Una inauguración vibrante, intensa, con tres performances en sucesión en tres distintos espacios del museo; una noche perfecta que acompañó con brisas desde el río Paraná; un público atento, conociendo obras y artistas de las más variadas procedencias: todo sumó para que la apertura el viernes del LXX Salón Nacional Rosario, por primera vez en la sede del Museo de Arte Contemporáneo, fuese una celebración. Esa noche se festejaron también los 12 años del MACRO, con música en vivo, y la intendenta Mónica Fein anunció su inminente cambio de fachada a través de una nueva convocatoria a pintar los silos Davis (Oroño y el río) cuyos siete pisos albergarán casi todo el verano las obras no efímeras que el jurado seleccionó para su premiación el viernes 16, mientras la sede Museo Castagnino cierra este jueves por refacciones.

Clarisa Appendino, Nancy Rojas, Federico Baeza y Leandro Comba eligieron 34 obras y dispusieron 29 de ellas (videos, instalaciones, bidimensión), con textos, en un montaje que convierte cada piso en una muestra grupal. La pura experiencia de comprar, de Juane Odriozola, es una serie de imágenes virtuales y se encuentra en mercadolibre.com como artículo usado en venta por 25 pesos bajo el título Saludo del Papa, en el rubro Arte y Artesanías. El imperio de lo frágil, de Sebastián Villar Rojas, recorrerá el museo Macro el miércoles 14 de diciembre.

Liberada del acto de premiación, la velada del viernes arrancó en un clima festivo gracias al dúo tucumano Los novios, que con un músico invitado rosarino dieron una mezcla entre recital acústico, dibujo improvisado, acto de ilusionismo y simulacro de boda. Bajo el título Esta desorientación es para siempre David Nahón convocó a la profesora universitaria de literatura Magdalena Aliau (UNR) para dar una clase en la explanada del museo. El tono entre serio y cómico, autoparódico, de estas dos primeras performances o acciones artísticas contrastó con un tercer momento algo más ominoso por Jazmín Saidman, transformada en una escultura móvil al envolverse en su pintura.

 

Guillermo Turín Bootello (Gentileza MR)
Espectador ante Positivismo mágico, pintura de Adriana Bustos.

 

Sutil hasta lo imperceptible, una intervención escultórica de Florencia Caiazza se distribuye por toda la exposición. Para entrar al Salón hay que dejar el bolso o mochila en mesa de entradas y atravesar las rastas sucias que componen la Cortina de Federico Cantini. Ni bien se ha lidiado con las lianas de pelo muerto (lugares de presencia incómoda de lo otro social), la recomendación es tomar el ascensor hasta el séptimo piso y mirar el cortometraje L'Arte e la Vanitá (2015, video HD color, 19'29"), de la artista plástica y cineasta Laura Códega (Buenos Aires, 1977). Tomando estilemas de la tragedia griega clásica y del cine mudo, la autora presenta una alegoría moral del tópico de la muerte del arte que estremece con lo ultraterreno de sus imágenes y sonidos: una honda experiencia estética donde se conjugan la angst expresionista y la literatura antigua con la belleza nostálgica de la tecnología cinematográfica obsoleta. En otro piso, Pablo Rosales (Buenos Aires, 1977) compone una pared de pinturas y textos donde se cuestiona por su propio lugar ante la muerte.

A excepción de Miguel Harte o Daniel García, casi todos estos autores provienen del boom del arte joven del cambio de siglo. Empezaron a producir entre la crisis del 2001 y el panorama global post 9/11. Se formaron en redes internacionales de clínicas de obra y residencias de artistas, potenciadas por Internet y por los pasajes aéreos baratos. Ya no son tan jóvenes algunos de ellos y se dan la cabeza contra el techo de cristal del sistema de invernaderos que los crió durante 15 años. El resultado es algo así como un meta‑arte, rico en preguntas que no se diferencian de las que se pueden hacer desde afuera de esta burbuja llamada arte contemporáneo. Es como si estuvieran minando ese claustro institucional desde adentro, con humor negro, erudición y cierta humildad que los lleva a buscar un afuera en los márgenes. Les gusta hablar del mundo actual y nos gusta que lo hagan: nos ilumina.

En proyectos conceptuales cuya complejidad estética no elude la sensibilidad ni los afectos, Nicolás Martella, Tamara Kuselman y Rodrigo Etem exploran las tensiones dialécticas entre control y azar, transparencia y opacidad, simulacro y realidad, vigilancia y atentado, propias de este siglo en que el plan calculado de unos es el accidente fatal de otros. El trabajo con los restos de la cultura se articula con un pensamiento político en una pintura de la artista y psicóloga cordobesa Adriana Bustos. Una dibujante griega formada en Francia, Nepheli Barbas, produjo en Buenos Aires minuciosas esculturas que en una impactante instalación simulan basura desechada al descuido. Cada obra elegida es representativa del "corpus de obra" de cada artista.