“Construyendo memorias feministas sexodesobedientes en la historia reciente santafesina” es el nombre de un proyecto de investigación coordinado por Emmanuel Theumer en la Universidad del Litoral. Ese extenso nombre, en palabras de Theumer, intenta englobar “dos ‘tentáculos’: el primero es la reconstrucción de los archivos lgbti y feministas en el Litoral, en los 80 y los 90. El segundo, recuperar relatos de vida de personas lesbianas, gays, trans de la historia reciente”.

¿Qué tan reciente?

-A partir de los 60. Queremos registrar cómo eran esas vidas en un contexto de hostigamiento y silencios que signaron la forma de construcción identitaria y sociabilidad. La mayoría de las producciones de las ciencias sociales y de la historiografía del pasado reciente se han manejado bajo presupuestos heterosexuales descartando las experiencias de movimientos homosexuales y feministas en esta región.

¿Y cómo se reconstruye esa parte de la historia tan desmembrada?

-No sólo con investigaciones al respecto, como estamos haciendo, sino también recuperando el lugar de las narrativas en primera persona. De modo que se tensionen los vínculos entre historia y memoria. Las memorias tanto como la historiografía son formas de contar el pasado. Nos devuelven una y otra vez a problemas del presente que no se resolvieron del todo.

¿Qué van a hacer con esas memorias?

-Estamos trabajando con técnicas de cine, diseñadoras, docentes, estudiantes y activistas de la región para construir un archivo digital online. Estas memorias ponen en juego la entidad de la historiografía como saber experto. No nos interesa tanto la arrogancia académica de “dar voz”, como suele escucharse, sino poner en cuestión la autoridad enunciativa de las ciencias sociales para dar cuenta del pasado. Las memorias abren otro “territorio políglota” en el que parecen testimonios de razzias, asesinatos impunes, saberes subalternizados, alianzas micropolíticas.

 Cuando hablás de activismo litoraleño, ¿a quiénes te referís concretamente?

-A partir del 83 uno de los primeros grupos clandestinos fue Las Domínicas. Se reunía los domingos en Rosario y luego, entre el 84 y el 85, dio lugar al Movimiento de Liberación Homosexual (MLH), muy en contacto con la CHA. El MLH (presente en Rosario, Santa Fe y Paraná) quería algo propio de la época que es que se reconocieran los derechos de los homosexuales como DD. HH. y rechazaban la idea de comunidad.

¿Por qué rechazar la idea de comunidad?

-En el caso del activismo homosexual se dio un proceso casi paralelo al de Buenos Aires tras la apertura democrática pero con marcadas diferencias. Digo “rechazar la comunidad” porque acá los movimientos temían limitarse a ser un gueto, buscaron entablar constantes alianzas e introducir la diferencia homosexual en el mundo del trabajo y en el terreno del DDHH. Algo que también se ve en uno de los primeros grupos feministas: Unidas. Después en los 80 y los 90, estaba el grupo Arcoiris, que logra mayor articulación territorial. Buena parte de este activismo colapsa por la crisis del Sida. Como en Buenos Aires, el sida marcó acá un antes y un después.

¿Por qué?

-Hubo que hacer frente a una crisis que el Estado no quería reconocer. Se constituyen de modo casi paraestatal grupos terapéuticos, paramédicos, que traficaban AZT. Tenían mucho contacto con grupos de Uruguay y de San Francisco, que facilitaban información y medicamentos. En Rosario muchos de los diagnósticos de HIV se hacían clandestinamente en Uruguay porque el Estado no estaba dispuesto a hacerlo. Aquí juega un papel el Centro de Estudios para la Prevención y Asistencia contra el Sida, integrado por lesbianas y gays.

¿Y el activismo trans y travesti?

-Fue muy importante la Asociación de Mujeres y Travestis de Santa Fe. Estaban María José Campos, Lucila Puyol, una feminista de HIJOS, Noelia Trujillo. Trujillo estuvo detenida ilegalmente con Lohana Berkins y así comenzó a beber un discurso político para luchar contra los códigos de faltas. Santa Fe es una de las primeras zonas en las que esa lucha obtiene resultados, se los logra derogar.

¿Por qué eligieron la palabra “sexodesobedientes” para nombrar al proyecto?

-Viene de los 70, del Frente de Liberación Homosexual. Podríamos decir “memorias de gays, travestis, lesbianas” pero sólo si reconocemos que esas categorías estaban en proceso de elaboración.

¿En qué sentido?

-La categoría homosexual, como la de marica y puto, era parte de la semántica histórica disponible. En 1996 se da el primer encuentro Nacional de Gays, Lesbianas, Travestis y Transexuales en Santa Fe y es un ejemplo de cómo esa comunidad homosexual ya estaba atravesada por desmembramientos, ya no alcanza con la categoría homosexual.

Entre las historias de vida que vienen recolectado, ¿qué cuestiones interesantes van apareciendo?

-Experiencias sexuales en contextos muy opresivos y la clandestinidad como condición para lograr sociabilidad entre entendidos. Se trata de personas que detectaron su sexodiversidad en los 60, 70, 80. Ha ocurrido que algunas personas entrevistadas que en los 70 se identificaban como maricas o putos, con el correr del tiempo empezaron a identificarse como trans. Es casi como constante. Te lo resumo en palabras de una de las entrevistadas: “lo que pasa es que antes no se sabía que existía un género dentro tuyo”.

¿Siguen buscando voluntarixs?

-¡Sí! Nos interesan especialmente que sean historias no tan del palo, no tan polucionadas con los lenguajes activistas del presente.

Lxs interesadxs en colaborar con el proyecto y sumar su testimonio pueden hacerlo escribiendo a: [email protected]