Por Malena Pichot

Es muy común escuchar a mujeres declararse abiertamente machistas, diciéndolo a viva voz, un poco como haciéndose las graciosas o las zarpadas, otro poco para congraciarse con los varones de su entorno. Otras personas saben que decirlo en voz alta está mal visto y eligen el más aceptable: “yo no soy ni feminista ni machista” lo que sabemos que se traduce en: odio fervientemente la insistencia de las feministas en reclamar sus derechos, si estamos todos genial, no hay desigualdad”. ¿Nos duele más una mujer machista que un hombre machista? A mí no, un hombre machista te mata, una mujer machista te dice puta a tus espaldas. El patriarcado, como discurso hegemónico, necesita cómplices entre los propios oprimidos para seguir existiendo, y entonces, por supuesto que comprendo a Julieta Pink cuando dice en una nota para La Nación en 2014, sobre su columna de humor gorda con el helado en su programa de radio: “Era una sección de protección al hombre ciento por ciento. Largale la cuerda, dejalo tranquilo. Era una especie de anti (Alessandra) Rampolla. A mí el feminismo me aburre; en cambio, que los tipos se quejen de las minas me divierte y mucho. Evidentemente, soy machista”. Entiendo lo que quiso decir, aunque jamás me declaré machista, y si no me llamaba  feminista era porque no creía que podría sostener en actos esa ideología. Pero entiendo a qué se refiere Julieta, incluso cuando lo que más me enorgullece en la vida es mi grupo de amigas, con quien compartimos un horrible tatuaje que lo demuestra; siempre amé estar entre mujeres, pero entiendo la sensación de que todo lo relativo a “lo femenino” te parezca una pelotudez. Siempre odié profundamente aquel supuesto sueño común de las mujeres de casarse, la fiesta, el vestido. Despreciaba a las mujeres que viven exclusivamente para sus novios, que se quejan de que éste no les dedica el tiempo suficiente. Esas mujeres que solo viven para conseguir un buen partido, y por supuesto que como feminista aun siento la bronca de todos esos cliches, claro. Y digo como feminista porque eso no es odiar a las mujeres, eso es odiar lo que se espera de nosotras, eso es odiar al estereotipo que se creado de nosotras, es odiar un sistema que impone una definición de nuestra calidad de persona por nuestro estado civil. Julieta, yo creo que te molesta “lo eternamente hincha pelotas” que supone “lo femenino”, aun cuando hay miles ejemplos de otro tipo de mujeres, vos y yo por ejemplo, estoy segura de que ni vos ni yo vivimos para nuestras parejas, que tenemos sueños y objetivos de realización personal, y sin embargo, para vos eso es ser machista y para mí eso es ser feminista. 

Las mujeres que se autodenominan machistas lo hacen en un afán de pertenecer al grupo de poder, como los pobres que votan a Macri y creen que por asociación imaginaria van ascender de clase. Las mujeres que se consideran machistas creen que identificándose con los hombres, eliminan la desigualdad. Y no funciona así. No sos uno más del grupo de varones, por más que tengas los mejores amigos varones del mundo, por más que mires para el otro lado, por más que sientas que a vos no te pasó nada, la desigualdad está. En los afiches gigantes de la radio Metro en las grandes avenidas, yo ví cuatro hombres, y vos no estabas Julieta, porque no somos uno más nunca. Yo recuerdo la confusión de odiar lo femenino, porque es el mundo el que te enseñan a odiarnos, recuerdo putear a viva voz, “por qué no puedo salir hasta tarde como mi hermano”, y eso no es envidiar ser hombre, la clásica envidia del pene de la que hablaba Freud. Esa historia es gilada. No envidiamos a los hombres, envidiamos su libertad, y por eso luchamos las feministas, por tener los mismos derechos, libertades y oportunidades. Luchamos por que seas vos, Julieta la que esté en el afiche de las avenidas, y que sea un tipo el que te acompaña a vos, el segundo, alguna vez. Lo peligroso de sostener el chiste de ser machista es cuando llama un violador a tu programa y la empatía con la pija finalmente te hace pifiar re fuerte. Y yo me pregunto, cuánta paciencia hay que tener con las personas que hace años trabajan en los medios, a las que hace años les pedimos que reflexionen. Yo no creo en esa paciencia, hay feministas que sí, mejor, nos complementamos. Yo solo espero que algún día, Julieta, los violadores te hagan enojar.