“Juguemos a pensar”, invita el encuentro que ha organizado el Espacio Filosofía para Niñxs. No es una invitación cursada directamente a los niños, sino a los adultos que trabajan desde la educación, cercanos a esos chicos y chicas. La infancia, el juego y la creatividad son los temas convocantes, con el telón de fondo de la Filosofía para Niñxs, y con dos expositores que aportarán miradas diversas: la pedagoga brasileña Angélica Sátiro y el escritor y músico Luis Pescetti. Será este viernes, de 18 a 21, en una conferencia abierta y diálogo con los invitados, y el sábado de 9 a 14, en un seminario de capacitación que dictará Sátiro. Ambas actividades (aranceladas) tendrán lugar en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (Av. del Libertador 8151, ex Esma), con informes e inscripción en la página www.espaciofpn.com.
Filosofía para Niñxs es un proyecto internacional, surgido a fines de los años ´60, que se propone es llevar la filosofía a las aulas para volverlas más reflexivas. “Es un desafío no sólo intelectual, sino también ético y estético: queremos fomentar en las aulas un tipo de pensamiento que considere a los alumnos como sujetos íntegros, capaces de pensar y decidir por sí mismos, pero también capaces de valorar cómo la mirada del otro enriquece la propia”, define la profesora de Filosofía Victoria Maclean, coordinadora del Espacio en la Argentina. Si bien hoy son muchas las escuelas que tienen filosofía desde nivel inicial y primaria, el desarrollo de proyectos de este tipo sigue limitándose a un sector restringido, y exclusivamente en escuelas privadas. En lugares como Cataluña o Gran Bretaña se han hecho evaluaciones del proyecto FpN, tras una implementación sistemática, y los resultados son admirables. Las escuelas, los docentes y los especialistas expresan mejoras en cuanto al nivel de razonamiento y expresión, la capacidad de revisar las propias idea, pero también en cuanto a los hábitos de convivencia, como la escucha y el respeto”, comenta la docente.
Propuestas como esta, centradas en el diálogo filosófico y la indagación en comunidad, tienen grandes posibilidades de desarrollo en centros comunitarios, talleres en barrios, en el trabajo con personas mayores o en cárceles. Sin embargo el Espacio Filosofía para Niñxs apuesta específicamente a la escuela como el ámbito más propicio hacer filosofía. “Porque es allí donde podemos, mediante un ejercicio reiterado, afianzar hábitos y actitudes, desarrollar habilidades y, en suma, gestar cambios profundos en las formas en que estamos educando”, explica Maclean. Llegar no a unos pocos sino a todos los niños y niñas que están en proceso de formación, es el objetivo que se desprende de un planteo como este. Maclean dicta clases de filosofía en escuelas primarias y en un profesorado de educación inicial -el ENS Nº6-. “Dar clases de filosofía con los chicos es una experiencia transformadora: no es una tarea fácil, exige mucha presencia, en el sentido de ‘estar ahí’, presente, entregada a la escucha y a lo que acontece en el aula, haciendo malabares para sortear otras contingencias”, cuenta sobre su experiencia. “Pero cuando se despierta la inquietud filosófica se genera un momento muy especial, donde ocurren encuentros tácitos entre las preguntas e incertidumbres de todos, tanto de los chicos y chicas como las propias. Cuando hacemos filosofía en el aula los docentes nos desplazamos, nos distanciamos del lugar de autoridad, para acompañar a los chicos en una búsqueda, que es de ellos. Nuestro rol, si bien es muy diferente, ya no es protagónico. Todo lo contrario, está a merced de los intereses del grupo y el deseo que guíe la indagación”, define su tarea.
–¿Qué logros nota en las clases, según su experiencia?
–De algún modo para hacer filosofía necesitamos abrir un hueco en la cotidianidad, dejar un rato de lado aquello que nos distrae, nuestras preocupaciones inmediatas, y meternos a fondo las preguntas que están detrás de nuestras prácticas y creencias. Esto es tan difícil para los niños como para nosotros adultos, pero cuando lo experimentamos es raro que no nos conmueva de algún modo. Hoy los chicos me decían: la filosofía es para relajarse, es para pensar preguntas que no hacemos siempre, es para escuchar lo que piensa el otro y poder cambiar nuestras ideas… No es poca cosa el poder fomentar algo de esto a nuestras futuras generaciones…
– ¿Y qué sucede en los cursos para docentes? ¿Cómo es recibida esta formación?
–Las capacitaciones docentes no salen de esta lógica. Son entendidas como espacios de reflexión en los cuales repensar nuestras propias prácticas y vivenciar experiencias filosóficas, aunque al mismo tiempo ofrecemos recursos y herramientas para trasladar este tipo de prácticas al aula. En general trabajamos con los mismos cuentos y materiales que se trabajan con los chicos, y es sorprendente observar cómo surgen los mismos cuestionamientos en adultos y niños, aunque podamos plantearlos de diferente modo. En general los docentes se acercan con muchas dudas respecto de posibilidad de hacer filosofía con los chicos. Y una vez transitada la experiencia, ellos mismos suelen expresar sorpresa, al ver otro modo de hacer filosofía o de entender esta práctica, al descubrir el enorme potencial y la complejidad de la propuesta pedagógica.
–¿Por qué pensaron en Angélica Sátiro y en Luis Pescetti, qué creen que pueden transmitirles a los docentes?
–Nuestra apuesta es la de difundir prácticas que promuevan una educación más reflexiva, algo en lo que ambos, cada uno desde sus respectivas áreas, se destacan. Angélica Sátiro es doctora en pedagogía, investigadora en temas de filosofía y educación, escritora y especialista en Filosofía para Niños, y Luis Pescetti es un referente ineludible de la literatura y la música infantil. Hace tiempo que imaginamos un encuentro entre Luis y Angélica, vemos mucha sintonía en sus respectivas formas de pensar la infancia y la educación, y creemos que sus perspectivas pueden complementarse muy bien: ambos promueven una mirada muy cuidadosa de la infancia, y logran expresar con belleza y genialidad las inquietudes de los niños y niñas que nos rodean. Ambos crean personajes curiosos, capaces de asombrarse, reflexivos, que nos invitan a indagar, actitudes muy propias de la práctica filosófica.