Desde los medios de comunicación que ocupan posiciones dominantes se tiende a naturalizar situaciones de violencia. Violencias que no afectan a todos por igual, se concentran en los colectivos más vulnerabilizados de la sociedad.

Las mujeres son cosificadas en los medios, se las muestra como objetivos de consumo en las publicidades y en los programas de alto rating. “Si la mujer es un objeto puedo romperlo, cambiarlo, cortarlo, maltratarlo, esconderlo”, dijo a Cosecha Roja Stella Martini, doctora en Ciencias Sociales. 

En los mismos espacios mediáticos, se naturaliza la idea de que las mujeres son las responsables de las tareas de cuidado en los hogares, lo cual limitará su uso del tiempo, legitimando una doble jornada laboral.

Recordemos que la Ley de Protección Integral de las Mujeres define la violencia mediática como aquella publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres.

Pero no sólo en los programas y publicidades se legitiman y promueven desigualdades. Las coberturas periodísticas de los hechos de violencia también inciden en nuestra forma de ver el mundo. Por ejemplo, cuando se culpabiliza a las víctimas difundiendo datos de sus consumos culturales como si esto justificara la violencia de género: “Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria”, tituló Clarín para presentarnos el femicidio de Melina Romero.

Ese titular podríamos pensarlo desde la mirada de la antropóloga Rita Segato. Ella sostiene que “en los medios existe una pedagogía de la crueldad”. “Una de las consecuencias de esa pedagogía de la crueldad es la pérdida de la empatía de la gente. El público es enseñado a no tener empatía con la víctima”.

En ese sentido, para la Defensoría del Público de Servicios es imprescindible que la información relativa a un caso de violencia sea provista desde un abordaje que evite transformar el hecho en un espectáculo trágico o en fuente de diversión. Por el contrario, se recomienda tener presente que la violencia contra las mujeres es un fenómeno extendido en nuestra sociedad que trae consecuencias negativas para la vida de quien la padece, de su entorno, y para toda la sociedad.

Los medios hegemónicos cosifican a las mujeres. Ejercen violencia simbólica contra ellas reforzando estereotipos y desigualdades. Presentan las noticias de violencia como espectáculos morbosos, perdiendo de vista la cultura machista que nos atraviesa.

Como comunicadores y comunicadoras, el desafío es pensar desde una perspectiva de derechos. Problematizar acerca del sentido de nuestras producciones de contenidos: ¿Queremos pensar la comunicación como un servicio, donde se cuestionen las violencias y se visibilicen los derechos o buscamos generar un espectáculo basado en una pedagogía de la crueldad que solo busque vender más?

* Licenciado en Comunicación Social UNLZ. Docente de Comunicación Social y Seguridad Ciudadana, UNRN.