Younes Abouyaaqoub creció en una pequeña localidad de Cataluña donde estaba bien “integrado”, al igual que su hermano de 17 años, también miembro de la célula terrorista. “La verdad, estoy contento y al mismo tiempo triste”, expresó un marroquí de 39 años, Hassan Azzidi, en Ripoll, donde habitaba la mayor parte de la célula que cometió el doble atentado el jueves pasado en Cataluña. “Había que acabar con esto, porque vivimos como en guerra, pero este chico tan joven.. alguien le había lavado la cabeza”, indicó este obrero que trabaja en una fábrica cercana. “Younes vivía normalmente, tenía trabajo, todo. ¿Cómo hacen para comerles el coco?”, se preguntó Azzidi.

En la noche del jueves a viernes, el hermano menor de Younes, Houssaine, cayó por las balas de la policía durante un atentado en la localidad turística de Cambrils, según informaciones de prensa no confirmadas oficialmente. Formaba parte de un comando de cinco jóvenes, de los cuales tres eran menores, que atropellaron turistas y se estrellaron contra un coche de policías, armados de cuchillos y hachas.

Desde el doble atentado en Barcelona y Cambrils, la localidad de 11.000 habitantes (5% de ellos, marroquíes) que vio crecer a los “chicos” no sale de su estupefacción. En una cafetería marroquí, jugadores de cartas, que rehúsan ser citados, dicen sentirse sobre todo “traicionados por el imán” de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, un cuadragenario que es descrito como un “lobo con piel de cordero” que habría seducido a los jóvenes.