“Si creo en un director lo dejo que haga mis obras sin ir siquiera a ver un ensayo”, asegura Eduardo Rovner en referencia a Gaby Fiorito, director de la recientemente estrenada Viejas ilusiones, obra de 2006, años después prolongada por el autor en una segunda versión. Santafesino de Sunchales, formado en Rosario, Fiorito ya dirigió varios textos del dramaturgo, incluído Cuarteto, tal vez una de sus obras más difundidas, junto a Volvió una noche. La confianza que se creó entre el autor y el director, fue el motor que motivó la continuación de la historia de dos mujeres ancianas, Antonia y Petra, enlazadas por el amor y necesidad. Interpretadas por los histriónicos Mauricio Chazarreta y Sebastián De Marco, la madre, de 120 años, no puede tolerar que la hija, de 94, forme pareja y haga realidad su sueño de ser cantante. “Me gustan los personajes raros”, admite Rovner en la entrevista con PáginaI12, junto a Fiorito. “Así busco estimularme a mí mismo”, concluye el dramaturgo, quien asegura que encuentra a sus protagonistas entre las noticias de los diarios. Así ocurrió con Los peligros del turismo –obra que Fiorito también montó anteponiendo al título original la palabra miserables– en la que 4 hombres empobrecidos deciden organizar un tour para extranjeros en una villa miseria, una obra que, según el director, “ofrece una profunda reflexión sobre la miserabilidad de las personas”. 

“Muchos compañeros de teatro me han preguntado en alguna ocasión: ¿Qué te fumaste?”, se ríe Rovner, en tanto describe: “Hay una parte mía que, si no es loca, es exacerbada. Tengo una personalidad que tiene muchos aspectos porque además de ingeniero electrónico soy músico y dramaturgo. Será por eso que puedo abarcar géneros tan diferentes: en más de 50 obras escribí algunas de tema histórico, muchas comedias dramáticas y hasta ópera y obras para títeres y ballet”, resume. Rovner acaba de recibir en la Universidad de Palermo una distinción singular: “Me da un poco de vergüenza esto de que me nombren Embajador de la creatividad argentina en el mundo”, dice, mostrando el diploma, “pero la verdad es que cada año tengo muchos estrenos en el exterior y suelo dar muchos talleres y seminarios fuera del país”, explica, antes de subrayar que este año son 20 las obras suyas en cartel en Europa y Latinoamérica.

–¿Cambia de estilo en cada obra?

Eduardo Rovner: –A lo largo de muchos años nunca me até a un estilo. Soy curioso y necesito dejarme llevar por pasiones. Pero a veces, como me cuesta encontrar un tema que no traté, abandono lo que empiezo a escribir.

–Sin embargo, la madre aparece en muchas de sus obras…

E. R.: –Puedo decir que la relación con mi madre fue conflictiva y me la pasé quejándome de ella durante mucho tiempo. Pero cuando los derechos de autor de obras como Volvió una noche comenzaron a ser importantes, ahí empecé a agradecerle. (risas). Yo creo que toda obra de arte es un intento de reparación de algún vínculo. Tal vez por eso sea que tengo tantas obras donde hay madres. Pero en todas ellas termina siendo la víctima o termina cediendo. Los malos siempre son los otros.

–¿Son difíciles de montar las obras de Rovner?

Gaby Fiorito: –Entre la gente de teatro se piensa que sus textos son complejos y les tienen miedo. A mí lo que más me gusta es que no son lineales, son metafóricos y siempre hay una denuncia. Y no hablo de una denuncia política.

E. R.: –Sí, aunque no existe una obra que no sea política: en todas hay víctimas y victimarios o héroes que quieren cambiar lo institucionalizado mientras que otro se opone.  

G. F.: –Es cierto. Pero además, esta comedia hace una denuncia sobre los vínculos con un altísimo contenido de absurdo.

E. R.: –Sí, está jugada totalmente hacia el absurdo. La obra se originó, por un lado, en el cansancio que me produce la gente que todo el tiempo está quejándose de lo que no llegó a hacer en la vida. Y por el otro, surgió a partir de lo que me contó una señora de cierta edad en Praga,  hablando sobre las continuas peleas entre su madre y su tía, las dos ancianas.

–Llama la atención las groserías que en la obra dicen estas señoras…

E. R.: –Sí, por eso puedo decir que es una obra rara dentro de mi producción. Yo siempre le escapé a las malas palabras. Porque me gusta que mis obras no toquen la tierra.

–¿Cómo es eso?

E. R.: –Un teléfono o un televisor en una obra conectan con la realidad y a mí me interesa que la fantasía esté siempre cobrando vida propia. Y las malas palabras siempre van a tierra. Pero acá eso no me importó.  

G. F.: –Las obras de Rovner dan la posibilidad de mucho juego físico, de puestas dinámicas, en las que el soporte del texto es el cuerpo de los actores.

–¿Qué aporta la inversión del sexo de los personajes?

E. R.: –No es una propuesta de la obra aunque cuando yo mismo la dirigí hice que los roles de las mujeres los hicieran hombres. Porque así se produce un distanciamiento que permite denunciar un vínculo. Si no, todo queda en una acusación contra la mujer.

* Viejas ilusiones, teatro Buenos Aires (Rodríguez Peña 411) martes, a las 20.30.