El economista Javier González Fraga declaró que la economía “recontra arrancó”. El presidente del Banco Nación sostuvo que para comprobarlo hay que alejarse al menos “100 kilómetros de Buenos Aires”. La visión optimista de González Fraga es desmentida por los propios datos oficiales. Según los últimos datos del Indec, la actividad creció 0,3 por ciento en el primer trimestre del año. El dato no deja de ser dudoso para algunos especialistas. El incremento del consumo estimado por el instituto estadístico nacional (+ 0,90 por ciento) es desmentido por diversas consultoras privadas.

Lo cierto es que las cifras oficiales confirman, incluso partiendo de una reducida base comparativa, el estancamiento económico. Lo más preocupante es que el debilitamiento productivo coexiste con una política de megaendeudamiento. En otras palabras, la deuda no está financiando ningún proyecto desarrollista.

El gobierno nacional apuesta sus fichas al sector agropecuario pampeano. el presidente Macri plantea que el sector rural es el “primer gran motor de la Argentina”. En el primer trimestre de 2017, la actividad agropecuaria creció 4,3 por ciento interanual según el Indec.

La mítica idea de que la Argentina se “salva con dos buenas cosechas” es, como mínimo, ingenua. La capacidad de “derrame” del sector es muy reducida. Es más, los potenciales efectos benéficos se minimizan en ausencia de un proyecto económico–productivo inclusivo.

Por caso, el impulso “natural” que debiera producirse en ciertas actividades (por ejemplo, la industria de la maquinaria agrícola) ingresa en zona de riesgo en el marco de una política económica aperturista.

La economista Paula Español explica en Un mito que se derrumba que “entre las campañas 1990/91 y 2001/02, la producción de granos pasó de 39 a 69 millones de toneladas, es decir, creció un 78 por ciento. En simultáneo, la producción de tractores nacionales pasó de 4298 unidades en 1992 a 98 unidades en 2001 y su participación se derrumbó del 88 al 7 por ciento en el mercado total de tractores. Los años siguientes mantuvieron la tendencia creciente para la producción de granos, que se multiplicó de manera similar al período anterior (77 por ciento entre las campañas 2001/02 y 2014/15). Sin embargo, un esquema productivo diametralmente opuesto permitió recuperar la capacidad industrial –con larga tradición en la producción local de maquinaria agrícola– y los tractores nacionales producidos en 2015 alcanzaron las 4291 unidades frente a 398 importadas”.

Las ventas de los fabricantes locales de maquinaria agrícola repuntaron en 2016. Sin perjuicio de eso, la apertura importadora provocó que perdieran participación en el mercado doméstico. En unidades, la venta de tractores nacionales avanzó 9,3 por ciento, mientras que los importados crecieron 225 por ciento. En el caso de las cosechadoras, las nacionales subieron 29,4 por ciento y los importados 191,3 por ciento.

La Cámara Argentina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (CAFMA) advirtió que se encendieron “algunas luces rojas” por los niveles de importación. El presidente de la entidad, Raúl Crucianelli, denunció que “”hay una especial preocupación en los fabricantes de silos, ya que están ingresando equipos casi al valor de lo que cuesta la chapa en Argentina, sobre todo en los medianos y chicos; y también están afectados los equipos de fumigación y las sembradoras”. La experiencia argentina y mundial enseña que el “derrame” nunca funciona.

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@diegorubinzal