La casa no tiene vestigios de molduras góticas. Un cartel ploteado indica que allí se reúne una comunidad religiosa. No estamos en La Boca, aunque el frente exhibe la paleta completa de Quinquela. La calle Manuel Artigas delinea una letanía suburbana, aunque ahí nomás, a la vuelta, explota el tránsito de camiones que doblan hacia el Mercado de Hacienda y de ómnibus derecho hacia la ruta 3. Jesús está presente en esa casa. Y la Pepa Gaitán. Y el cura Mugica, Arnulfo Romero y Camilo Torres. Marx, el Che y las Madres de Plaza de Mayo secuestradas en la Santa Cruz, en retratos adosados a las paredes. En la casa se reza, se reflexiona y se trabaja teniendo en cuenta las necesidades concretas de los barrios: cédulas de desalojo, plata que no alcanza, ataques racistas, travestis niñas arrojadas a la ruta. A las preocupaciones se agrega ahora el triunfo de Donald Trump y el previsible recrudecimiento de la espiritualidad neoliberal, meritócrata e individualista en las comunidades evangélicas conservadoras de América Latina.

La pastora de la comunidad pentecostal Dimensión de Fe es Gabriela Guerreros, 42 años, soltera, sin hijxs. Cristiana y marxista. Es la primera pastora soltera y sin hijxs ordenada en una iglesia pentecostal. Su comunidad Dimensión de Fe tiene casas ecuménicas populares en Mataderos, Rosario, en Los Amores (Santa Fe), y un comedor en González Catán. Las dos primeras son mayoritariamente de mujeres, y de varones la de Rosario. En el comedor matancero confluyen muchxs activistas barriales del Movimiento Territorial de Liberación que a la vez pertenecen a la iglesia.

De chiquita, en Catán, Gabriela quería ser patinadora. Era hiperkinética. Su padre, pastor pentecostal, la anotó para hacer la primaria en una escuela de monjas católicas, a ver si aplacaban un poco ese fuego. Pero en lugar de aplacarse, la nena quedó completamente atraída por una catequista que hablaba del Éxodo. Del éxodo de los esclavos hacia la tierra prometida. Y Gabriela quiso ser monja. Aunque la catequista resultó demasiado progre para aquellas monjas y la echaron de la escuela. La nena entonces ya no quiso ser monja. 

Aunque rechazó el catolicismo, se hizo pentecostal, usó pollera mucho tiempo y se ordenó pastora contra los mandatos de su comunidad de cómo debía ser una ministra, Gabriela nunca se había hecho preguntas acerca de lesbianismo, homosexualidad, travestismo. Los cuestionamientos pasaban por el lugar de las mujeres en la iglesia. El primer cuestionamiento a las formas, al aspecto que debía tener una mujer pentecostal, se le cruza cuando una señora mayor le pregunta: “Gabriela, estoy muy incómoda en pollera, ¿puedo usar pantalón?” Ahora Gabriela viste a menudo jardinero dentro la iglesia. 

A la comunidad se le cruzó muy esporádicamente alguna travesti por el camino. Pero no le prestaron demasiada atención. Hasta que llegó Lohana Berkins a la vida de la pastora. “Pastora, ¿te acordaste de rezar por mí?”. Se conocieron en 2010, en medio de los debates por las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género, que la comunidad pentecostal de Gabriela apoyó. “Lohana fue la primera travesti que me habló desde su perspectiva de género. Fuimos intercambiando nuestras miradas de la fe. Me contaba que era cristiana y devota de la Virgencita de Urkupiña. Para muchas travas, la espiritualidad es una práctica trascendente. Para ella era un ámbito de vida importante y luchaba por tener acceso a la práctica de la fe”, recuerda Gabriela. Algo que la mayoría de las iglesias niegan a las travestis. 

Dimensión de Fe hoy celebra bendiciones a las parejas lgbti que lo soliciten. Atrás quedó el tiempo en que Gabriela tenía que pedirles a los miembros de la comunidad que “no digan nada” cuando les tocaba asistir a una travesti en situación de calle. El encuentro no se concibe ahora meramente como “aceptación”.

