“La luna llena nunca es buena” escribió la astróloga cuando faltaban pocos días para que llegaran el plenilunio y su muerte. Como cada semana el vaticinio astral iba a alterar en otros, y en oración anunciada, escenas de amor,  salud y dinero, pero esta vez el tálamo renovador de almas estaba anticipando su obituario, o eso se dijo cuando la astróloga apareció muerta al lado de su hermano en la casa en la que vivían juntos. Se llamaba Lenke, nació en Budapest el 27 de septiembre de 1928 y en el ´44 (con padres y hermanito) dejó la Hungría en guerra. Quiso ser médica pero no terminó la carrera ni en Europa (donde estudiaba también astrología) ni en Buenos Aires donde llegó unos años después, cuando tenía 20; decía que razones de inmigración y pobreza lo habían impedido. Lenke, Lily desde siempre en los horóscopos, trabajó entonces como fotógrafa hasta que logró entrar al semanal mundo zodiacal de las revistas Labores y Vosotras. Después llegaron los libros publicados (Libro astrológico del amor fue el primero), sus desopilantes apariciones televisivas (Realidad 84, el noticiero de canal 13) y años de kiosco viendo su cara en fascículos semanales. La húngara que hablaba español silabeando acento de Europa Central se convirtió en la pitonisa cum laude de extranjería. Fue el pelo -el corte de pelo-, una fonética ahogada, la mirada, los collares y los aros, la altura límite con el desgarbo y los perfumes magiares -sí, también los perfumes- los que traspasaron la pantalla celebrando la comunión entre el saber exótico y lo estrafalario. Fue entonces cuando los cómicos de ocasión acentuaron la estelaridad de su trash entalcado y comenzaron a imitarla. La marca Lily Süllös tenía su fecha de fundación bien aspectada, el tránsito de Saturno había sido determinante. Quienes la conocían, conocían también a Ludwig, su hermano músico, inventor e ingeniero -o casi-, con quien vivió toda su vida, y el encargado de mandar sus predicciones a las redacciones (¿las tipearía?). Juntxs componían música del más allá (sonidos combinados en dos discos que la web guarda)  y juntos escribían cuentos de ciencia ficción. Lily, que decía que su amor verdadero era la literatura y que tenía un libro inédito escrito en húngaro (Nannar, la Resplandeciente, una historia sobre el continente hundido en el Pacífico), publicó dos “para lectores nada asustadizos”: Algo se mueve en la luna y Las aventuras de los lagartogatos. Existe un viejo cuento que supone que todas las parejas de hermanos son además conyugales. Esto despertó el interés de Sándor Ferenczi quien después de contárselo a Sigmund  Freud recibió una feroz crítica a las generalizaciones. Las revistas de espectáculos compartieron aquel interés de Ferenczi cuando escribieron “incesto” y “pacto suicida” después de que la policía los encontrara muertos en la casa de La Lucila alertados por una amiga de los hermanos, Anikó Szabó, quien había recibido un mail de Ludwig escrito en húngaro donde le hablaba de una caída de Lenke, de un derrame cerebral, de un cuerpo maltrecho y de un futuro en geriátrico tortuoso del que escaparían tras una solución rápida y ruidosa. Fue ese hermano inventor tan parecido a ella quien fabricó el arma casera que los mató (tan arltiana como el personaje que compartía ciencia con Lily) y quien recibió muerto el nombre de asesino. Luna, luna, cambia las mareas, imploró y canturreó Jimi Hendrix, de quien hace unos días se cumplió aniversario de muerte. La luna parece guardar una relación estrecha con los hermanos especulares (o por lo menos lo piensa así Louis MacNeice, poeta siempre, astrólogo de a ratos). La luna, pieza clave en el ajedrez zodiacal, es la que implora y canturrea cuando el destino se cumple. No sabemos qué sabe y qué pide porque ignoramos con cierta plenitud ufana qué es cierto y qué es mentira de ese cielo poblado de imágenes. Que nos los digan las mujeres que tiran las cartas y que Sor Juana nos asista antes de leer el horóscopo de esta semana.