El US Open transforma a Juan Martín Del Potro. En ese torneo tocó el cielo con las manos en 2009 y en ese certamen, hace tan sólo unos días, generó cimbronazos de calibre y recuperó un estado tenístico óptimo. Tras jugar sus primeras semifinales de Grand Slam desde que lo hiciera en Wimbledon 2013, el mejor tenista argentino volvió a instalarse en el lugar 24 del ranking ATP tras casi tres temporadas (octubre de 2014). Y su mejor actuación del año lo coloca en una posición en la que sólo tiene margen para la mejora.

“Necesito un entrenador que me ordene”, avisaba Del Potro tras caer con Roger Federer en el Masters de Miami, a fines de marzo. En contraste con una temporada discreta y sin resultados resonantes, el tandilense llegó al Abierto de Estados Unidos acompañado por Sebastián Prieto, ex 22° del mundo en el ranking de dobles, y se encargó de destruir todos los pronósticos. Por el nivel que había reflejado en el año, pocos podían imaginarlo en las instancias finales de un torneo de Grand Slam.

La mala fortuna lo había acompañado durante casi toda la temporada. Si el azar no lo cruzaba pronto con los mejores, el fallecimiento de su abuelo o alguna lesión en el pubis lo obligaban a interrumpir su calendario. Fatalidades del deporte. El sorteo en Nueva York, sin embargo, le regaló un primer guiño. Y vaya que lo aprovechó. Después de eliminar a Henri Laaksonen y a Adrián Menéndez Maceiras, exhibió lo mejor de su repertorio para arrollar a Roberto Bautista Agut, número 13 del ranking y uno de los jugadores más regulares del año.

En sus grandes gestas, los mejores jugadores suelen apelar a la épica para sacar adelante algún compromiso adverso. Con una fuerte gripe y dos sets de desventaja en los octavos de final contra Dominic Thiem, el 8° del mundo, Del Potro edificó una remontada descomunal por segunda vez en su carrera y comenzó a alimentar su ilusión en Flushing Meadows. Pocas veces se lo vio impactar el revés de semejante manera desde que volvió al circuito, en febrero de 2016, luego de tres operaciones en la muñeca izquierda.

Nutrido por la energía que bajaba desde las tribunas, la Torre de Tandil exhibió un tenis desbordante y despachó a Federer para meterse en semifinales de un Grand Slam por cuarta vez en toda su vida: “Le pegué lo más fuerte que podía; era la única forma de ganarle”.

Un primer set de otro planeta contra Rafael Nadal hizo creer que había esperanza camino a la final. Pero la reacción del número uno del mundo, impertérrito en situaciones cruciales, fue devastadora para un Del Potro que no volvió a golpear bien plantado. Nadal pasó de buscar sistemáticamente su revés, el tiro revelación del tandilense en Nueva York, a moverlo por todos los rincones del estadio Arthur Ashe.

Que Del Potro haya mostrado su mejor versión del año en el US Open no es casualidad. Su condición de campeón y el deseo de crecer en su torneo favorito se sumaron al aporte clave de Prieto como coach para configurar la imagen más apabullante del argentino, que cada día que pasa se convierte en un jugador más integral. El tándem saque-drive se apoyó en un revés de dos manos que volvió a ser un recurso picante.

“Ningún tenista quiere jugar contra Del Potro”, deslizó John McEnroe durante el torneo, en relación al respeto que irradia el jugador que cumplirá 29 años el próximo 23 de septiembre. Su motivación en Flushing Meadows se incrementa y eso lo sufrieron jugadores encumbrados. El propio Federer, por caso, se vio totalmente sobrepasado por su nivel. El tandilense estuvo dos años al borde del abismo, dos años en los que se sintió casi un ex jugador. No por nada repitió hasta el hartazgo que lo único que quería era disfrutar y disfrutar. Y eso, más la ayuda de un buen entrenador y un plan de juego que se sostenga a lo largo de toda la temporada, puede darle el salto de calidad que necesita de cara a 2018.

Por lo pronto, Del Potro se posicionó también entre los mejores 25 en la Carrera a Londres. Hasta antes del US Open había acumulado 760 puntos; en el último Grand Slam sumó 720, casi la totalidad de lo que tenía previo a llegar al último Grand Slam, y todavía quedan dos Masters 1000 –Shanghai y París– y otro puñado de torneos. No sería descabellado imaginarlo en la pelea por un lugar en el O2 Arena, sobre todo con las bajas anunciadas de Murray, Djokovic, Wawrinka y Nishikori.

Dijo que necesitaba un entrenador que lo ordenara y Prieto lo ordenó. En sólo un torneo demostró que los jugadores fuera de serie pueden regresar en cualquier momento y perseguir objetivos realmente grandes. Nada es imposible cuando se trata de Del Potro.