MUJERES, LOCAS Y BORRACHAS

También la unió a Lohana Berkins la lucha por el derecho al aborto. En 2011, la comunidad presentó una declaración al respecto. Fue producto de discusión interna. “Nuestra voz no es la de todas las iglesias pentecostales. Consideramos que este tema hay que analizarlo desde un aspecto social, político y humano, y sacarlo del eje de si estás a favor o en contra de la vida”, dice la pastora. Siempre le pesó el mandato de maternar y se rebeló: no tiene hijxs porque decidió no tenerlos. Tradicionalmente, para ser pastora, es condición indispensable estar casada y tener hijos.

“En la iglesia pentecostal, los hijos son la bendición de la familia. Negarse a tenerlos, en las lecturas pentecostales conservadoras, se interpreta como negarse a la bendición. Mi madre estaba muy preocupada por lo que yo estaba decidiendo: se consideraba una enfermedad no querer tener hijos, una debe ser lo que es ‘biológicamente’. En las comunidades pentecostales llegamos al feminismo cuando analizamos la situación de las mujeres en las iglesias. En toda forma organizativa sobreabundan las mujeres. Por eso nos reprimen. La pretensión es que las mujeres no somos aptas para el ministerio pastoral. En esas lecturas conservadoras, las mujeres ni siquiera seríamos ‘la costilla’. Es peor aún, ser pastora significa ser ‘consorte’. El punto es interpelar estas lecturas sexistas a través de la palabra popular de la Biblia: Jesús ensalzó a las mujeres. María fue una subversiva de la época al tomar la decisión de ir contra el poder de turno, al igual que Jesús, y la primera discípula fue María Magdalena. La resurrección les fue revelada a las mujeres, y los varones las tildaron de locas y borrachas”, explica la pastora Gabriela, que sigue soltera, aunque sí tiene compañero, un varón pastor de la comunidad, Diego Mendieta.

Otro tema central que la hermanó en la lucha con Lohana es la crítica feminista al plan Procrear. El programa no estaba concebido para mujeres, hombres y travestis sin pareja, pese a la imperiosa necesidad de vivienda de las travestis, excluidas en su inmensa mayoría del ámbito laboral. También estuvieron en la calle resistiendo desalojos, celebrando una oración en la terraza de una vivienda recuperada por 50 familias, a punto de ser desalojadas, con los carros hidrantes abajo. Con Lohana eran parte del Congreso por el Derecho a Vivir en la Ciudad.

MARXISMO Y CRISTIANISMO 

Hasta aquí, el discurso de Gabriela podría ser digerido sin dificultades por el progresista medio. Pero el giro copernicano de la pastora se produce cuando afirma: “El marxismo es una forma del cristianismo”.

“Cuando Marx decía que la religión es el opio de los pueblos, criticaba el idealismo que pretende separarnos del otro, la teología que pretende encerrarnos en la espiritualidad del uno mismo. Proclamar el Reino de Dios es predicar el acceso a la igualdad y a la vida digna. Marx le disputaba el proletariado a la ideología religiosa conservadora”, explica. La pastora señala que el panorama se volvió preocupante para la comunidad lgbti con el cambio de gobierno hace un año y ahora con la llegada de Trump al sillón presidencial estadounidense. “Las iglesias conservadoras van a cristalizar las diferencias entre lo que ellas consideran que es de Dios o del diablo. Con esta nueva ola se viene lo ‘antitodo’. Y la población lgbti va a ser ubicada en el lugar de lo diferente, de lo que es del diablo. En medio de este panorama socialmente excluyente, las travestis no podrán aspirar a otra cosa que arriesgar la vida prostituyéndose en la ruta. No tenés más que pasar por el puente del kilómetro 29, sobre la ruta 21, para ver a las niñas travestis prostituyéndose. Eso no lo veías hace un año. Y en los barrios donde abundan las comunidades religiosas más conservadoras, la población lgbti pobre sentirá presiones de sus vecinos para volver a encerrarse y esconderse”.

Parte de esa iglesia evangélica conservadora que denuncia Gabriela, dejó sin templo a su comunidad Dimensión de Fe, luego de un juicio de desalojo que se resolvió hace un año. Los acusaron de “hacer política en lugar de predicar el Reino de Dios” y les ganaron el juicio. Se quedaron con el inmueble y lo vendieron. Ese templo ya no existe. Con mucho esfuerzo iniciaron este nuevo, en la calle Manuel Artigas.

El cristianismo es territorio de disputa. Y los significantes Dios, diablo, fe y justicia cuentan según la delicadeza o aspereza de las manos que dan vuelta las hojas de la Biblia y el deseo de mirar alrededor y abrazar a la otra, al otro, al otrx.