Hay momentos en que los errores del macrismo en funciones serían cómicos, si no fueran... nada cómicos, como ocurre cuando alguien se lastima por usar equipamientos flamantes de la gestión porteña. Es lo que le pasó al señor de la foto, que estrenó la rampa móvil con la que algún genio equipó la estación Corrientes del subte H. El vecino pisó, voló y cayó, con lo que su viaje se convirtió en uno hacia un médico. Por discreción se vela su cara, pero se garantiza que no se trata de una persona de avanzada edad que ya no puede encarar este tipo de trampas. Cuando verdaderos ancianos, de los de bastón y equilibrio inestable, quieran bajar a esta estación podremos hasta tener accidentes de verdadera seriedad. Y juicios que terminemos pagando los contribuyentes.

SBASE es la peculiar empresa que administra los subtes porteños de un modo más que cuestionable, reteniendo la propiedad, bancando la inversión y pasándole el negocio a un privado, Metrovías. La empresa hace bien cosas como hacerle juicio a Basta de Demoler, que puso un amparo para que no hicieran la estación Recoleta en la plaza equivocada. La incompetencia y mala fe de esta sociedad del estado es tal, que la ley obligaba a hacer una estación en Plaza Francia y la estaban haciendo en Plaza Intendente Alvear. En venganza, le hicieron juicio a los vecinos movilizados, con pedido de embargo millonario. Esta mala fe no fue todavía corregida.

Entre Metrovías y SBASE convirtieron la red porteña de subtes en la más ruidosa del planeta, por los televisores a máximo volumen encendidos todo el tiempo, cosa de cobrar por los avisos. Este tipo de comportamientos tercermundistas se complementa con la constante imitación, pero berreta, del diseño que admiran, allá en Nueva York. Donde Manhattan utiliza una parte muy, muy pequeña del presupuesto de obra en encargar arte a artistas de primera línea, de modo que las estaciones agreguen valor, SBASE y Metrovías contratan a perfectos desconocidos -¿la prima del gerente? ¿el nene, que pinta tan bien?- o le hace “homenajes” a artistas como Sabat o Nine colgando reproducciones baratas en plástico.

Lo mismo ocurre con ciertos diseños y equipamientos. La línea H, orgullo del sistema, es más profunda que las anteriores porque cruza cuatro líneas preexistentes. Esto no es ninguna novedad, ya que el mundo está poblado de túneles subterráneos planeados como refugios antiaéreos, como el de Moscú. En estos casos, desde la década del treinta se saben ciertas cosas, como tener cuidado en la velocidad de las escaleras mecánicas: tienen que tener un ángulo algo más pronunciado que lo habitual y tienen que ir algo más rápido para que el pasajero no se impaciente, pero en ambos casos no hay que exagerar.

Que es lo que aparentemente pasó al instalar la cinta en la estación Corrientes de la H. Uno se pregunta para qué poner una cinta plana y no una con escalones en un ángulo de más de treinta grados. ¿Es por la novedad? ¿Es por hacerse los originales? Y más se pregunta por qué va tan rápido la cinta. El lector accidentado se lo va a preguntar por mucho tiempo, lo que le duren las cicatrices en el brazo.

La siguiente foto muestra un accidente esperando suceder en la placita Giordano Bruno, en Caballito. Alguien decidió hacer una canchita de uso múltiple, con canastos de básquet por encima de arcos de papi fútbol. Hasta ahí, todo bien y hasta es perdonable el grosor y rigidez del alambrado perimetral, que más parece chapa extrusada que alambre real. Pero lo que no se entiende son los caños para colgar la red de volley que ya luce el cemento de la cancha: son fijos y permanentes. Pensar en lo que va a pasar en un partido de fútbol es inquietante, pensar en lo que puede pasar cuando se juegue al basquet, juego rápido si lo hay, es francamente preocupante.

Sobre el código

SOS Caballito está haciendo una lectura minuciosa del nuevo Código Urbanístico, el peligroso bodrio que amenaza encajarnos el macrismo en funciones. El Código, “morfológico”, parece no satisfacer a nadie porque trata de quedar bien con todos. Los especuladores ya están criticándolo porque acepta que barrios bajos sigan siendo bajos, cerrando la posibilidad de arruinarlos y ganar mucho. Los vecinos notan que va a terminar de amurar de torres los barrios donde ya los hace, y saben en sus almas que al final no van a ser los que salen ganando.

Una curiosidad que ya encontraron los activistas de Caballito es que si bien el Código arranca citando el Plan Urbano Ambiental, después ni lo usa. El primerísimo punto del Código dice que “el Plan Urbano Ambiental (Ley Nº 2930) constituye la ley marco a la cual se ajusta el presente Código Urbanístico, así como el resto de la normativa urbanística”. Pero luego, en sus muchísimas disposiciones, no lo cita más y tampoco menciona ningún estudio de planeamiento. Es como si diera todo por sabido... Como el debate va a ser duro y el Código abre nuevas batallas para los que defienden nuestra calidad de vida, conviene ir memorizando ciertos conceptos genéricos, de esos que siempre ponen en estas leyes total nadie los respeta. Sirven para tener argumentos de la propia ley para frenar los abusos que vendrán.

Por ejemplo, se habla de Ciudad Integrada, con sus barrios integrados entre sí y sobre todo la zona sur con el resto de Buenos Aires. Esto va a ser importante a la hora de discutir zonificaciones y transporte. También se supone que será una Ciudad Policéntrica, una nueva afirmación de la Ley de Comunas que el macrismo se rehúsa a cumplir. Siendo una Ciudad Saludable, Buenos Aires tendría que cumplir con la obligación de estudios de impacto ambiental, que hasta ahora parecen optativos para los amigos. Y a la policía Metropolitana habría que machacarle que deberemos vivir en una Ciudad Plural y Diversa, donde se respeta a todos por igual y se ofrecen oportunidades egalitarias. 

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