Hasta este sábado puede visitarse en Gabelich Contemporáneo (Pueyrredón 611) una dupla de exposiciones de dibujos por dos artistas contemporáneas que viven y producen en Rosario. Con una sostenida y elevada calidad estética, Hojas, de Laura Echenique, y Dibujos, de Clarisa Appendino, tensan los polos entre dos estilos muy distintos.

Mientras que Echenique ejercita un virtuosismo gráfico en la técnica del lápiz color para representar en forma mimética naturalista y reconocible algunas escenas de una cotidianeidad desarticulada y vuelta a armar, Appendino se concentra en la materialidad del papel y el dibujo para extraer allí los efectos estéticos. En la obra de Echenique, la palabra cobra relevancia como signo abstracto que evoca lo nombrado en ausencia, mezclada con imágenes de plantas que parecen disolverse en el papel en blanco en medio de un exceso de luz. Todo es fantasmagoría, simulacro, espectralidad, mediación.

En el extremo opuesto, las sutiles obras matéricas de Appendino no parecen abrir distancia alguna entre signo y significado: el dato estético es bien concreto, el dibujo se refiere a sí mismo, el medio se vuelve un fin y en este adelgazamiento del espesor semántico radica paradójicamente el sentido, que es la producción de experiencia.

Echenique define a esta nueva serie de dibujos como un diario de lecturas. Los libros se van apilando en inestables construcciones efímeras regidas por la física de la tensegridad (esa palabra inventada por Buckminster Fuller). Esa biblioteca desalojada y en tránsito funciona como un autorretrato metafórico: somos lo que leemos. Cultura y naturaleza dejan de ser ámbitos diferenciados y se contaminan entre sí. Los libros caídos de sus estantes proliferan selváticamente, mientras las plantas embellecen y ornamentan. Cuando Echenique las dibuja se convierten en un "tatuaje de pared"; los restos de la operación yacen como materia ahí, in situ.