Johannes Brahms y Robert Schumann. Una asociación siempre atractiva, más aún en manos de intérpretes entendidos en ese repertorio en el que más allá de la destreza técnica, razón y sensibilidad se examinan continuamente. El miércoles a las 20 en el Teatro Coliseo (Macelo T. de Alvear 1125), el pianista Daniel Levy y el Cuarteto Petrus ofrecerán un concierto con dos obras particularmente significativas: el Cuarteto op.26 para piano, violín, viola y violoncello, de Brahms, y el Quinteto para piano y cuarteto de cuerdas Op.44 de Schumann. “Es un repertorio de una profundidad particular. Son dos obras que se complementan, si bien reflejan dos personalidades bien distinguidas”, asegura Daniel Levy en conversación con PáginaI12. “Entre los quintetos para piano y cuerdas, el de Schumann es el más importante y los cuartetos con piano de Brahms son poco frecuentados”, continua el pianista. “De los tres cuartetos que escribió Brahms para este tipo de formación es difícil elegir. Para este concierto elegimos el Op.26 porque resulta muy potente, es denso pero al mismo tiempo comunicativo. Diría que tiene la fuerza de una sinfonía. Es el Brahms intermedio, pero sabemos que es un compositor que ya desde sus primeras obras tenía todo. En fin, creo que de esta combinación resulta un programa muy interesante, que tendré el gusto de compartir con una formación como el Cuarteto Petrus”.

El Cuarteto Petrus, nombre que rinde homenaje a gran luthier italiano Pietro Guarneri, se formó en 2009 y desde entonces se destaca por la singularidad de su repertorio y el rigor de sus interpretaciones. Está integrado por Pablo Saraví como primer violín, Hernán Briático como segundo, Adrián Felicia en Viola y Gloria Pankaeva en violoncello. “Es sin lugar a dudas uno de los grandes cuartetos de la actualidad”, asegura Levy. “Más allá de la amistad que me une con Saraví, siempre me atrajo la seriedad y la sensibilidad con que trabajan. Poder tocar juntos es un gusto enorme y una seguridad total”.

Radicado en Italia desde hace años, Levy nació en Buenos Aires, donde se formó con Vicente Scaramuzza y Ana Tosi Gelber. Su carrera lo llevó a actuar en salas de concierto prestigiosas del mundo, entre ellas el Royal Festival Hall de Londres, el Teatro La Fenice de Venecia y el Teatro Colón, colaborando entre otros con Dietrich Fischer–Dieskau, la Philharmonia Orchestra, la Orquesta Sinfónica de Praga y el Cuarteto de la Filarmónica de Berlín. Su abundante discografía, si bien variada, se destaca por una sensibilidad hacia el repertorio romántico. “En mi discografía hay músicas de distintas épocas, de Bach, Mozart, Grieg, Scriabin, Beethoven. Pero esta inclinación hacia el repertorio romántico no es una especialización ni nada que se le parezca”, comenta Levy. “Cuando comencé a grabar música de Schumann me pareció que gran parte de su obra para piano estaba escondida. Era común escuchar en las grabaciones y en los conciertos un repertorio limitado a unas pocas obras y en realidad la obra pianísitica de Schumann tiene una amplitud mayor que traté de explorar, incluso extendiéndome a los lieder, a la música de cámara y algunas obras para piano y orquesta, como Introducción y allegro appassionato. No se trataba solo de inspeccionar obras poco conocidas, sino de reivindicar aquellas injustamente dejadas de lado por un gusto limitado a un grupo de obras. Debo reconocer que esta elección tuvo relevancia en mi discografía, pero no creo que mi repertorio esté limitado a un período”.

Entre las actividades que por estos días Levy realiza en Buenos Aires como parte del Ciclo Eufonía, estuvo hace algunos días la presentación de la edición en castellano de Pitágoras y la eufonía. El desafío de saber escuchar, un libro que resume años de experimentación y búsqueda de Levy en torno al “arte de escuchar”. “Desde siempre me sentí atraído por las cuestiones que tiene que ver con la escucha como disciplina y me fascinó indagar en lo que Pitágoras nos dejó, que fue determinante en el campo de la armonía y mantiene una actualidad impresionante”, continúa el pianista. “Pitágoras descubrió el proceso de los armónicos, a él le debemos las escalas y la armonía, entre otras cosas, pero sobre todo me interesa la actualidad de ese legado, la síntesis de lo que es la ciencia, el arte y sus influjos sobre el ser humano. Paralelamente a mi actividad de pianista, a mi búsqueda de intérprete, siempre reflexioné sobre esos aspectos”.

Esa reflexión sobre la escucha es lo que Levy llama eufonía. “Cuando decimos ‘escuchar’ no nos referimos sólo a la música. Escuchar es nuestra manera de relacionarnos, de reconocer a ese que llamamos ‘el otro’, de mejorar nuestras relaciones a través de la escucha. En este sentido mi experiencia con los Concierto–Diálogo es importante, porque plantea modalidades que nos ayuda a crear canales de comunicación distintos, más allá de concierto habitual y su ceremonia, que resulta poco participativa para el oyente. Introducir experiencias más participativas para el oyente es una manera de ayudar a que la llamada música clásica tenga un rol más importante que el que tiene hoy en las dinámicas de la sociedad”.