La jornada electoral tiene dos etapas muy demarcadas en una organización política que participa con posibilidades de alzarse con un buen resultado. La primera parte es la previa al domingo de votación, la organización de los fiscales, los votos para reemplazar donde falten y luego el momento que comienza a las ocho de la mañana. La segunda parte es la que comienza a partir de las seis de la tarde. Es el momento del recuento y el informe de los resultados mesa por mesa que suele desarrollarse no muy lejos de lo que es el comando de campaña o búnker, como lo llaman desde un tiempo a esta parte. Esto es lo que ocurrió en el de Unidad Ciudadana, en el estadio del club Arsenal de Sarandí.

En el gimnasio del club se instaló un escenario y allí mismo, separado por un mangrullo para las cámaras de televisión, las mesas para los periodistas. Fueron seis horas de espera, de especulaciones y de cruce de información.

Entre las 18 y las 21 lo único que se incrementó en el salón donde estuvo la prensa acreditada fue el sinnúmero de rumores sobre cuál sería la diferencia de votos en la provincia de Buenos Aires. Proliferaron bocas de urna de diferentes tonos, color y de procedencia dudosa. Nada, nada se sabía y nadie sabía decir algo. Los pocos dirigentes que caminaron por esa zona se limitaron a pedir paciencia, a recordar que Unidad Ciudadana no había contratado encuestas a boca de urna y que nos les quedaba otra alternativa que esperar pero juraban que mantenían la confianza en el resultado final.

Pasadas las 19 comenzaron a aparecer algunas fotos tomadas de celulares de fiscales que mostraban los primeros recuentos de lo que aseguraban se trataban de mesas testigo y que daban resultados favorables para Unidad Ciudadana. Las primeras fueron de Avellaneda y despertaban una sonrisa esperanzadora entre los que la comentaban. Unidad Ciudadana obtenía 119 votos y Cambiemos 77.

Luego silencio o, mejor dicho, música estridente en el gimnasio donde se había armado el escenario y colocado las mesas para los periodistas. El paso de Jorge Taiana y Leopoldo Moreau por el pasillo armado para las cámaras de TV parecía que había sucedido hacía tiempo ya.

Poco después de las 22 comenzaron a escucharse algunos cánticos ante el escenario pero la música los fue tapando y otra vez nada.

En el edificio del costado del gimnasio donde funciona lo que se conoce como el hotel para que concentren los jugadores se ubicaron los candidatos. A estos le destinaron el primer piso. Allí se arremolinaron los precandidatos a diputados con sus familias y también los que acompañan a Cristina en la boleta para el Senado. “A no bajar los brazos”, arengaron los aspirantes a diputados a su tropa a través de mensajes por las redes sociales. Se sabían en segundo puesto porque así lo expresaban los primeros datos que arroja el escrutinio provisorio y que estallaban en las pantallas de las computadoras. La pregunta que se repetía casi como una letanía era cuándo iba a hablar CFK y la respuesta siempre era la misma: “cuando haya una tendencia firme”. El punto, sostenían los precandidatos e incluso algunos actuales legisladores, es que el oficialismo no estaba cargando todo lo que se escrutaba como aseguraron durante la jornada del sábado sino que estaban demorando aquellos distritos de la provincia donde UC mostraba una muy buena perfomance.

El segundo piso del hotel estaba destinado para Cristina. Allí recibió a todos los protagonistas de sus actos de campaña. Hasta allí llegaron aquellos ciudadanos bonaerenses que subieron junto con ella al escenario circular del 20 de junio cuando lanzó su candidatura a unos metros de donde se encontraban, en el campo de juego de Arsenal. También estuvieron las adolescentes que tomaron el té con la ex presidenta e incluso el panadero santiagueño, Gabriel Etcheverry, que grabó un video donde le dedicaba una canción mientras preparaba las medialunas. Cuando éste llegó se fundió en un largo abrazo con CFK. Un piso más abajo, enterados de la actitud de Cristina, los precandidatos mejoraron el clima mientras consultaban en sus celulares los cómputos oficiales y esperaban que aparecieran los datos que, confiaban, iba a permitir dar vuelta el resultado.

Abajo, en el gimnasio, las canciones de Andrés Calamaro, Los Redondos, Abuelos de la Nada y hasta Manal se sucedían sin solución de continuidad y a todo volumen. Cuando restaba una hora para la medianoche la web del escrutinio avisaba que ya se había contado el 25 por ciento de los votos y Cambiemos se mantenía adelante con el 36,64 por ciento de los votos para senadores. La boleta de Unidad Ciudadana obtenía 31,76 por ciento. Y en la Tercera Sección electoral, donde estaban depositadas las esperanzas apenas si se movía. “Hay que tener confianza”, aseguraba una diputada que trabajaba a destajo con la información que remitían los fiscales de los diferentes rincones de la provincia de Buenos Aires, la más grande, la más poblada y la que pone o saca un presidente. Cuando se habían escrutado el 48 por ciento de las mesas de la provincia entre los kirchneristas continuaban asegurando que “nada estaba dicho”. Restaban 15 minutos para la media noche y la militancia tomó el gimnasio bailando al ritmo de la cumbia que surgía estridente de los parlantes dispuestos a los costados del escenario que continuaba con una gran pantalla que tenía la leyenda Unidad Ciudadana y, sobre el escenario, un micrófono que esperaba.