Dice Ricardo Tapia en la gacetilla de prensa: “Criollo tiene musicalmente todo lo que la banda denomina ‘música negra argentina’”. Luego justifica el concepto apelando a un mosaico que mezcla rock & blues & soul, más otras “yerbas eléctricas” y una forma de hablar, sentir y escribir desde acá. La figura que utiliza, para despejarse de ese aura afroanglo, es un cóctel contradictorio de mate, fernet y champagne. Dice el frontman de la Mississippi Blues Band, ahora ante PáginaI12: “La otra explicación es absurda pero valida. La combi de gira es mate y galletitas criollitas, y te volvés un criollo de comer solo eso por varios kilómetros. A veces una pavada te da un nombre. Me recordó al titulo del libro Gracias por el fuego, que suena épico y es solo por el fuego del pucho”, se ríe él, con la intención de explicar, desde lo etimológico cotidiano, el flamante trabajo discográfico (el decimotercero) que la banda presentará hoy a las 22 en La Trastienda (Balcarce 460).

–Trece discos, ya. Si hubiera que pensar Criollo en relación a otros trabajos de la banda ¿de cuáles está más cerca y de cuáles menos?  

–Siento que Criollo es un disco emparentado directamente con Búfalo e Inoxidables, sobre todo a nivel sonoro. Y esto es así desde el momento en que asumimos el formato de quinteto. Tener esta formación no solo dio litros de aire interno al sonido de la banda, sino que revitalizó la palabra, el gusto por el empaste sonoro y los climas. Son tres discos que marcan la segunda época de Mississippi, que llamamos “etapa de la madurez musical”. Respecto de la segunda parte de la pregunta, bueno, diría que el que más lejos nos queda de Criollo, y de esta etapa de la banda en general, es Cara y Ceca.

–¿Por qué?

–Creo que aquel es un trabajo buenísimo pero superpoblado de arreglos, si lo vemos desde el hoy, porque, igual que una prenda de vestir, cada disco representa una época. No hay reproches, solo una visión diferente desde el hoy. De cualquier modo, amamos a todos nuestros discos.

El quinteto actual conserva la mitad de los miembros del octeto nacido allá por fines de los ‘80 en Florencio Varela. O sea, al propio Tapia (guitarrista, armoniquista y compositor, además de cantante), al guitarrista Gustavo Ginoi, al bajista Claudio Cannavo y al baterista Juan Carlos “Negro” Tordó. Y solo suma al tecladista Gastón Picazo, que se incorporó a la banda en 2004, poco antes de la publicación del disco Buenos Aires Blues. “Criollo también tiene, en algunos temas, un giro hacia la canción blues-rock medio Leon Russell, pero es algo que siempre insinuamos en otros discos y en este nos explayamos un poco mas. Tiene un valor agregado de canción concreta que nos divierte”, retoma Tapia, con el centro de atención puesto en este trabajo de diez piezas nuevas y originales, considerado también como un disco rodante, porque fue concebido casi completamente en aviones, micros y combis de gira. Un disco forjado entre rutas y caminos, dicho de otra forma. “Cada viaje tiene un mambo diferente para mí”, retoma Tapia. “El aire te da perspectiva, es mas reflexivo, te hace ver desde lejos. El camino y la combi producen sorpresa tras sorpresa, y siempre le robo algo a algún director de cine, también. En este caso, le robé a Woody Allen. La frase ‘un recuerdo no sabes si es algo que tenés o algo que perdiste’ es calcada de La otra mujer, una película suya que es excelente”, admite Tapia.

La frase es parte de “Promesas del ayer”, una de las canciones que pertenece al bloque de las nacidas este año, junto a “Cuando el corazón te guía”, “¿Que onda wey?”, “Tarde para hablar de amor”, “Cuando vos no estás”, y “Los caminos”. Las primeras en grabarse (“Odioso”, “La montaña”, “Mala memoria” y “Criollo”) ya venían rotando en radios y shows desde el año pasado. “Así como el disco se compuso durante los viajes y giras, las canciones se fueron ‘curando’ durante los recitales de la banda y lograron una fuerte aceptación por parte del público seguidor, a lo largo y a lo ancho de todo el país –refrenda el vocalista–. Por eso, el disco no es tanto un recopilador de historias de ruta, sino mas bien una colección de ambientes diferentes. ‘Odioso’ es porteño, ‘Los caminos’ es el tema compuesto volviendo de Cosquín y ‘Promesas del ayer’ es de algo escuchado en Quilmes en un camarín”, ejemplifica.

–No es de ruta pero sí de viajes, que no es lo mismo pero es casi igual. ¿Qué significa ir componiendo mientras se anda?

–Bueno, nosotros siempre le damos mucha bola al clima, a las comidas, a los paisajes. Incluso, muchos temas fueron inicialmente zapadas en pruebas de sonido de auditorios desconocidos de la Argentina, que te traen reverberancias, sonidos y colores. Hacer un disco viajando es refutar lo de ayer para cambiarlo hoy y transformar todo el tiempo, hasta el master final. En mi caso, escribo en movimiento, soy kinético en esto de escribir. Aviones, autos, combis, pies: todo ayuda... Un paisaje es un disparador, así como abrir el telón y ver a la gente.