¿De dónde salió semejante cantidad de votos para Cambiemos a concejales en Rosario? Sería la primera pregunta a una semana de las PASO que consagraron también en la ciudad ‑y por amplísimo margen‑ a la alianza que gobierna el país. No hay que ser un experto en política y con unas simples cuentas matemáticas se obtiene la respuesta: si el peronismo mantuvo más o menos su caudal de votos y el Frente Progresista cayó a su más bajo nivel, es obvio que el voto a Cambiemos viene del antiguo voto al socialismo. El por qué ya es otro asunto, aunque no mucho más complejo. A la tendencia nacional (no alcanza para llamarla "ola") se sumó en la ciudad una interna atractiva entre Roy López Molina y Anita Martínez, y un desgaste de la gestión socialista que se preanunció en 2015 cuando a duras penas y con la inestimable colaboración de Pablo Javkin y María Eugenia Schmuck, la intedenta Mónica Fein pudo repetir mandato por escaso margen frente a la entonces ascendente Anita.

El triunfo de López Molina no estaba en el radar de ningún encuestador, aunque sí habían detectado el enorme crecimiento del actual diputado provincial. El perfil del candidato se acerca mucho más a la estrategia vigente en el PRO: postulantes más formados en la política, con mayor solvencia técnica en algunos temas. Una obvia ventaja de Roy sobre Anita, de quién Federico Angelini dijo que no tuvo "en todo este tiempo voluntad de interesarse y aprender". Ana Laura Martínez comenzó a ser esmerilada para el 2019 desde hace rato. Al mote de "Haraganita" que Roberto Sukerman hizo aparecer en un debate televisivo en 2015, por su escaso trabajo como concejala en Rosario y por sus ausencias en las reuniones de la comisión de Salud Pública que presidía; se sumó en esta etapa el "fuego amigo" dentro del PRO que no duda en destacar su escasa formación en cualquiera de los temas que se aborden. Una gran diferencia con López Molina que en esta campaña se sentó frente a todo tipo de periodistas y defendió con solvencia hasta los temas más difíciles de abordar para el gobierno nacional.

Al inicio de la campaña, los más estrechos colaboradores de López Molina admitían que "Roy es un cuadro político, nos gusta mucho a nosotros, pero no sabemos si le gusta tanto a la gente". Para después agregar "en eso Anita nos lleva una ventaja, tiene mayor empatía con un sector del electorado y no tiene el discurso de la mayoría de los dirigentes". Pero al final del recorrido las cosas se invirtieron y declaraciones como "quiero ser luz en este espacio", dichas por Anita terminaron por confinarla a ese perfil insustancial que el PRO parece querer dejar atrás.

Como temían algunos candidatos a concejales en Rosario, "si la interna de Cambiemos toma mucho vuelo, nos puede llevar puestos a varios". Algo de eso sucedió aunque resulta imposible establecer qué porcentaje de votantes que en las PASO quiso intervenir en esa contienda en particular, para luego votar por otro candidato en las generales de octubre.

 

Alberto Gentilcore

 

Por otro lado, la debacle socialista sólo podría sorprender por su magnitud, pero era un escenario previsible. Mónica Fein y Miguel Lifschitz se impusieron por escaso margen hace dos años y Hermes Binner había quedado cuarto en la contienda para senador nacional. Sin esos datos, hubiese sido imposible que el PS entregara la primera candidatura a concejal a un extra partidario como Javkin. De hecho, no hay antecedentes en esa dirección desde la recuperación de la democracia. Lo mismo para Luis Contigiani como cabeza de la lista de candidatos a diputados nacionales. El socialismo no tiene entre sus virtudes la generosidad, con lo cual fue la necesidad lo que impulsó a tomar esas decisiones radicales. Con Antonio Bonfatti en cancha y Véronica Irízar liderando la lista de concejales, ¿las cosas hubiesen sido diferentes? Es imposible saberlo, pero sí se sabe que el armado ‑responsabilidad absoluta de Lifschitz‑ con Lichu Zeno como tercero en la nómina para candidatos locales, no movió el amperímetro de nadie y dilapidó el apoyo del radicalismo amigo que tuvo que plantear una débil interna con Schmuck en la categoría de diputados y Sebastián Chale en la de ediles.

A Fein, ausente durante toda la campaña como parte de una estrategia política, le tocó sin embargo juntar los platos rotos. Y lo hizo con altura, sin excusas, acatando el duro mensaje de los votantes y prometiendo esfuerzos sobrehumanos para intentar revertir la dramática situación en octubre. La intendenta demostró así lo que verdaderamente es: un cuadro político histórico del Partido Socialista al que ingresó a los 17 años. Para algunos, esas cuestiones todavía tienen algún valor en medio de la degradación política de todos estos años.

El socialismo ya explora otras posibilidades porque cuenta los días que le quedan al Frente Progresista. La crisis con el radicalismo parece ser irreversible en este punto, como lo dijo el vicegobernador radical Carlos Fascendini en estos días: "Puede haber fugas y expulsiones".

El titular de la UCR provincial Julián Galdeano se ha quedado prácticamente sin maniobra, lo cual es mucho decir para un verdadero artesano de la política partidaria. Aún le reprocha a Lifschitz haberse expuesto "innecesariamente en estas elecciones" y por no haber "desdoblado los comicios de nacionales de los locales" que era lo que deseaba el radicalismo provincial para seguir "cobrando en las dos ventanillas", la del PRO a nivel nacional y la del PS en Santa Fe. Pero todo indica que lo de Lifschitz fue deliberado: si tiene que explotar que explote, parece haber razonado el gobernador en su momento. Y hasta lanzó convencido que el Frente se haría más fuerte con la decisión de algunos radicales de correr hacia los brazos de Macri.

Por el lado del peronismo, Sukerman volvió a ratificar su liderazgo y a consagrarse como el peronista más votado en los últimos años, que fue un lugar ocupado en su momento por un aliado como Héctor Cavallero. Pero él mismo sabe que ha llegado a un límite y que el PJ necesitará de sólidas alianzas si quiere mantener sus aspiraciones de cara al 2019.

A pesar de las muchas críticas internas que tuvo Sukerman en todos estos años, el candidato supo mantenerse sin tener que exagerar su fidelidad kirchnerista ni tampoco ocultarla. Un equilibrio que muchos otros no pudieron mantener dentro de la estructura del PJ rosarino.

Pero Sukerman quedó muy solo dentro de la interna que ganó con comodidad, al punto de poner a los cuatro primeros postulantes de su lista en la nómina general para octubre. Sin embargo, lo que parece un claro triunfo bosqueja también las dificultades de un futuro promisorio para un peronismo de base más amplia de cara a los años que se vienen.