La vida se trata de sueños, de metas por cumplir, de llegar a un objetivo. Pero muchas veces pasa desapercibido el ínterin, ese mientras… Las malas pasadas, los momentos de sacrificios, las incertidumbres, los “no doy más” y hasta los logros más pequeños, que fueron precursores, no resultan tan satisfactorios ni gratificantes como esas grandes metas propuestas. Uno se olvida de que “se hace camino al andar”, como diría el cantautor catalán Joan Manuel Serrat.

“Uno de mis sueños deportivos es competir en unos Juegos Olímpicos”, dijo una vez Tatiana Rizzo, la número 12 de Las Panteras. Y en Río 2016, se le cumplió. Tatiana, a los 7 años, empezó a tener entre sus manos una pelota de vóley. La situación se dio por pura casualidad, su madre veía que ella y sus hermanas no hacían ningún deporte así que decidió mandarlas al club del barrio donde vivían. “La única disciplina que había en el club era vóley”, rememora la líbero de la Selección. 

-¿En qué momento llegó la decisión de tomarte en serio el vóley?

-En 2001, cuando me fui a probar en Banco Nación, el club en el que terminé haciendo todas mis inferiores, que contaba con un equipo en Primera. Ahí empezó mi verdadero amor por el vóley. 

-Hace poco más de un año cumpliste tu sueño olímpico, ¿fue tan increíble como te lo imaginaste? 

-Fue mucho mejor, sin dudas. Fantaseaba con cómo sería la inauguración de los Juegos. Un sueño mucho mejor de lo que habíamos imaginado. Pero, al mismo tiempo, siempre viene a mi mente el recuerdo de la clasificación histórica de Las Panteras en Bariloche, en el Preolímpico. 

-¿Qué imaginabas que iba a pasar en Río y qué terminaste viviendo?

-Cruzarte con deportistas que vemos en la tele. Decís ‘no puedo estar en el mismo lugar que un tipo como Bolt’; y sí, te lo cruzás en la Villa Olímpica. O comer en la misma mesa que Manu Ginóbili, Scola, Nocioni. ¡Es increíble! El cholulaje, bien entendido, para nosotras fue algo que no podíamos creer. La apertura, como dije antes, también está grabada a fuego. 

-Llegaron con un objetivo a Río, que era pasar la tapa de grupos, y estuvieron cerca. ¿Te fuiste conforme?

-Creo que Argentina, por lo que había demostrado, tuvo momentos de mejor vóley que el mostró en Río. Jugamos ante grandes rivales, pero si hubiésemos estado en nuestro mejor nivel, podríamos haber llegado más lejos en los Juegos Olímpicos. 

-Que Perú las lleve a jugar el Premundial a la altura de Arequipa, ¿demuestra que ya se ganaron el respeto de todos? 

-Argentina entra a la cancha con el respeto de los rivales. Nos estudian y toman los recaudos necesarios para jugar contra nosotras. En la preparación vamos a Humahuaca, para aclimatarnos a la altura, y no sentir tanto las condiciones a las que nos lleva Perú. A ellas les sacamos la plaza para el Mundial anterior y para Río, y nos quieren ganar a como de lugar. 

-¿En lo familiar cómo se vivieron los Juegos?

-Mi familia fue la que me acompañó en toda mi carrera. Ya habían estado en el Preolímpico de Bariloche y para los Juegos tuvieron que ahorrar bastante. Pudieron viajar trece de ellos y me alentaron en todos los partidos. Fue una alegría hermosa. Me di un gran gusto, les permití conocer cómo se vive en un Villa Olímpica. Los pude hacer conocer desde adentro el mundo de los deportistas olímpicos, algo que ellos nunca hubieran imaginado. 

-¿Cuán difícil es sostener la vara hoy después de Río?

-La parte de mantenerse, en el deportista, siempre es la más difícil. No sólo por haber llegado a los Juegos Olímpicos. Ahora estamos en una etapa de recambio generacional de plantel, lo que nos hace tener que adaptarnos a nuevas jugadoras y eso lleva su tiempo. Además, está la motivación de clasificar a un Mundial, que no es poca cosa. 

-En cuanto a la difusión, ¿cómo creés que influyó la participación de Las Panteras en Río? 

-Hubo un cambio muy importante. Hoy, vamos a jugar a cualquier ciudad argentina y lo hacemos a estadio lleno. Nos tocó en Neuquén, y viendo el Mundialito de Las Panteritas, que se jugó en Santa Fe, a estadio lleno también. Esa masividad creo que fue un resultado de todo lo que conseguimos con la clasificación a Río. En Bariloche, en el Preolímpico, hubo gente que se despertó a las cuatro de la mañana para ir a buscar su entrada. Nosotras decíamos ‘no puede ser que hagan esto para vernos’. Todo se logró con trabajo. 

-¿Cuál es la situación de una jugadora de vóley en la Argentina? 

-La mayoría de las chicas que están en la Selección juegan en el exterior, donde las ligas son más competitivas y se entrena en doble turno. Yo hace dos años que estoy viviendo en Brasil (N. de R.: hasta abril formó parte de Rio do Sul). De abril a octubre es el ‘período de Selección’ y eso nos permite estar varios meses juntas. Desde lo económico, es difícil vivir solamente del vóley. Nosotras en la Selección tenemos becas que realmente nos ayudan, pero a nivel metropolitano tenés que tener otro trabajo. 

-¿Creés que la mujer se está situando en el lugar que se merece?

-Con respecto a nuestra disciplina, muchas niñas se ven reflejadas en el sacrificio que nosotras hacemos, en la garra que le ponemos, que es nuestra principal característica. Eso hace que se identifiquen, nos miren y nos sigan.

-¿Qué hacés fuera del vóley?

-Estudio Nutrición y después, en los tiempos libres en los que estoy en Buenos Aires, visito a mi familia. 

Ahora el sueño de Tato, como la apodan a Tatiana, es que Las Panteras se clasifiquen al Mundial en Japón. La líbero, que no conoce cual será su próximo club, sabe que es de las más experimentadas del equipo y es consciente de que una de sus tareas es dejar un legado para las más jóvenes. Mientras viaja y los días pasan, lee sobre nutrición, y está convencida de que el entrenamiento invisible es lo que puede hacer que un deportista mantenga un mejor nivel. Esta morocha de 1.78 metros de altura que estudia a distancia, trata de encajar sus horarios para rendir los finales, que son presenciales. Le restan dos años. Seguramente en el vóley le falta mucho más por recorrer.