Quiero confesar que cuando hablan de la industria del juicio podría decir que hieren mis sentimientos. No lo digo, porque cualquiera de los muchachos de la barra me podría decir “no te agrandes Chacarita”. Entonces me referiré solo a la sensatez, y esto en el sendero en que se está manejando la política nacional en términos generales, donde la mayoría de los actores está en búsqueda de ampliar sus espacios. Por eso me voy a dirigir a los empresarios, requiriéndoles que aquéllos que los tengan se liberen de sus prejuicios y de la excesiva defensa de sus intereses que son legítimos -obvio, con límites-, y una vez desnudos de estos condicionamientos puedan advertir que les vendría muy bien apoyar proyectos cuyos títulos podrían ser entendidos como “piantavotos”.

Concretamente se trata de reducir la jornada de trabajo, con esto queda despejada la incógnita y felicito al lector/a que ya adivinó el acertijo. Está probado científica y empíricamente que la reducción de la jornada laboral tiene dos efectos: aumenta la productividad y disminuye los accidentes de trabajo. No hace falta que fundamente el por qué de mi afirmación con relación al aumento de la producción.

Pero respecto a la disminución de los accidentes y rememorando a un exministro de economía radical, Juan Carlos Pugliese, les puedo fundamentar no solamente con el corazón si no también con el bolsillo; el accidente de trabajo, más allá de que a todo ser humano lo conmueve el dolor de otro, genera costos que evidentemente es algo nada grato para el empresario y ello va más allá de las ART, para quienes también es un costo. Punto aparte.

Me queda como tarea para el hogar otra nota que fundamente la necesidad de proyectar la derogación de este sistema de lucro que pone en empresas aseguradoras -cuyo objetivo lógico en una economía de mercado es aumentar sus ganancias- la salud de las y los trabajadores. No hay nada más incompatible que la salud y el lucro.