Los índices de seguridad alimentaria, laboral y social siguen en un gravísimo proceso de deterioro. Y lo peor es que se ha convertido en “normal”, especialmente en el sur de la Ciudad de Buenos Aires y en el oeste del Gran Buenos Aires. En esas zonas, un tercio de la población dice que pasó momentos de hambre en el último año, más de la mitad afirma que redujo las porciones de comida y porcentajes altísimos sostienen que tienen temor a perder el trabajo o que su situación laboral empeoró en el último año. En el terreno económico, seis de cada diez personas dicen que no les alcanza el sueldo, que compran menos productos que antes, que cambiaron las marcas que adquieren y que su situación empeoró en los últimos doce meses. 

Las conclusiones surgen del tercer Monitor del Clima Social (MCS) que realizó el Centro de Estudios Metropolitanos, un centro interuniversitario que comparten la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), la Universidad Nacional Arturo Jauretche y la Universidad Nacional de Hurlingham. Se entrevistaron 2400 habitantes de la CABA y del conurbano bonaerense. Es el tercer estudio hecho exactamente sobre la misma población y con la misma metodología, lo que permite comparar los tres monitores y medir la evolución de lo que le pasa al ciudadano común. 

“Llegamos al segundo semestre de 2017 y no hay señales de mejora –explica Matías Barroetaveña, director del Monitor de Clima Social–. Se consolida un panorama de incertidumbre, de inseguridad social. Hay pocos signos de esperanza en la mayoría, solo una minoría dice estar mejor. Aumentaron los temores laborales y se mantiene el pesimismo económico. Lo mas preocupante es que la crisis se transforma en lo usual y comienza a tener una traducción en lo alimenticio, sobre todo en el segundo cordón del Conurbano donde el hambre alcanza a casi un tercio de la población”. En un índice en el que cero es totalmente inseguro y 100 es totalmente seguro, el MCS concluyó en este tercer estudio que:

Comida

Cada vez más personas se sienten inseguras en lo alimentario, laboral y económico

Los índices de inseguridad alimentaria, laboral o económica se construyen sobre la base de preguntas concretas que se le hacen a los encuestados. Algunos de los datos son apabullantes:

Otra pregunta respecto de la inseguridad alimentaria tiene que ver directamente con el hambre. 

Barroetaveña señaló que “un dato muy fuerte es el deterioro del oeste del segundo cordón (Moreno, Merlo, una parte de La Matanza, Ituzaingo y Hurlingham). Sus resultados son gravísimos y es algo que no vimos en las dos muestras anteriores. Esto es de máxima importancia”. 

Trabajo

En el terreno laboral, nada menos que el 40 por ciento de los habitantes de CABA y el Conurbano bonaerense vivieron la situación de que alguien de su hogar haya perdido el trabajo. Más allá del despido concreto que sufrió alguien de la familia, lo que está fuertemente instalado es el temor a perderlo. 

El peligro de quedar desocupado no es la única forma en la que se mide la inseguridad laboral. Hay otras preguntas, como por ejemplo si están en mejor situación laboral ahora, comparado con hace un año. 

En ese terreno, el deterioro afecta a todos:

Todo esto es lo que se expresa en los guarismo totales. La seguridad laboral estaba en el 57 por ciento en la primera medición del Monitor y hoy cayó al 49 por ciento. 

Economía

Los que pasaron hambre este año

Los índices de seguridad más bajos son, como es previsible, los que tienen que ver con la economía. Por algo el consultor Jaime Durán Barba le pidió a los candidatos de Cambiemos que no hablen de economía en la campaña electoral. El índice económico del Monitor se construyó sobre la base de algunos preguntas que, por un lado, son sencillas, pero por otro lado, son lapidarias. Por ejemplo, si las personas llegan con el sueldo a fin de mes. 

Cuando se le preguntó a los encuestados cómo ven la situación económica del país, sólo 16 por ciento dijo que la consideraban buena o muy buena. Del otro lado el 24 por ciento afirmó que la situación económica argentina es muy mala y otro 26 por ciento sostuvo que es mala. Entre estas dos últimas categorías, los que ven la situación con ojos críticos, suman la mitad de la población. El panorama fue parecido cuando se preguntó por la situación personal. El 17 por ciento la calificó de buena o muy buena, mientras que el 33 por ciento definió las cosas en su hogar como malas y un 16 por ciento las evaluó aún peor: dijeron que en su casa la situación es muy mala. Se debe agregar que siete de cada diez personas dijeron que tuvieron que limitar las cosas que compran y también siete de cada diez revelaron que tuvieron que cambiar las marcas de los productos que adquieren. 

Barroetaveña concluyó su análisis con un diagnóstico durísimo: “Muy velozmente se ha instalado la emergencia social, laboral y alimentaria en la regional metropolitana. Ya no alcanza para atenderlo con políticas sociales. Esto va a empeorar si no se modifica la política económica con incentivos al mercado interno, el consumo popular y la producción Pyme”

raulkollmann@hotmail.com