Cuando parecía que Estados Unidos y China eran los únicos protagonistas de la carrera espacial, se anota un antiguo y renovado competidor. Rusia acaba de anunciar que a partir de este viernes lanzará una nueva misión robótica a la Luna, la primera desde 1976. El cohete acaba de ser ensamblado en la base espacial de Vostochni, ubicada en el extremo este del país (a unos 5 mil kilómetros de Moscú), y por estos días se ultiman detalles para el lanzamiento de Luna-25, que buscará conquistar el polo sur del satélite natural. La elección de esa región no es casual, ya que allí se advierte la presencia de agua congelada. 

La noticia se comunica de manera sorpresiva y se ubica como respuesta al avance de la misión Artemis encabezada por la NASA. La iniciativa liderada por el gobierno de Estados Unidos tiene un objetivo similar: después de 50 años buscará llegar a la Luna con una misión tripulada (por un hombre y la primera mujer) y hacia 2030 preparar el terreno para alcanzar Marte. Como en la Guerra Fría, las intenciones y los avances tecnológicos de una potencia parecen motivar la respuesta de sus contrincantes. Así, a efectos prácticos, las naciones destinan cada vez más presupuesto a una carrera espacial que en la actualidad parece reverdecer.

Según lo informó Roscosmos --la Corporación Espacial Estatal rusa--, el módulo Luna-25 será lanzado el viernes 11 de agosto a las 02 horas 10 minutos y 57 segundos, de Moscú. Para el despliegue del lanzamiento, según informó Reuters, será necesario evacuar a un pueblo entero; se trata de Shakhtinskyi, un asentamiento cuyos habitantes deberán desplazarse porque, según los cálculos de los ingenieros a cargo de la misión, allí podrían caer los propulsores del cohete una vez que se separen.

Se estima que Luna-25 llegará a destino, aproximadamente, en cuatro días y medio, y alunizará en un terreno difícil. De hecho, las misiones previas lo habían hecho en la zona ecuatorial del satélite, que delimita un escenario mucho más amable para el descenso de las tecnologías y los viajeros espaciales. Una vez allí, de tener éxito, la mole de 800 kilos comenzará con el trabajo propiamente dicho: tomará muestras, evaluará las condiciones del suelo, así como también, se relevarán diversos parámetros (análisis de recursos disponibles) que servirán de cara a la realización de próximas investigaciones científicas.

La continuación de la guerra… por otros mundos

Tras la guerra con Ucrania (iniciada en febrero de 2022), Rusia se quedó sin el apoyo de la Agencia Espacial Europea, su principal aliado en la carrera por redescubrir la Luna y el universo. De hecho, el lanzamiento había sido programado para julio de 2022 pero debió ser pospuesto por diferentes circunstancias. El condimento geopolítico está a la vista: el gobierno de Vladimir Putin intenta robustecer sus lazos científicos-tecnológicos con China, mientras que Estados Unidos continúa ayudando a Ucrania en el conflicto bélico.

De visita en Argentina la semana pasada, el propio director de la NASA, Bill Nelson, refería al secretismo chino: “Consideramos que lo que hace (China) está muy bien, aunque es extremadamente secreto. Cuando pusieron sus tres elementos de su estación espacial, ellos no reservaron combustible en la nave espacial para un reingreso controlado y no nos contaron hacia dónde se dirigían. No sabíamos hacia dónde se precipitaban”, sostuvo en diálogo con este diario. La agencia espacial norteamericana busca, por intermedio de su titular, difundir la premisa que los Estados del mundo deben apoyar la carrera de EEUU que, como principal objetivo, busca evitar que China se apodere de la Luna.

Como parte de los 28 países que suscribieron al programa Artemis de la NASA para “uso pacífico de la Luna” se encuentra Argentina y también India, una potencia en desarrollo que cada vez demuestra con mayor fuerza su potencial en la arena científico-tecnológica. Sin ir tan lejos, la misión espacial Chandrayaan-3, ya en órbita lunar, apunta a llegar al polo sur del satélite el próximo 23 de agosto. Así parece recuperarse de su experiencia negativa en 2019, cuando Chandrayaan-2 se estrelló contra la superficie de la Luna durante el descenso por problemas técnicos advertidos cuando intentaba reducir la velocidad de alunizaje.

De esta manera, Rusia vuelve a demostrar la intención de colocar su bandera en territorio lunar a través de tecnologías cada vez más potentes. La última vez había sido en 1976, a partir de la sonda espacial Luna-24, cuando todavía era la Unión Soviética. Y el calendario de actividades cuenta con varias citas: en 2027, prevé el lanzamiento del orbitador Luna-26 y un año más tarde, la misión Luna-27. 

¿El objetivo? El mismo de siempre: al igual que Estados Unidos y China, el propósito es conquistarlo todo.

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