En el verano boreal de 2014, Casper Clausen, Rasmus Stolberg y Mads Brauer –integrantes de la banda danesa Efterklang–, junto con el baterista Tatu Rönkkö, fueron invitados a participar en Our Festival, un evento multidisciplinario de pequeñas dimensiones que se realiza en Finlandia. “Nos condujeron a una cabaña que estaba en el medio de la nada. Llegamos con la mente en blanco, más allá de la propuesta de los organizadores, que nos desafiaron a crear música nueva y a estrenarla en el cierre del festival”, cuenta Clausen. “Esa residencia artística y la manera en que terminamos componiendo la música, un poco contrarreloj, intuitivamente, marcó la identidad de nuestra manera de trabajar hasta el día de hoy”, agrega el cantante, guitarrista y tecladista, al evocar el origen de esa extraña y fascinante experiencia sonora llamada Liima.
Fueron cuatro semanas a orillas del Lago Tuusula, en Finlandia. Y más tarde siguieron otras tres residencias de igual cantidad de tiempo en Berlín, Estambul y Madeira, Portugal. Inmersos en esos paisajes cambiantes e inspiradores, terminaron de darle forma al material que integra ii, su álbum debut, editado a comienzos de año por el reputado sello inglés 4AD. “Hay cuatro canciones que fueron escritas en la cabaña de Finlandia, dos en Berlín, dos en Estambul y dos en la isla de Madeira”, repasa Clausen. “Cuando escucho el disco, percibo las diferencias a través de la memoria. Puedo ver las playas negras de Madeira que le dan nombre a ‘Black Beach’, así como recuerdo a la sierra que cortaba madera en Finlandia mientras hacíamos ‘Trains in the Dark’. Por la forma en que creamos nuestra música, cada canción pertenece al lugar en el que nació: son como postales”.
La vertiente postrock que alimenta la obra de Efterklang esta vez quedó de lado. Y lo mismo ocurrió con su método de trabajo habitual. Rönkkö, el batero finés que pasó por las filas del grupo danés, se sumó de movida al nuevo entramado instrumental. ¿El plan? Surfear las olas más arriesgadas y aventureras de la indietrónica con la canción como horizonte. “Liima significó un nuevo comienzo para todos nosotros, es un espacio que no tenía ninguna identidad musical o material preexistente: tanto nosotros como Tatu teníamos la urgencia de empezar desde cero”, explica Clausen. “Pensábamos en los términos de una banda de garage, de alguna manera era volver a tocar como lo hacíamos en nuestra adolescencia. Queríamos encontrar una forma de tocar sin pistas grabadas, auriculares, ni nada de eso. Queríamos que todos los sonidos, incluyendo voces, programaciones electrónicas, beats y bajos, salieran de los amplis”.
Experimentación. Espontaneidad. Frescura. Esas son algunas de las palabras que se pueden asociar al modelo creativo de Liima. “Simplemente nos ponemos a tocar, improvisamos y hacemos pruebas. Puede ser que yo le diga a Tatu que use más sonidos de madera, o que él me diga a mí que susurre, o quizás Mads nos muestre unos acordes hermosos. La letra y la música vienen solos: la canción aparece en el espacio que hay entre nosotros. Desde el principio, fue un proceso de composición colectivo. Nadie viene con ideas o letras previas a nuestras residencias. Nos ponemos a tocar y, en algún momento, grabamos la jam. Y cuando volvemos a escuchar esas grabaciones, en una improvisación de una hora quizás encontramos un pasaje cortito de dos minutos y decimos: ‘Acá hay algo, está bueno. ¿Cómo hacemos para combinarlo con esa otra idea que se nos ocurrió a la mañana?’”.
Abierta a la interacción entre los integrantes y también a los estímulos del entorno, la materia prima con la que trabaja Liima recibe ingredientes de las fuentes más diversas. “Usamos un grabador portátil para samplear el ruido de objetos. Por ejemplo, el frasco de marihuana del padre de Tatu se terminó convirtiendo en el elemento clave de ‘Your Heart’: es el sonido que abre el disco”, explica Clausen. El mismo principio funciona a otros niveles: una charla de sobremesa se puede erigir en el pilar de un futuro tema. “En un almuerzo en Estambul hablamos mucho de Echoes, la película de Pink Floyd que se filmó en Pompeya. Cuando volvimos al estudio, empezamos a improvisar y Rasmus empezó a tocar el riff de ‘Money’ sobre la música, y eso nos dio un groove. La letra arrancó con eso de ‘History of Time’, por las ruinas de Pompeya. Y así surgió la canción ‘Roger Waters’”. 
Según Clausen, el resultado de tantas horas de búsqueda se podría sintetizar con la siguiente imagen: “Es como si los Depeche Mode se hubieran colgado mirando una película de Star Wars”. Y algo de ese choque de planetas de la constelación pop se escucha en el primer disco de Liima, palabra que en danés significa “pegamento”. La mezcla no sólo cuajó, sino que sigue dando nuevos frutos. “Como vamos a tocar por primera vez en Argentina, la lista también va a incluir los temas de nuestro próximo álbum. Toda la música nueva que hacemos termina siendo moldeada por nuestros shows, que son una parte muy importante en la creación de las canciones”, dice. En definitiva, ¿Liima es una especie de “banda de residencia”? “Creo que lo somos. Viajamos a diferentes lugares, en busca de aventuras, mientras escribimos y tocamos. Y la cosa se pone realmente buena cuando es la música la que cuenta su propia historia”.


Liima se presenta el viernes 2 de diciembre a las 20, en Xirgu Espacio Untref, (Chacabuco 875), como parte del Festival Días Nórdicos, junto a Julia Clara (Islas Åland),Teitur (Islas Feroe) y Sandra Kolstad (Noruega). Después de compartir un laboratorio de composición junto a los locales Axel Krygier, Mariana Päraway, Diosque y Lucio Mantel, los artistas nórdicos participarán de un concierto laboratorio el 4 de diciembre, en el C. C. Recoleta.