualidad, o el querer huir de un trabajo aburrido. Aunque éste se puede convertir en lo mismo: es un trabajo y el dinero termina entrando en todos lados.”